SOCIEDAD
Hospitales de EE.UU. ya utilizan sangre artificial en emergencias
El PolyHeme vale para todos los tipos sanguíneos y se puede llevar en ambulancias. Es el primer ensayo de sangre sintética. Por ahora, no provoca complicaciones.
Por Rosa Townsend *
Desde Miami
Médicos de Estados Unidos creen haber encontrado una sustancia capaz de salvar muchas vidas: sangre artificial, universalmente compatible, que permite hacer transfusiones de urgencia a víctimas de accidentes u otros traumas que si no morirían desangrados antes de llegar a un centro sanitario. Al menos veinte hospitales de ese país están utilizando a título experimental el producto, PolyHeme, que, a diferencia de otros desarrollados anteriormente, no presenta, hasta el momento, complicaciones. Es un polímero de hemoglobina, el transportador de oxígeno de la sangre.
“El PolyHeme puede constituir una auténtica revolución de los métodos clásicos de resucitación que estamos usando en Estados Unidos y en el mundo”, afirma el doctor Ernest Moore, jefe de la unidad de traumatología del Denver Health Medical Center (Colorado) y principal investigador del estudio que se lleva a cabo a nivel nacional con sangre sintética.
Poder restablecer el volumen de sangre resulta crucial para salvar a los pacientes que sufren hemorragias agudas, cuyas consecuencias trágicas derivan a menudo de una drástica bajada de presión o la paralización de órganos vitales. Pero, dado que las ambulancias no pueden transportar plasma, por ser perecedero, los servicios de urgencia motorizados administran en su lugar al paciente una solución salina, que tiene por resultado elevar el volumen sanguíneo, pero que sin embargo no consigue aportar el oxígeno necesario para que el organismo siga funcionando, con lo que se eleva el riesgo de muerte.
La diferencia con la sangre sintética es fundamental: el nuevo producto sí es capaz de transportar oxígeno, y por otra parte se puede almacenar sin problemas por un año.
El PolyHeme es una solución de un polímero de hemoglobina, la proteína que lleva el oxígeno por el torrente sanguíneo desde los pulmones hasta los distintos órganos. En la sangre natural, la hemoglobina se halla dentro de los glóbulos rojos.
Los problemas de compatibilidad de la sangre se deben a otras proteínas de la superficie de estos glóbulos, que son reconocidas como extrañas si el donante y el receptor no comparten el tipo sanguíneo. Este problema queda eliminado con el PolyHeme.
La hemoglobina pura no puede usarse porque es tóxica para los riñones y constriñe las arterias. Estos problemas desaparecen al polimerizarla (es decir, al enlazar químicamente varias moléculas de hemoglobina).
Tal y como ahora funcionan las emergencias de este tipo, los pacientes tienen que esperar hasta llegar al hospital para que determinen su grupo sanguíneo antes de poder hacerles una transfusión. A veces es demasiado tarde. Sólo en Estados Unidos fallecen anualmente más de 100.000 personas por no poder recibir una transfusión a tiempo; otros muchos sufren daños cerebrales irreparables.
PolyHeme no es un sustituto permanente de la sangre. Una vez administrado se disipa en 24 horas sin causar efectos secundarios conocidos. Pero su potencial es enorme para salvar la vida de víctimas de catástrofes, accidentes, guerras o incluso en zonas de extrema pobreza o alejadas de los centros urbanos, en opinión de un gran número de expertos.
Sin embargo, aunque existe un amplio consenso en la comunidad científica sobre los posibles beneficios de esta sangre artificial, el estudio que se lleva a cabo con cientos de pacientes ha sido motivo de controversia, debido a que se administra sin el consentimiento de los afectados. Si bien es legal tratar por cualquier medio de revivir a un paciente en estado inconsciente, representa un dilema moral, señalan expertos en ética. Activistas en defensa de los derechos del paciente, como Vera Sharav, presidenta de Alliance for Human Research Protection, sostienen que las personas “deben ser informadas de los riesgos que corren antes de ser usados como conejillos de Indias”. Especialmente en el caso de la sangre artificial, ya que varias personas murieron en experimentos anteriores. En 1998, los laboratorios Baxter tuvieron que cancelar un estudio de una sangre sintética tras la muerte de 20 participantes (la empresa afirma que nunca se ha comprobado que su producto fuera la causa de las muertes).
Existen también quienes piensan que las ventajas superan a los riesgos. Así, el doctor Richard Gamelli, jefe de la unidad de quemados del Hospital de la Universidad de Loyola, cita un ejemplo: “Cuando los equipos de rescate llegan al lugar de un accidente grave, no preguntan a los heridos si quieren que los saquen de los vehículos o que les den primeros auxilios. Existe un contrato social para hacer lo que es correcto sin tener que obtener el consentimiento específico”.
PolyHeme lo fabrican los laboratorios Northfield, de Illinois. En el estudio actual, la empresa ha tomado precauciones para evitar demandas y realiza sesiones informativas en las ciudades donde hay uno de los 20 hospitales que administran su producto. Además de anunciar el experimento en medios de comunicación, regala brazaletes azules que llevan inscripta la frase “No quiero participar en el estudio PolyHeme”, con lo que eventualmente podrían expresar sus deseos personas que se pudieran ver involucradas en accidentes.
La búsqueda de una sangre artificial está repleta de fracasos en la historia de la medicina. Desde los años cincuenta del pasado siglo, varios laboratorios han tratado en vano de encontrar la fórmula mágica.
No sólo no se producía el hallazgo, sino que se presentaron problemas descorazonadores. Así, durante la última década, varios productos que en principio parecían ser prometedores tuvieron que suspenderse abruptamente porque rompían los capilares sanguíneos o tenían el efecto pernicioso de aumentar la presión arterial.
Actualmente empiezan a registrarse avances más fiables. Además de PolyHeme, se están desarrollando otros dos tipos de sangre artificial: Hemopure, un derivado de hemoglobina bovina, investigado en los laboratorios Biopure de Massachusetts; y Hemospan, de los laboratorios Sangart de California.
* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.