SOCIEDAD › PROPIETARIOS RURALES PRESOS POR DOS SECUESTROS

La banda de los estancieros

Los dos hermanos detenidos por el secuestro de Claudia Miranda también están involucrados en el rapto del vicepresidente de la Sociedad Rural. Hay otros dos integrantes presos y un prófugo.

 Por Raúl Kollmann

Los hermanos Ceresares son propietarios de una estancia de 115 hectáreas en Capilla del Señor. Está valuada en unos 600.000 dólares. Sin embargo, José Ceresares es, según los investigadores, el cerebro de la banda que secuestró a Claudia Miranda en Baradero, mientras que su hermano habría sido el encargado de cuidar a la mujer mientras estaba cautiva. Otros dos sujetos detenidos fueron los que concurrieron a cobrar el rescate y está prófugo el personaje más violento, al que no se pudo ubicar –debido a una filtración de información– en su domicilio en el Tigre. Los investigadores creen que tiene que haber un entregador de Baradero o de sus alrededores, pero aún no fue identificado. También hay otro factor extraño: un rescate demasiado bajo, 26 mil pesos, para una banda supuestamente tan bien organizada. El mismo grupo había secuestrado, hace dos meses, al vicepresidente de la Sociedad Rural Argentina, Hugo Biolcatti, a quien también mantuvieron en la estancia y por el que lograron un botín de 20 mil dólares. El lugar fue reconocido por los secuestrados. El caso de Baradero está casi esclarecido, pese a que se aplicó una táctica distinta a la impulsada últimamente: el fiscal no permitió que se detuviera a los secuestradores cuando cobraron el rescate, pero aun así después los pudo capturar.
El secuestro de Baradero tiene características muy diferentes de los hechos ocurridos esta semana, que tuvieron casi todos el perfil de secuestros express y fueron protagonizados por bandas de improvisados que usualmente se dedican a robar a mano armada y ahora se sumaron al secuestro. El caso más notorio fue el ocurrido en la Costanera. Está detenido un adolescente de 15 años que usó una pistola de aire comprimido, se olvidó a una de sus víctimas en el lugar del secuestro, después se dejó convencer por un secuestrado de que lo mejor era tirar el arma a un volquete, luego fue hasta Villa Tranquila, en Avellaneda –lugar en el que habitan los integrantes de la banda– y de ahí a la casa del secuestrado en Banfield, donde terminaron por detenerlo.
En el caso de Claudia Miranda el escenario no es una vivienda en un barrio humilde, sino una estancia, a la que es difícil acceder o visualizar desde afuera. Las bandas más organizadas suelen alquilar quintas para mantener cautivas a sus víctimas y la estancia es un lugar ideal. Lo asombroso es que en el secuestro aparecen como personajes centrales los dueños de la estancia. Uno de ellos es el jefe de la banda, utilizaban un Alfa Romeo y se comunicaban a través de handies muy caros.
También llama la atención que hayan terminado aceptando un rescate tan bajo como el que se menciona, 26 mil pesos, algo que tal vez se explique porque la banda sentía que podían detenerlos. Es más, los investigadores de la Policía Bonaerense tenían pistas muy sólidas en el momento en que se pagó el rescate y siguieron desde lejos la operación. El fiscal Orlando Bosca no aceptó la detención de los secuestradores en ese momento porque coincide con un sector de los fiscales en que no se debe poner en riesgo al secuestrado mientras está cautivo. Entre Bosca y los investigadores policiales hubo tensión por la negativa a hacer las detenciones e incluso porque no aceptó que se avanzara en apresar a los secuestradores identificados hasta que no recibiera la declaración de la víctima. Hoy Bosca podría argumentar que su táctica es más segura y que un trabajo eficiente posterior logra igual dar con los secuestradores. Otros fiscales, como Jorge Sica, pueden contestar que en manos de los secuestradores una víctima corre peligro de todas formas y que cortar el pago es la forma que mejor garantiza las detenciones, la liberación de la víctima y que no desaparezca el dinero.
El caso de Baradero puso también sobre el tapete otro secuestro perpetrado por la misma banda, en el que el secuestrado estuvo cautivo en el mismo lugar. Se trata de Hugo Biolcatti, vicepresidente de la Sociedad Rural, al que secuestraron en Pilar hace aproximadamente dos meses. Ese secuestro aporta datos de importancia. La esposa de Biolcatti no hizo inicialmente la denuncia y aceptó pagar de inmediato 20.000 dólares. No bien se produjo el pago, los secuestradores se negaron a dejar libre al empresario rural y exigieron 200.000 dólares, por lo cual la esposa hizo la denuncia. Asesorada por expertos del Ministerio de Seguridad, la mujer se puso firme y finalmente Biolcatti fue liberado sin pagar dinero adicional. El lugar en el que estuvo cautivo –según se supo ayer tras un reconocimiento– es la misma estancia.
Entre aquel secuestro de Biolcatti y éste de Miranda debió haber otros protagonizados por la misma banda, pero los investigadores están tratando de determinar quiénes fueron las víctimas. Ayer mismo Cristian Ramaro, el joven secuestrado en Tigre, fue llevado hasta la estancia, pero no reconoció el lugar. Las víctimas de un secuestro suelen reconocer lugares por los ruidos o por algún detalle en el piso o en el baño.

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Cristian Ramaro fue ayer a la estancia, pero no la reconoció como su lugar de cautiverio.
 
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