SOCIEDAD › INSOLITA CONCESION DE LOTERIA A EMPRESAS PRIVADAS
Cómo se gana un Gran Premio
Denuncian que diez días antes de que asuma Kirchner, Lotería entregó en concesión por quince años un predio en el Hipódromo, una de las zonas más caras de la ciudad, por 12 mil pesos mensuales.
Por Eduardo Videla
En el Hipódromo de Palermo se está corriendo el Gran Premio del Negocio Fácil. Es que la Lotería Nacional –la empresa estatal que administra el centro hípico porteño– les concedió a empresas privadas, sin licitación, la explotación de uno de los lugares más caros y codiciados de Buenos Aires: el Tattersall, una exquisita construcción convertida ahora en exclusivo salón de fiestas, más los terrenos que lo rodean y el no menos célebre restaurante Kansas, todo eso por la módica suma de 12.000 pesos mensuales. El fabuloso negocio fue la manera que encontró Lotería de sacarse de encima un juicio millonario entablado por un subcontratista del Tattersall: para salir del paso, entregó en concesión parte del patrimonio público por un plazo de diez años, prorrogable por otros cinco. La operación, realizada por mediación judicial, fue firmada por las autoridades de Lotería el 15 de mayo de 2003, apenas 10 días antes de que la gestión de Eduardo Duhalde dejara el gobierno en manos de Néstor Kirchner.
Las denuncias por irregularidades en la concesión de ese predio no son nuevas: la primera cesión se hizo el 30 de marzo de 1994, durante la presidencia de Carlos Menem. El beneficiario, al igual que ahora, fue el arquitecto Jorge Bernstein, titular de la firma Tattersall de Palermo SA, que subconcesiona y explota el lugar. Pero en esta ocasión se agrega a la nómina el empresario gastronómico Carlos Dermidjian, dueño de los restaurantes Kansas, que explota un local dentro del predio del Hipódromo.
La nueva denuncia fue realizada por un ex legislador de la ciudad, Marcelo Gey, quien hizo la presentación ante las autoridades de Lotería, la Oficina Anticorrupción, la Defensoría del Pueblo de la Nación y al propio presidente Néstor Kir-chner. La operación es investigada por el juez federal Sergio Torres, quien ya había iniciado una causa penal por defraudación, por presuntas irregularidades en la autorización para construir el restaurant. Según una fuente de ese tribunal, el propio Bernstein y el ex presidente de Lotería durante el gobierno de Fernando de la Rúa, Juan Carlos Alderete, siguen imputados en la causa, pese a que la Cámara Federal les dictó la falta de mérito.
La explotación del Tattersall es un verdadero modelo de las concesiones realizadas durante el menemismo: fue adjudicada en forma directa a la Asociación Argentina de Fomento Equino, que a su vez entregó el lugar en sublocación a la Fundación Equus Fidei, y ésta, posteriormente, a la firma Tattersall de Palermo SA.
En medio de esa maraña de responsabilidades diluidas, Bernstein –titular de Tattersall de Palermo SA– suscribió un nuevo contrato de sublocación, esta vez con la firma Bistró SA, cuyo objetivo era instalar el restaurant Kansas. La causa penal se inició porque el permiso para demoler una antigua edificación, construida en 1876, denominada Hipología, para edificar el nuevo local, habría sido falsificada.
De esa manera se habría sorteado escollos urbanísticos: el área donde se realizaba la construcción –el Hipódromo porteño– es considerada como Urbanización Parque y Area de Protección Histórica y para encarar un nuevo emprendimiento debe contar con una aprobación especial.
La denuncia realizada en octubre de 2001 por el entonces legislador Atilio Alimena, quien hoy es defensor adjunto en la ciudad, derivó en la clausura de la obra. Pero los empresarios presentaron un pedido de no innovar y, mientras se dirimía si la construcción era legal o no, el restaurante ya estaba terminado. “El objetivo era instalar en el restaurant el negocio de las máquinas tragamonedas”, denuncia Gey.
En el medio se generó una serie de juicios cruzados: de Kansas contra Lotería y Tattersall y de Lotería contra la Asociación Argentina de Fomento Equino, entre otros. La maraña terminó de desenredarse en un acuerdo de mediación entre las partes: cada uno resignó su pleito, pero las únicas beneficiadas resultaron ser las empresas: se le otorga a la Asociación Argentina de Fomento Equino un contrato de locación por diez años, con opción a cinco más, a un precio de 12.000 pesos mensuales en concepto de alquiler. A su vez, se establece como monto del canon por sublocación que los dueños del restaurant Kansas deberán pagar a la Asociación otros 12.000 pesos mensuales. Además, Tattersall de Palermo SA le paga a la Asociación de Fomento Equino, por la explotación del comercial del salón, la suma de 3160 pesos más el CER.
El beneficio del sector privado es notorio: tanto Kansas como Tattersall de Palermo SA pagan los alquileres más baratos de Buenos Aires para actividades altamente lucrativas (el alquiler del magnífico salón de fiestas del Tattersall ronda los 10 mil pesos). Por su parte, la Asociación de Fomento Equino, que tiene allí sus oficinas, se beneficia con la diferencia de los alquileres que cobra y que paga. Todo a costas de una propiedad del Estado.
Podrá decirse que los empresarios han hecho una inversión para recuperar un lugar abandonado del Hipódromo. Pero buena parte de esa inversión la hizo Casa FOA, que en 1998 realizó su exposición anual en el Tattersall. La experiencia se repitió este año, con la recuperación del edificio conocido como Tribuna Plaza. La concesión fue otorgada en 1999 a la empresa Times Square, uno de cuyos accionistas es, otra vez, el arquitecto Jorge Bernstein. Otra vez, la recuperación del lugar fue gracias a la realización de la muestra de Casa FOA, que termina mañana en el Tribuna Plaza.