SOCIEDAD › COMO LA ENERGIA SOLAR PUEDE AYUDAR A LOS MAS POBRES
Alternativa ecológica a la garrafa
Es una de las fuentes de energía renovable que impulsan las ONG en la Cumbre Climática. El uso domiciliario. El generador desarrollado por la Universidad de Salta para escuelas rurales.
Por Pedro Lipcovich
La energía solar puede reemplazar ventajosamente a las garrafas –el gas de los más pobres; el más caro– en la obtención de agua caliente domiciliaria: requiere una inversión inicial que se recupera en tres años, y después resulta gratis. Es sólo uno de los ejemplos de utilización de la energía del sol, que, como el resto de las fuentes renovables, tiene el futuro asegurado ante el previsto agotamiento, en unas pocas décadas, de los combustibles fósiles. Otro ejemplo es un generador desarrollado en la Universidad de Salta, que permite cocinar en escuelas rurales carentes de combustible. Las fuentes de energía renovables ya se han desarrollado mucho en Europa –España produce cien mil calefactores por año–, Australia, Japón e Israel –donde, en Haifa, está directamente prohibido usar otra fuente de energía para calentar agua–.
El generador desarrollado por el equipo de Luis Saravia Mathon, en la Universidad Nacional de Salta, está destinado a comedores de “escuelasalbergues” del norte argentino, así llamadas porque, como están en zonas tan apartadas y los chicos viven tan lejos, tienen que quedarse a dormir en la escuela durante los días lectivos. En esas tierras áridas, casi no hay leña, pero hay pleno sol.
La pieza principal del generador es un “concentrador”: una especie de antena parabólica de dos metros de diámetro, fabricada de aluminio, cuya función es reflejar y concentrar la energía solar en un punto, el foco. Entonces, si los chicos van a comer un guisito o cualquier otra comida que se hierva, “colocamos en el foco del aparato un recipiente con agua: el calor concentrado del sol la transforma en vapor que, mediante un tubo, entra en la olla de la comida y la hace hervir, en forma parecida a como actúa el vapor en las cafeteras express”, explicó el investigador. Si, ese mediodía, los chicos de la Puna van a comer un cabrito al horno, en vez del recipiente con agua “en el foco del aparato se ponen unas barras de aluminio que, en media hora, el sol habrá calentado a 300 grados de temperatura; entonces se las retira y se las lleva al interior del horno”. El sistema permite cocinar hasta cien porciones a la vez.
El generador forma parte de un proyecto del Cyted (Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo) y ganó el primer premio del concurso Dupont-Conicet 2004. Además de servir a las escuelas rurales, “el generador puede usarse en microemprendimientos como la producción de pan y dulces artesanales; ya está sirviendo para la pasteurización de leche para los quesos de cabra de Amblayo, en los Valles Calchaquíes”, cuenta el investigador de la Universidad de Salta.
El futuro de la humanidad es mucho menos luminoso que las escuelitas de la Puna, pero también allí la energía solar tiene un lugar reservado: “Ya es sabido que los combustibles fósiles se van a agotar en 30 o 40 años más: en los próximos años, la producción va a ir bajando lentamente, y los precios subirán, como ya está sucediendo; además, cada vez se evidencian más los problemas climáticos a raíz del dióxido de carbono originado en esas combustiones”.
Según Saravia Mathon –quien dirige el Instituto de Investigaciones en Energías no Convencionales, Inenco–, “la Argentina está muy favorecida por su potencial de energías renovables: en el sur hay abundante energía eólica; en el norte, muy buena energía solar, y en otras partes del país hay gran potencialidad para el uso de combustibles vegetales”.
Un importante uso de la energía solar, poco desarrollado en el país, es “el calentamiento de agua para uso sanitario: el baño, los lavabos. Está muy extendido en Europa, Australia, Japón, Israel; en Haifa, ciudad de ese país, está prohibido calentar agua si no es con energía solar, a fin de ahorrar combustible. También puede usarse para calefaccionar edificios”.Por ejemplo, la planta para calentar agua que Saravia Mathon tiene en su propia casa consta de “paneles metálicos expuestos al sol: están pintados de negro para que absorban la radiación y así se caliente el agua que circula en su interior; el agua caliente se almacena en un tanque de 400 litros”.
En la Argentina, este sistema de calentamiento podría competir ventajosamente con el gas en garrafas, usado habitualmente por la población más pobre. “El costo de instalarlo, unos 2000 pesos, equivale a tres o cuatro años de uso de garrafas; y el gasto en combustible se suprime definitivamente”. Claro que la población que usa garrafas generalmente no dispone de esa suma, ni tiene acceso al necesario crédito.