SOCIEDAD
Una terapia con éxtasis para que mujeres violadas superen el trauma
Un ensayo en España estudia cómo el éxtasis ayuda a mujeres violadas a desinhibirse para contar su experiencia en terapia. En EE.UU. se hace una prueba similar con enfermos terminales.
Por Rafael Méndez *
Desde Madrid
El éxtasis podría tener aplicaciones insospechadas y positivas en psicoterapia: un ensayo clínico, aprobado por el Ministerio de Sanidad español y financiado desde Estados Unidos, estudia sus efectos en la superación de los traumas causados por una violación. La víctima, tratada con éxtasis, se desinhibe y pierde miedo para verbalizar la terrible experiencia que altera profundamente la conducta con ansiedad, trastornos sexuales, pesadillas o pérdida de autoestima. Hay en proyecto otro experimento similar en Estados Unidos para enfermos terminales.
Revivir una violación es complicado para muchas de las víctimas. Es por eso que José Carlos Bouso, un psicólogo de 32 años, pensó que se podría mejorar el tratamiento actual, y recurrió a la metiloendioximetanfetamina (MDMA), el derivado de la anfetamina conocido popularmente como éxtasis. “La MDMA, sin que haya pérdida de lucidez ni de actividad cerebral, reduce el miedo, permite aumentar la sinceridad y acceder sin sufrimiento a una experiencia dolorosa, siempre que se utilice bajo supervisión psicológica”, explica Bouso. El éxtasis es un empatógeno: aumenta la empatía (la relación con los demás) y el contacto con el interior. Bouso dirige desde hace un año un ensayo clínico, aprobado por el Ministerio de Sanidad, para demostrar la efectividad del éxtasis en el estrés postraumático. “No es que la MDMA tenga actividad terapéutica en sí, sino que pensamos que puede facilitar la psicoterapia”, afirma Bouso.
En el ensayo, Bouso y su equipo tratan a 29 mujeres violadas que han fracasado en algún tratamiento y que tienen cronificado el desorden. “Han de haber pasado más de seis meses desde la agresión”, afirma Bouso. Un grupo de víctimas recibe una dosis de éxtasis en cantidades que van desde los 50 hasta los 150 miligramos; el otro grupo, un simple placebo. Bouso asegura que estas dosis “están muy lejos de producir efectos tóxicos, que suelen aparecer a partir de 250 miligramos”. También reciben psicoterapia.
Es uno de los dos ensayos clínicos con éxtasis como agente terapéutico que hay en el mundo. El otro lo realiza la Universidad de Carolina del Sur (Estados Unidos), también para tratar estrés postraumático. Ambos los financia la Asociación Multidisciplinar para el Estudio de los Psicodélicos (MAPS). Bouso recibió de esta asociación estadounidense 57.000 euros. Otro estudio espera su aprobación en Estados Unidos con MDMA para enfermos terminales.
Bouso, interesado en estudiar la utilidad psicológica de las drogas psicoactivas, afirma: “Aún no tenemos datos definitivos del estudio, que terminará dentro de un año, pero los resultados hasta el momento, aunque sin significación estadística, son positivos”. Quiere recuperar la investigación con éxtasis, interrumpida cuando la FDA lo prohibió en 1985.
La reacción de las víctimas tras una violación es, para el catedrático de Terapia de Conducta de la Universidad del País Vasco Enrique Echeburúa, “una respuesta normal a una situación anormal”. Echeburúa conoce el ensayo de Bouso y cree que podría abrir una vía si se demuestra eficaz en mujeres que han fracasado en otro tratamiento. Sin embargo, duda de que se necesite alguna droga para ayudar: “Un 80 por ciento de las mujeres responde a un tratamiento de dos meses. Habrá que valorar qué aporta realmente”.
No sólo las mujeres que han sido violadas sufren este síndrome. También los combatientes y quienes han sufrido un accidente de coche, una catástrofe natural, terrorismo o torturas. “Sufre más una persona que ha sido torturada que quien ha perdido un hijo en un accidente de coche, porque tendemos a desarrollar mecanismos de defensa que achacan esa muerte al azar, al fatalismo, pero no podemos hacer lo mismo si nos han violado otorturado. Entonces la ira y la frustración son mayores”, afirma Echeburúa.
Según datos actuales, un 50 por ciento de las víctimas de violación, transcurrido un mes, no se ha recuperado, “aunque hay muchas variables, como el estado emotivo, la edad, la violencia de la agresión”, explica Elena de Mariana, una de las dos psicólogas de la Asociación de Asistencia a Mujeres Violadas, agrupación madrileña que atiende a unas 500 mujeres al año. Las víctimas que no se recuperan sufren estrés y embotamiento afectivo. “No pueden reflejar sus emociones, quieren llorar pero no pueden”, afirma Echeburúa.
Hay tres síntomas clave. Uno es la reexperimentación: la mujer revive el suceso de forma incontrolada. Si la ha violado un hombre con barba, la víctima sufre taquicardias, sudores y pánico al ver un hombre con barba. Otro es la evitación: la víctima evita las situaciones que concurrieron cuando fue agredida. “Limita su calidad de vida: no sale sola a la calle o no quiere conocer a ningún chico”, explica Echeburúa. El tercero es la hiperexcitación: la mujer vive en alerta permanente, aunque antes no fuera asustadiza.
“Una de las técnicas más usadas es convencerla de que cuente el suceso con todo lujo de detalles, y si quiere llorar, gritar o insultar, que lo haga. Eso lo grabamos en cinta. Ella tiene que oírla varias veces al día”, explica Echeburúa. “Las intentamos convencer de que no van a poder olvidar la agresión, pero tampoco su primera comunión. Hay que mandarlo al archivo de la memoria, no actuar como si no se recordara.”
* De El País,
especial para Página/12.