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Aunque en la Argentina no se registran antecedentes, el envío de partes del cuerpo de la persona secuestrada a los familiares es algo así como una marca registrada de la mafia. El caso más famoso que se recuerda es de Paul Getty III, secuestrado en Roma en julio de 1973. Nieto de un poderoso empresario petrolero, una de las personas más ricas de su época, había abandonado la casa paterna a los 17 años. Los captores hicieron su primer llamado días después de haber raptado al joven. Si bien el secuestro conmovió a la sociedad italiana, su abuelo se mostraba reacio a pagar y dudaba de si su nieto aún estaría con vida.
Tras algunos días de negociaciones llegó a las oficinas del periódico Il Mesaggero de Roma un extraño paquete. Dentro de la caja, prolijamente acomodada, se hallaba una oreja humana y un mechón de pelo, junto a una nota que decía: “Son de Paul, y si no pagan antes del 20 seguiremos mandando pedazos hasta que nos quedemos sin nada”. Asustado, el abuelo cedió, aunque finalmente pagó un rescate infinitamente menor al pedido: pasó de 17.000.000 de dólares a 2.700.000.