Dom 20.10.2002

SOCIEDAD • SUBNOTA

“En lugar de la inserción se busca la supervivencia”

› Por Alejandra Dandan

Julio Birgolini es titular de Derecho Penal y Criminología en la Universidad de Buenos Aires. Durante los últimos meses se encargó de estudiar la articulación entre crisis y delito. Una crisis cuyo origen sitúa hace veinticinco años y que tuvo una de sus manifestaciones más claras en forma de estallido en diciembre de 2001. Bajo ese proceso, para Birgolini, se gestó este tipo peculiar de presente: “Donde se ha destruido la ley y con la ley el sentido de sostener una sociedad como sinónimo de asociación para sostener un proyecto común”. Ese territorio es también el espacio de la clase media y donde el delito aparece como opción entre quienes quedan empujados a cambiar “la oportunidad de inserción” por la “oportunidad de supervivencia”. El profundo aislamiento, la inseguridad en todos los campos, la falta de proyectos parecen en este análisis la antesala de “algunas locuras” y del grado de violencia profundo que manifiestan “los que se cayeron hace poco y saben que no van a volver”.
–¿Cuál es la relación entre la crisis y el delito?
–En términos de ciencia política, esta situación tiene un nombre específico: tiranía. No tiranía en el sentido de un gobierno con origen espurio. Sino de un gobierno que gobierna sobre aquellos que están fuera del derecho. El tema es muy complejo. A través de los medios o de alguna gente, estamos bombardeados por lugares comunes. Acá, la Argentina ha desarrollado un modelo de exclusión. Un capitalismo muy extraño: un capitalismo sin ley y un capitalismo que no respeta la propiedad privada. La crisis que en diciembre estalla no se produce en ese momento, sino hace muchísimos años. La crisis es una modificación de las relaciones sociales que se viene dando en el último cuarto de siglo en un modelo donde la clase dirigente argentina, no sólo la política sino empresaria, pusieron en marcha un proceso de capitalismo sin ley: tuvieron que dejar la ley de lado para llevar adelante sus proyectos económicos o sociales. Desde hace 25 años se viene destruyendo la ley.
–Y sin ley, ¿qué sucede con lo social?
–La ley es el vínculo de unión entre los ciudadanos. Una sociedad, como su nombre lo indica, es una asociación, un conjunto de personas que no son multitud sino pueblo. Que se asocia porque tienen cosas comunes y porque tienen un derecho común: una forma de gobernar las cosas comunes o un proyecto común. Con una esfera pública barrida, no sólo se destruye la ley: se destruye el concepto de ciudadano. Las relaciones entre las personas se trasforman en relaciones personales, en relaciones mediadas por favores, por el dinero, por lealtades personales: clientelismo. De pronto nos encontramos con un Estado que genera favores, prebendas, leyes que favorecen a unos o a otros, concesiones que no se hacen en función de parámetros igualitarios sino de relaciones personales.
–¿Cuál es la relación entre el delito y un Estado fundado en relaciones clientelísticas?
–Hemos construido 15 millones de gente socialmente inútil porque éste es el resultado de este proceso de 25 años. Están fuera de la ley por decisión ajena: no tienen acceso a ninguno de los derechos y protecciones que el derecho asegura. No tienen vivienda, ni comida, ni trabajo que es el mecanismo más poderoso de inclusión social. No tienen educación, no tienen servicios de salud ni esperanza de una vía mejor. Hemos hecho que perdieran la capacidad de imaginar un mundo distinto: nadie puede asociarse con otro si no se imagina qué es lo que puede hacer con otro.
–Desde el punto de vista social, ¿este contexto puede hacer del delito una opción para los sectores medios?
–La clase media argentina nunca fue muy arrojada, la violencia real es la de los excluidos, la de la gente cuya vida no vale nada. Creo que va a haber un cambio a futuro. Lo que estamos viendo ahora es una parte muy pequeña del futuro, tiene efecto en los años.
–¿Qué es lo que habilita a la clase media a buscar una alternativa dentro del delito?
–Es difícil decirlo. Eso tiene que ver con cuáles son las opciones que tienen delante. Preguntar por las causas del delito es banal. La gente perdió oportunidades de inserción y tiene que buscar oportunidades de supervivencia. Y el delito muchas veces es el resultado de qué oportunidades hay. Y hay oportunidades de trabajo legítimas e ilegítimas. Uno tiene que preguntarse por qué alguien opta por una y por qué pudiendo no lo hace. Pero el problema es que muchísimos se han quedado sin oportunidades no sólo para acceder a cierto nivel de vida sino para insertarse socialmente.
–En un contexto de exclusión, las oportunidades no son muchas.
–Las oportunidades que tienen son oportunidades marginales y la marginalidad obliga a que las oportunidades de la vida se usen de cualquier manera: no es una elección por un tipo de vida sino de supervivencia.

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