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“Por causa del abandono de la dieta mediterránea en España, la proporción de niños obesos subió del 7,5 al 13,9 por ciento en los últimos 20 años”, afirmó el presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria, Luis Serra. La entidad efectuó una encuesta sobre más de 3500 chicos, según la cual “comen demasiada carne, huevos y pescado, es decir demasiadas proteínas”. Entre los 6 y los 13 años predomina el exceso de dulces y golosinas; desde esa edad, prevalece la ingesta excesiva de carne y huevos. “El consumo de refrescos aumenta espectacularmente a partir de los 10 años.” Y, contra lo que pudieran suponer las almas bucólicas, “los niños comen peor en el campo que en la ciudad”, ya que “consumen menos frutas, verduras, yogur y pescado”.
La dieta mediterránea, que distinguía a países como Grecia, Italia y España, se basa en el consumo de alimentos frescos o poco procesados, frutas, verduras, aceite de oliva, cereales, pan integral, pastas, legumbres, nueces, frutas secas, lácteos fermentados en lugar de leche fresca, poco huevo y carnes de ave o pescado. Se encontró una correlación entre esta dieta y una baja tasa de enfermedades cardiovasculares.
Bernardo Leighton, jefe del laboratorio de Citología Bioquímica y Lípidos de la Universidad Católica de Chile, señaló algo parecido a lo que advierten los españoles: “La dieta chilena, con alto consumo de pescado, vino y verduras, se acercaba a la mediterránea, con el resultado de que todavía tenemos los índices más bajos de América en enfermedades cardiovasculares; pero en los últimos años crece cada día la comida rápida y se toman cantidades desmedidas de bebidas gaseosas”.