SOCIEDAD › LAS DESCARGAS PARA LEVANTAR LOS TERRENOS

Para unos, basura; para otros, suelo

 Por A. B.

A toda hora, los siete días de la semana, camiones de basura y transportadores de contenedores ingresan al 17 de Noviembre para descargar allí lo que otras personas, en otros barrios, descartaron de sus casas. Es decir que los desechos de un sector de la población se convierten, de un momento a otro, en el suelo donde otro sector come y duerme; donde miles de niños y niñas juegan. Donde, en el caso del nuevo barrio de Lomas de Zamora, más de 3600 familias viven. Pero la distribución de los elementos que traen sin cesar esos camiones es también una fuente de subsistencia para otras personas que cobran dinero por separar las descargas de los camiones de chatarra y cartón –elementos que luego venden–, y desparramarla en los lotes.

“Mientras no tiren desechos tóxicos, que traigan lo que quieran. El problema aparece cuando tiran químicos. Ahí se pudre todo y nos tenemos que ir.” Juan tiene 26 años y trabaja en las “descargas” desde los 14. Antes de llegar al 17 de Noviembre pasó por los basurales del Mercado Central y el Ceamse, entre otros.

Forma parte de un grupo de cinco hombres que, como él, viven de la actividad. En cada día de trabajo generan como mínimo mil pesos, a repartir entre todos, sólo de la venta de las cosas que rescatan de entre los desechos. A eso, le suman entre “150 y 200 pesos que pagan los dueños de los lotes por rellenárselos”, apuntó tras remarcar: “No estaría acá si no hubiera plata. Ni loco”.

Su trabajo consiste en guiar a los camiones desde la entrada del barrio a los diferentes puntos de descarga que hay en el interior. En la actualidad, son seis pero “van cambiando todo el tiempo”, continuó Juan con la explicación. Es que las llamadas “descargas” son en realidad lotes de vecinos que le pagan a Juan y su grupo para levantar el nivel de sus terrenos. “Una vez que rellenamos el predio, la descarga se muda a otro lugar”, señaló.

De los camiones baja de todo: escombros, basura, chatarra y cualquier otra cosa que entre en la imaginación de los lectores –caminando el predio pueden encontrarse desde monitores de computadoras hasta gomaespuma, carteles de publicidades y rollos fílmicos–. Juan y su equipo se dividen en dos grupos. Quienes trabajan de noche tienen la tarea de separar lo que ellos pueden vender y “que no les sirve de nada a la gente de acá, porque lo que necesitan es tierra, piedra, y no cartón o chatarra”, y apilarlo a un costado de la descarga. Durante el día siguiente, Juan carga esa pila en un contenedor hasta llenarlo, cuando lo retira con un camión y lo vende.

“Les hacemos un doble favor porque limpiamos todo lo que llega de chatarra y cirujeadas, y les emprolijamos el terreno”, continúa Juan, luego de jurar que no tiene nada que ver con los punteros que se adueñaron del negocio del relleno en el barrio. “Yo laburo por la mía y arreglo con los vecinos”, sostuvo. Muchos habitantes del predio aseguran que son los punteros políticos los que dirigen hacia dónde tienen que ir a descargar los camiones “y encima, algunos te piden una colaboración para rellenarte tu zona. Si no les pagás a ellos se llevan el camión a otro lado. Acá nada es gratis. Todo se maneja de la misma manera”, concluyó Fernanda.

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