Dom 19.01.2003

SOCIEDAD • SUBNOTA  › ARTESANOS Y VIEJOS HIPPIES ELABORAN NUEVOS PROYECTOS

El boom trae planes que dan para rato

Por A. D.
Desde Villa Gesell

Se sabe. Buena parte de la costa se prepara en este momento para un plazo mucho más largo que el de una temporada. Los datos, el tipo de afluencia, las características de los turistas, los movimientos comerciales son algo así como una promesa a largo plazo. El veranito tiene aquí la capacidad de despertar a los que durante los últimos años parecían resignados a pasar la temporada. Gesell es uno de los emergentes de ese proceso. La Villa, sus habitantes, los viejos hippies, los artesanos, aquellos herederos de las décadas pasadas volvieron a ocupar las calles, las tiendas, a pensar, eso es, en una Villa a largo plazo. En esa metamorfosis, los dueños reales de la Villa, aquellos que hasta ahora estuvieron fuera de la fábrica del verano, volvieron a ensayar proyectos, a reabrir locales a diseñar espacios alternativos para ese público que vuelve a moverse dentro de las fronteras tan a largo plazo como ellos.
“La estacionalidad está cambiando, eso es uno de los datos más importantes”, dice ahora Jorge Ziampris el hombre que desde el área de Turismo de la Villa intenta un análisis entre el presente y las expectativas de la pretemporada. “La gente extendió su plazo de vacaciones –sigue Ziampris–: el 2002 no lo cuento porque para todo el mundo fue una temporada perdida, pero si comparo 1999 o 2000 y 2001 me doy cuenta de que pasamos de un promedio de doce días o menos a unos quince días por persona.” La Villa pasó de convertirse en una opción de fin de semana a trasformarse en punto de reposo estacional sobre todo para quienes optaban por vacaciones fuera del país. Esos cambios harían que la Villa se sumergiera en una especie de túnel del tiempo, justo sobre la línea de finales de los `80 cuando la ciudad tenía 90 días con 700 o 800 mil personas. En los últimos años esto se había modificado. “Las temporadas se fueron reduciendo de 90 días a 45 donde tal vez contábamos en la mitad del tiempo con un total de un millón de turistas.”
En función de esa caída que se hizo contraste en los últimos años, los resultados del año pasado pusieron en jaque buena parte de la estructura comercial. Se cerraron locales y bares como el mítico podio de la Jirafa Roja. Este verano aquel local volvió a abrirse, pero funciona como sólo una de las nuevas alternativas que ensayan los viejos pobladores de la Villa. Cerca de ahí, sobre la avenida 3 y la 105, un grupo de gesellinos abrió el Club Vinilo, uno de los sótanos desde donde se busca reinstalar la psicodelia como una concepción del espacio, de las relaciones, de las formas de estarse aquí en este rincón de las playas argentinas.
Para muchos aquella zona donde Gesell se hace médanos, bosques y playa entrando a Mar de las Pampas, es una de las nuevas herramientas de la Villa para reconquistar a los que se habían ido. En los últimos años éste es tal vez uno de los lugares con más desarrollo en la costa. Aunque los alojamientos no son demasiados, el nivel de crecimiento da cuenta del desarrollo. Mar de las Pampas cuenta en este momento con 3000 plazas sobre las 97.647 de todo la Villa. Para el 2003 sólo esa porción de Gesell se presentaron otros 200 planos de obras. “Mar de las Pampas está bien pero no estalla –dice Ziampris–, hay que acordarse de que la capacidad de alojamiento es chica y es para un público específico.” Ese público específico son familias, en general jóvenes con niños muy niños o adolescentes no tan grandes. El 45 o 46 por ciento de los turistas gesellinos.

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