Lunes, 4 de julio de 2011 | Hoy
Por Natalia Garavano *
En los últimos días, la modelo Natalia Fassi lanzó en Twitter una foto titulada “Maldita decisión” en la que se la puede ver semidesnuda, embarazada de 8 meses, clavándose dos jeringas en su panza, sobre la que lleva tatuada la palabra “Vida”. Este es el nombre que dará a su hija.
La imagen, además de ser desagradable y violenta (sangre corre por sus piernas producto de esa “maldita decisión”), es la primera de una serie de fotos que la modelo fue lanzando día tras día hasta el momento de la presentación oficial de esta campaña “pro vida” en el Congreso nacional. Son varias las preguntas y reflexiones que surgen al ver la campaña de la cual Fassi es sólo la cara visible.
La primera es por qué la violencia y el morbo son siempre el centro de las campañas “a favor de la vida” o, como correspondería llamarlas, campañas antiderechos. El recurso del “terrorismo mediático” no es nuevo. Al habitual uso de imágenes del feto descuartizado, ahora se suma esta nueva modalidad “pro vida sexy” que incluye sangre, lágrimas negras y agujas. Estas campañas tienen por objeto presentar al aborto como un flagelo, “una práctica que perjudica física y psicológicamente a la mujer y le trae consecuencias que en muchos casos son irreversibles”, en términos de la diputada Cynthia Hotton.
No sorprende la utilización del golpe bajo, siempre presente en este tipo de campañas. Pero en esta ocasión el despliegue de toda una serie de recursos violentos y morbosos, sumados a la banalización de la temática a través de la elección de una figura como Fassi, nos dice varias cosas. Las modelos, exponentes mediáticas de la mujer cosificada y estereotipada, distan mucho de representar a la mayoría de las mujeres. Pero además, en sus 8 meses de embarazo lejos está de representar un embarazo saludable y vital –aumento sólo 4 kilos durante este período–. “Farandulizar” la discusión sobre el aborto, un tema que requiere un debate informado y serio, que compete a la sociedad en su conjunto, y presentarla desde una exposición violenta y de mal gusto, deja entrever la intención deliberada de desviar e invisibilizar la real discusión que debe generarse en torno de este tema.
La realidad es que las mujeres abortan y lo seguirán haciendo a pesar de la existencia de campañas y voces opositoras y de la amenaza de la sanción penal. Instalar el terror en las mujeres –objetivo de esta perversa campaña–, y presentar al aborto como un hecho traumático para quienes decidan hacerlo no parece ser la estrategia adecuada para reducir este número. Por el contrario, esto se logra con políticas de educación sexual y anticonceptivos para poder elegir el momento del embarazo, o anticoncepción de emergencia para las situaciones de violencia que terminan en embarazos no deseados.
El problema no es el aborto en sí mismo, sino las condiciones en las que frecuentemente se realiza. Si a la angustiosa situación del embarazo no deseado se suma la obligada clandestinidad –que pone en riesgo la vida y la salud de las mujeres, especialmente la de aquellas que no pueden acceder a una clínica segura, higiénica y sobre todo muy cara–, el aborto se vuelve así una experiencia traumática. Este es el verdadero problema: un problema de derechos humanos y salud pública, que afecta fundamentalmente a las mujeres pobres y que debe resolverse desde el Estado.
Existen nuevos métodos que permiten la interrupción de los embarazos no deseados con menor riesgo para la vida y la salud de las mujeres, como el aborto medicamentoso, recomendado por la OMS por su eficacia y bajo riesgo de muerte y complicaciones. Este parece ser, sin dudas, el nuevo objeto de la embestida. Ante la imposibilidad de regular las prácticas de este tipo (por el surgimiento de iniciativas como la “Línea Aborto: más información, menos riesgos”) el “terrorismo mediático parece ser la estrategia elegida por algunos grupos para ir contra el derecho humano de las mujeres a decidir”.
* Socióloga. Investigadora del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA).
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