Lunes, 19 de septiembre de 2011 | Hoy
Por Pedro Lipcovich
En la conferencia central que usted dictó en el reciente Congreso de Pediatría en Buenos Aires, planteó que la prevención de la obesidad puede considerarse ya en los dos primeros años de la vida. ¿De qué modo?
–En general, los pediatras empezamos a considerar la obesidad en el niño a partir de los cinco o seis años, pero en los últimos años la investigación se amplió a los primeros dos años de vida. Estamos colectando evidencia de que cuando un nene de esa edad, aun dentro de los rangos normales, gana peso un poco más rápido que los demás, tiende a acumular células adiposas, y el riesgo es que llegue a los siete o diez años ya con exceso de tejido adiposo. Un chico obeso a los diez años tiene 80 por ciento de chances de serlo a los 30. Conviene llamar la atención de los pediatras para que cuando, aun dentro de lo normal, un chico crece un poco rápido en los primeros dos años, examinen cómo es la conducta alimentaria en la familia –sostuvo Benjamín Caballero, titular del Centro de Nutrición Humana de la Universidad Johns Hopkins.
–¿Qué deberían saber los padres sobre este riesgo en chiquitos todavía dentro del peso normal? ¿Qué tipo de alimentación puede promoverlo?
–Por de pronto, hay acuerdo universal en que, los primeros seis meses, la alimentación debería ser exclusivamente por lactancia materna: no sólo por la calidad de esta leche, por su capacidad para proteger de infecciones, sino porque es autorregulada: el bebé decide cuánto tomar. El biberón, en cambio, la madre se lo pone hasta que termine y, si no, “¿qué le pasa al nene que no me come?”. Y la leche tiene una densidad calórica relativamente baja. Un chico alimentado exclusivamente a pecho durante los primeros seis meses crece mucho menos que alimentado “a fórmula”: la OMS ha reconocido esto y sus últimas curvas de crecimiento normal se basan en niños exclusivamente amamantados; en esto, menos es mejor.
–¿Qué otro factor hay que tomar en cuenta en cuanto al peso del chiquito hasta los dos años?
–La alimentación complementaria: si bien la lactancia materna debería continuar por lo menos hasta el año, cuando el niño llega a los cinco o seis meses ya no le alcanza para cubrir sus necesidades. Entonces hay que darle alimentos que tengan valor nutricional, con hierro, vitaminas, no puramente calóricos: muchas veces se le pone en el biberón bebidas azucaradas o jugos con muy poco valor nutricional. Claro que las madres deben tener la posibilidad de acceder regularmente a alimentos de calidad.
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