SOCIEDAD • SUBNOTA
› Por Mariana Carbajal
En La cacería del ángel se cuentan otras historias de abuso. Gabriel, alumno del colegio entre los ’60 y los ’70, revela que fue violado a los 8 años por un pibe del barrio en la casa de otro vecino y muchos años más tarde, cuando cursaba el sexto año del secundario, revivió crudamente esa escena, cuando Palomo, el profesor de Historia, lo invitó a ir a su casa, al regreso del viaje de egresados. “Me dijo que quería hacerle un regalo a la promoción. Quería hacer unas tarjetas personalizadas con el apodo de cada uno. (...) Cuando Palomo abrió la puerta, me lo encontré en cueros sosteniendo con la mano izquierda una toalla que lo cubría de la cintura para abajo. (...) Mientras se retiraba hacia el baño me dijo: ‘Me estaba bañando’. Pero el tipo estaba seco. (...) Cuando terminó fue hasta su habitación y me llamó. (...) ¿Qué podía pensar en ese momento de un hombre que era mi profesor y estaba casado? Palomo estaba acostado y tenía un aparato en la mano. Era un masajeador. Entonces me dijo: ¿No me hacés unos masajes? ¿Adónde le hago los masajes? Por acá. Y me mostró la panza. ¿Querés que te haga yo a vos? ¡No, gracias! Me sentía muy incómodo. Estaba aturdido y no atinaba a moverme. Al ver mi incomodidad Palomo se incorporó, me pidió la lista con las ocurrencias y se quedó sentado al borde de la cama con la toalla en la cintura. ¿Cómo le dicen a fulano? ¿Y a fulanito? ¡Qué divertido! Después voy a hacer las tarjetitas. ¿Querés tomar algo? Debo haber dicho ‘bueno’ porque Palomo fue hasta la cocina, trajo una gaseosa y cuando me la estaba dando me volcó unas gotas en el muslo cerca de la ingle. ¡Ay, disculpame! ¡Esperá que te limpio! Y trajo un trapo. Desabrochate el pantalón. No es necesario. Déme el trapo que me limpio así nomás. No. Yo te limpio. Y me desabrochó el pantalón. Me desabrochó el pantalón y metió la mano para limpiar la mancha. La situación era insostenible. Yo estaba paralizado. Todo era ambiguo y ningún adulto me había abordado así. En ese momento escuché la voz de Palomo que decía: ¡Mirá qué lindo calzoncillo que tenés! Y acto seguido me la quiso chupar. Me la quiso chupar. Eso es lo que quiso hacer. La situación me descolocó y en parte logró su objetivo. No lo puedo negar.”
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