Miércoles, 12 de febrero de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › BOMBEROS EN BARRACAS
Una espiral de humo ascendía sin demasiada fuerza desde la masa de hierros retorcidos. Las cenizas, desde el fondo, ardían. Dos bomberos, trepados sobre las chapas negras, buscaban por dónde colar el agua. Otros tantos, ya más relajados, conversaban en la calle. Hasta ayer, el incendio en el depósito de Barracas no había podido ser extinguido en su totalidad. Si bien las tareas de los bomberos mermaron en su intensidad, aún no han finalizado. Tres dotaciones de bomberos seguían rociando el galpón derrumbado de Iron Mountain. Hoy se cumple una semana del trágico siniestro, en el que fallecieron nueve bomberos.
En la esquina de Gaspar de Jovellanos y Quinquela Martín, el motor de una autobomba no se detenía. Las mangueras ya no eran sostenidas por bomberos encaramados en lo alto de una escalera, sino que serpenteaban por la calle, subían los escombros y se las dejaba abiertas, con la intención de inundar el fondo del galpón. Cada tanto, los bomberos cambiaban de lugar el tiro de las mangueras. Su tarea ya no demandaba la urgencia de los primeros días. Se los veía tranquilos, con tiempo para cruzar algunas palabras entre ellos, pero a la vez expectantes: la mirada fija todo el tiempo en la montaña de hierros oxidados.
Las calles que rodean al depósito recuperan de a poco su ritmo habitual. La zona sigue cercada, es cierto, pero la presencia policial disminuyó con el correr de los días. Algunos curiosos todavía se acercan hasta el lugar y sacan un par de fotos. “Mirá cómo quedaron aquellos árboles, están de un lado verdes y del otro chamuscados”, comentó Aurelio, un vecino de Barracas, de 80 años, en referencia a los pocos árboles que quedaron de pie, rodeados de escombros, en la vereda par de Gaspar de Jovellanos al 1200.
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