SOCIEDAD
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Cuestión de zapatillas
“Como Roberto no tiene zapatillas, prefiero que Sabrina siga y hacerle perder a él un año.” La que habla es María del Carmen Barrios, madre de dos adolescentes con serios problemas para (re)insertarse en el sistema escolar. Su hija, de 16, entra a tercer año del polimodal y el varón, de 15, recién ingresaría en primero, y como el dinero no le alcanza para los dos sólo se le ocurre una decisión signada por cierta lógica dentro de la desesperación. Ni hablar, entonces, de conseguir elementos “de lujo” como hojas y lapiceras.
“Este año es terrible”, repite María del Carmen, que trata de entender cómo todo se le vino abajo más que nunca. Trabaja por horas en limpieza de casas de familia y con eso juntaba mensualmente unos 350 pesos el año pasado pero ahora apenas llega a los 100. Se anotó en el plan Trabajar pero no pudo hacerlo en el de jefas de familia “porque empiezan con las que tienen muchos hijos y yo tengo nada más que dos”.
Y nada menos. Ninguno de sus hijos trabaja porque “me los van a basurear por poca plata, mil veces prefiero que estudien”. Sin embargo, hasta eso parece estar prohibido. Si Sabrina finalmente puede cursar su último año de secundaria “tendrá que arreglarse con algunas hojas que le quedaron del año pasado” mientras ve si en el trueque consigue algo mejor. Eso no es todo. La chica tendrá que ir caminando las 30 cuadras que separan su vivienda de la escuela, porque ya no puede pagar el boleto.
“Quiero anotarlo a Roberto acá (en la Escuela Media 12) pero no tengo para las zapatillas –se justifica María del Carmen–. En el trueque salen 40 créditos y no los puedo juntar porque hay gastos más urgentes.” Hasta el 2001 Sabrina fue una de las beneficiarias de las becas pero “las sacaron, no sé, ahora dicen que las pusieron de vuelta y con eso por lo menos tiraría”. “Yo veo que mi hijo no va a poder estudiar porque no tiene zapatillas –se queja–. Antes siempre las tuvo, date cuenta hasta dónde llegamos.”
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