Jue 07.03.2002

SOCIEDAD • SUBNOTA  › OPINION

Una discusión política

Por Martha Rosemberg *

No voy a repetir los argumentos que demuestran la venalidad científica del fallo de la Corte. Los aspectos científicos han sido probados en respetables academias. El tema es la utilización de estos datos y sus mistificaciones. Esta discusión no es científica, es política y pone en juego el avance político vaticano contra la libertad de las mujeres sobre su vida sexual y procreativa. El tema es la libertad de decidir si se quiere o no tener un hijo y los numerosos factores que impiden ejercer esa libertad. Hay formas científicas de regular la fecundidad a las que muchas, teniendo derecho, no tienen acceso. Hay violaciones y relaciones atravesadas por la violencia en las que las mujeres no tienen oportunidad de decidir. El embarazo no puede ser un castigo por la sexualidad -cualquiera sea su calidad– ni para la mujer, ni para los hijos. Es en eso en lo que discrepamos con la Iglesia: creemos cosas distintas. Nosotras, en la autonomía de nuestras elecciones y en nuestra voluntad de tener o de no tener hijos. Ellos, en el cumplimiento de las maldiciones bíblicas, que anhelan para demostrar su verdad.

Las disquisiciones acerca de si la anticoncepción de emergencia es o no abortiva se dejan llevar a un engañoso sentido común –nadie quiere el aborto– que oculta un hecho tan común como ése: cuando no han podido evitar el embarazo, muchas mujeres -.y varones– prefieren un aborto a tener un hijo. Las cifras cantan: en nuestro país hay 700.000 nacimientos por año y 450.000 abortos. Esas mujeres tienen derecho a disponer los medios más eficaces para evitar embarazos involuntarios y por lo tanto, abortos. La anticoncepción de emergencia no busca impedir un nacimiento, sino prevenir un aborto en la clandestinidad y sus riesgos, que varían según la posición socioeconómica.

La Suprema Corte de Injusticia se cierne de nuevo con sus fallos sobre la ciudadanía, que no tiene por qué soportar –en el mejor de los casos– el peso de sus convicciones religiosas. En el peor, las gambetas politiqueras mediante las cuales pretende reforzar su tambaleante situación, ofreciendo sacrificio a la Iglesia para legitimarla como el brazo social del Estado. Que también hace su negocio: en lugar de administrar justamente la riqueza producida por el esfuerzo de todos, pretende absolverse otorgando limosnas a las víctimas que su injusticia genera. Por eso, éste es un problema más de nuestra democracia que merece ser incorporado desde la agenda del movimiento de mujeres a la ya larga lista de demandas que levantamos cada jueves ante los oídos sordos de la Corte.


* Psicoanalista Foro por los Derechos Reproductivos.

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