Recuerda el basural, el pasto alto y los autos abandonados por todos lados. También se recuerda en la esquina “sin hacer nada”, sólo matando un tiempo que parecía interminable. “Es un sueño. Lo pienso hoy y no lo puedo creer”, confiesa Diego Docteur, de 22 años y uno de aquellos doce chicos que comenzaron a escribir esta historia. Hoy cursa segundo año del profesorado de educación física, es entrenador de equipos infantiles y el número 11 de la Primera.
“Mediante el deporte y la cultura se crean valores diferentes. Colectivamente recuperamos la alegría de la gente y la calle como un espacio social del barrio, como un lugar de encuentro de la comunidad y no de temor o inseguridad”, remarca, y explica: “La diferencia con otros clubes es que acá juegan todos, no sólo los mejores, y que no fomentamos la competencia a cualquier precio, sólo queremos que los chicos se diviertan y crezcan pensando en los demás”.
Mariano Vidal es de los más nuevos en el club: llegó en 2000, luego de cuatro años de haber dejado el fútbol profesional asqueado “del negocio y el maltrato”. “Estuve un par de años en Morón y en otros equipos del ascenso, pero estando adentro te das cuenta de muchas cosas, que no existe el compañerismo, que tenés que ser vos y vos, y todo es más difícil si no querés tener representante.”
Es el lateral derecho del equipo, aunque se anima y también juega por izquierda. A los 29 años creía que nunca volvería al profesionalismo, pero cuando visitó Chaco Chico no tuvo ni tiempo para pensarlo. “No sabía ni dónde quedaba, pero vine y no podía creer cómo se laburaba, estaba fascinado. Además, la parte humana no se puede creer, es la gran diferencia con otros lugares. Pensá, hace dos años que estoy y sigo saliendo de un trabajo de todo el día y vengo acá contento. Sin duda, algo hay.”