SOCIEDAD
• SUBNOTA › LA VISION DE UN PSICOANALISTA SOBRE EL CASO
“Un claro síntoma social”
› Por Andrea Ferrari
¿Qué le sucede a un chico cuando se lanza a morder a sus compañeros? Al psicoanalista Juan Carlos Volnovich la pregunta lo retrotrae a los comienzos del psicoanálisis de niños en la Argentina, “que nació –dice– con Arminda Aberasturi, la mujer de Pichon Rivière. Uno de los primeros casos en la década del 50 fue el de un niño de cinco años que había asesinado a su primito, un bebé recién nacido en el moisés. Los padres lo dejaron con el bebé y cuando llegaron encontraron con que estaba con un tapón de algodón en la boca. El juez la consultó a Aberasturi para ver qué podía decir. Fue muy interesante porque ella recibió al chiquito con el papá en su consultorio. Y el pibito agarró una pelota que encontró y se la pasó al papá, que a su vez se la devolvió y así siguieron. La primera interpretación de Aberasturi fue ‘me parece que ustedes se están pasando la pelota’. A partir de ahí se va reconstruyendo cómo fue un crimen inducido. Hay algo del mandato de los adultos que los pibes toman y ponen en acto con otros pibes. Los adultos lo miran asombrados y se preguntan por qué sucedió”.
Volnovich se plantea que la primera pregunta para hacerse es qué pasa por la cabeza de un chico “para tener una acción canibalística, antropofágica con otro pibito, cuando se trata en toda cultura de una prohibición inaugural”.
“Pero en una cultura como la nuestra –sigue–, donde comernos unos a los otros es tan frecuente, no sería nada raro que este pibito haya puesto en acto una fantasía que tiene que ver con eso, con transgredir la prohibición.” Sin embargo, Volnovich sostiene que “en cierto sentido podría decirse que acusar a la maestra o a la escuela sería hacer el juego a la privatización de la culpa que es en realidad una culpa social. Es acto individual que constituye un síntoma social. No quiero decir que el chico no necesitaría tratarse y ver qué lo llevó a morder ni que no haga falta revisar la estructura de la institución que permitió eso. Pero antes de escandalizarnos ante el hecho, hay que tomarlo como lo que es, no un síntoma individual sino un síntoma social”.
“Hay mucha violencia en la escuela –añade– y chicos que tienen una conducta muy agresiva. Pero no quisiera contribuir a instalar la idea –que viene del crimen en Londres– de pibes muy chiquitos capaces de estos actos, porque eso supone que se convaliden medidas represivas y sanciones. Así se contribuye a la imagen de niños peligrosos, cuando lo que sucede en esta cultura es que los chicos están en peligro, en peligro de ser exterminados, excluidos.”
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