Lun 10.11.2003

SOCIEDAD • SUBNOTA  › POR QUE ALBERTO MANGUEL

Vidas literarias

› Por Sergio Kiernan

Entre las historias de su bestseller internacional Una historia de la lectura, Manguel hace una suerte de autorretrato de un lector. Hay experiencias familiares para el que tenga el virus del papel, como la de hacerse el dormido y esperar que los padres se acuesten para seguir leyendo a escondidas. Está la excitación de los descubrimientos personales, el intercambio con los amigos adolescentes, los comienzos de cadenas de palabras que duran toda la vida y llevan a los lugares más inesperados. También hay momentos francamente envidiables, como que el muy joven librero Manguel sea reclutado como lector por el ciego Jorge Luis Borges. Todo esto intercalado por una verdadera historia del acto de leer –y también de escribir, encuadernar, distribuir, imprimir– que incluye hasta el descubrimiento del acto de leer en silencio.
El libro fue escrito en inglés y, para el lector argentino, tiene un ángulo peculiar y algo melancólico: ser producto de una Argentina difunta, donde personas que ven la cultura como la ve Manguel eran un producto abundante y constante. Este porteño leído mantiene una actitud que supimos conseguir y también, parece, perder: la de leer, digerir, y luego hablar y escribir sobre cualquier obra del mundo como si fuera propia. Kafka como escritor costumbrista, Séneca como cimiento de nuestra cultura –y no de la italiana–, Stevenson como una costumbre circular de Borges, Hesse como un rito adolescente. Esa actitud, que le permitió a Marechal poner sus diosas griegas azuzando a los mortales en una esquina de Villa Crespo, es sorprendentemente escasa en este mundo.
Como cuenta en este diálogo, Manguel mantuvo este punto de vista pese a sus muchos años en el exterior, muchos más que los vividos en su país. Hijo de diplomáticos, educado aquí y allá, y en más de una lengua, este escritor, novelista y ensayista es ciudadano canadiense y vive en Francia, en una propiedad rural antigua y elegida para albergar su bestia privada, la biblioteca. Con el francés como lengua cotidiana y el inglés como lengua literaria, Manguel mantiene sin embargo un impecable castellano de por acá, sin el menor contagio, tributo a su eje lingüístico. Su visita más reciente a esta ciudad que ya le resulta fantasmal fue para presentar la edición local de su último libro, Leyendo imágenes, una excursión a ese otro lenguaje, el de las formas.

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