SOCIEDAD
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Dos policías que soñaban con el bronce
- Angel Domingo Casafús: Se hizo cargo del llamado “Grupo Antisecuestros” el 16 de julio de 2002. Llegó allí desde la conducción de la DDI de Mercedes. Tuvo alta exposición desde un principio y no sólo porque desde que asumió en el territorio bonaerense se incrementaron los secuestros extorsivos, el principal delito que debía combatir. Apenas una semana después de quedar al frente de la Dirección de Investigaciones Complejas y Narcocriminalidad, tuvo que ofrecer su primera conferencia de prensa para admitir que tres policías de Investigaciones Complejas de Lomas de Zamora habían participado en el secuestro de un joven, hijo de un comerciante de Rafael Calzada. A la víctima la habían tenido encerrada en el coche particular de uno de los policías secuestradores y una llamada a la familia se había hecho desde la misma sede policial a la que pertenecían. Casafús tuvo su momento de gloria. Pero le duró poco. Fue con la detención de la banda que había secuestrado y asesinado al joven Diego Peralta, en El Jagüel. El día del anuncio, la lengua lo traicionó: “Encontramos el cuchillo tramontina”, dijo aludiendo al arma que había sido utilizada para matar al joven Peralta. Todavía no se había realizado ninguna pericia. Después, la resolución del caso quedó en duda cuando se descubrió que el principal investigador, el comisario José Hernández, hombre de confianza de Casafús, había participado en otro secuestro anterior. No es la investigación sobre sus bienes su único dolor de cabeza. El comisario de contextura robusta y cara de tipo malo corre peligro de ser procesado por falso testimonio en la causa en la que se investiga el homicidio de María Marta García Belsunce. Una foja de servicios para el bronce.
- Claudio Smith: Tiene bigote grueso y mirada seria. Hombre de confianza del ex presidente Eduardo Duhalde, estaba a cargo de la Dirección de Seguridad de la provincia. Era virtualmente el segundo de la policía, pero hay quienes lo señalan como la persona que, en la práctica, manejaba los hilos de la Bonaerense. Curiosamente, en 1997, estaba en disponibilidad. Dicen que en la fuerza le tienen miedo. Su historial salpica dudas. Está procesado por entorpecer la acción de la Justicia, en una causa en la que su deliberada dilación permitió que se evaporaran a tiempo aguantaderos y un laboratorio de drogas en villas de Lomas de Zamora, su antiguo territorio. Allí fue jefe de la Departamental. En 1985 estuvo involucrado en un sonado caso de gatillo fácil: por la llamada Masacre de Villa Albertina, ocurrida el 17 de junio de aquel año, quedó acusado y detenido. En esa ocasión, una comitiva policial integrada por Smith entró a una villa de esa localidad de Lomas y, tratando de capturar a tres ladrones, dispararon contra una casilla en la que había una familia y mataron a tres inocentes. El hecho quedó impune.
Tres años después se ocupó de la investigación por el homicidio de una oficial de policía, María Alzogaray. La mujer murió con seis tiros cuando cumplía una guardia en la puerta de la casa de un funcionario judicial. Smith cerró el caso, aunque se sospechaba de que se trataba de un mensaje mafioso.
El comisario tiene aceitados contactos con Duhalde. Su padre, Santos “Cacho” Smith, fue intendente de la residencia de Olivos durante el año y medio en el que Duhalde la ocupó. Un hermano del comisario, Oscar Smith, hoy desaparecido, fue líder por años del poderoso sindicato de Luz y Fuerza.
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Dos policías que soñaban con el bronce