SOCIEDAD
• SUBNOTA
En la cola desesperada de los que necesitan insulina
› Por Mariana Carbajal
Segundo Gigena, de San Martín, está tirado en la cama, sin aplicarse insulina desde el lunes. A Otilia Garrido, de 76, le queda apenas “un poquito” en un frasco. Otra señora, de 67, piensa suprimir la aplicación nocturna y también la cena y mantener sólo la inyección de la mañana para alargar las dosis que le quedan. Mientras ayer el Gobierno anunció la llegada al país de un cargamento de 12 toneladas de insulina enviado desde Brasil, que comenzará a repartirse gratuitamente hoy, en la cola de la Liga Argentina de Protección al Diabético las historias dramáticas –al borde del abismo– se multiplicaban. Ante la persistente ¿desaparición? de la insulina en las farmacias, centenares de diabéticos o sus familiares se volcaron en masa a la entidad que, gracias a la donación de laboratorios, contaba con frascos para paliar la emergencia. “Pero esto se terminó. El Gobierno tiene que hacerse cargo del problema y determinar dónde está la insulina, quién la está guardando. Nosotros ya no tenemos stock”, advirtió María Inés Ortiz, vicepresidenta de la Liga. La entidad convocó a una movilización para hoy a las 10 en la Plaza de Mayo para exigir una solución al presidente Eduardo Duhalde.
Según informó ayer Juan Carr, titular de la Red Solidaria, la distribución de la insulina donada por el gobierno brasileño se hará “mediante las asociaciones de diabéticos”. Carr, que se acercó hasta el Aeroparque Metropolitano adonde, por la tarde, llegó en el Tango 03 un primer cargamento con la insulina, recomendó a quienes necesiten la sustancia comunicarse con los teléfonos 4796-5828 y 4371-8185, de las principales entidades de diabéticos, para conocer dónde conseguir los frascos. El segundo cargamento de Brasil fue trasladado al país en un Hércules-130 de la Fuerza Aérea que además trajo dosis de medicamentos oncológicos y para enfermos de sida, según informó el canciller Carlos Ruckauf. En total, llegaron medio millón de dosis de insulina, por un valor de 1,26 millón de dólares.
Con la ayuda brasileña, el Gobierno pretende enfrentar la gran crisis de abastecimiento que padecen centenares de diabéticos afiliados del PAMI y de otras obras sociales a los que las farmacias no les entregan la sustancia si no la pagan en efectivo. Tampoco hay provisión de insulina en los hospitales bonaerenses y en muchas farmacias remarcaron los frascos.
Ante este panorama, la Liga Argentina de Protección al Diabético se convirtió en La Meca de las personas que padecen la enfermedad. La entidad consiguió en los últimos días donaciones de laboratorios y estaba entregando gratuitamente los frascos. Pero el martes fue tal la avalancha de necesitados –750 personas en cinco horas– que se quedaron sin stock y tuvieron que dar 180 números con la promesa de entregarles la insulina ayer. La entidad logró otras donaciones a lo largo de la tarde, pero en cuentagotas. “La situación es trágica. Hemos sido totalmente desbordados por los innumerables pedidos de personas, que no dejan de llegar o de llamar por teléfono”, describió a Página/12 la vicepresidenta de la Liga. Ayer, la cola comenzó a formarse en la puerta de la entidad, Tucumán al 1500, a partir de las 7.30 de la mañana. Una chica pedaleó durante dos horas desde algún punto del conurbano –porque no tenía plata para el boleto de colectivo– y se plantó primera. La gente llegó desde distintos barrios de la Capital, pero fundamentalmente desde el Gran Buenos Aires y el interior de la provincia. Ramona Sarco, por ejemplo, desde Loma Hermosa, partido de San Martín. Su cuñado, Segundo Gigena, de 55 años, está postrado en la cama sin aplicarse insulina desde el lunes. “Se atiende en el Hospital de Villa Ballester pero le dijeron que no tienen para darle y él está con 500 de azúcar”, contó la mujer, cuyo drama no terminaba ahí: su marido tiene glaucoma en ambos ojos y el PAMI no le entrega los medicamentos que necesita y ellos, con una pensión de 280 pesos y dos hijos a cargo, no pueden comprarlos. Otilia Garrido, de 76 años, es jubilada. Los remedios para la diabetes le cuestan 32 pesos y los que necesita por el colesterol 50. A eso debe sumar los de su marido quesuman 70 pesos más. Y no consigue insulina. “Me queda un poquito en un frasco. No sé hasta cuándo me va a alcanzar. Fui al Hospital de Clínicas donde me atiendo y tampoco tienen”, contaba su calvario, esperando la llegada de la insulina.
Graciela Vomaro se acercó a la Liga con la receta de insulina de su madre de 67 años, que vive en Floresta y también es afiliada del PAMI. “En las farmacias me dicen que sólo me la venden a 50 dólares y en pesos según la cotización del dólar –empezó a enumerar su periplo Graciela–. Fui al PAMI y me dicen que no saben nada, la médica de cabecera me derivó a una farmacia donde me dijeron que sólo les venden a sus clientes. La que necesita mi madre es una insulina humana muy específica. No te puedo explicar la angustia que te provoca no tener una respuesta. Ella me está diciendo que se va a aplicar insulina sólo a la mañana y va a suprimir la aplicación de la noche y no va a cenar. Me siento totalmente desamparada. Nadie se hace cargo.”
Nota madre
Subnotas