LA ECONOMIA SOCIAL
Discurso y práctica
El Gobierno impulsa iniciativas de integración de sectores marginados. Para que el saldo no sea el fracaso se requiere generar un sector orgánico de la economía social.
Por José Luis Coraggio *
Estamos escuchando muchas consignas renovadoras. Pero tenemos que seguir activamente el cómo y el cuándo, y no sólo conformarnos con el qué. Se harán viviendas, pero además generando cooperativas de vivienda. ¿Cómo? El Manos a la Obra generará una economía asociativa y habrá línea de microcrédito del Banco Nación. ¿Cómo se implementa si los funcionarios y las organizaciones no comparten una estrategia de desarrollo de una economía alternativa? Si no hay eficacia apenas se pretenderá cambiar la realidad a través de medios y eventos. O se involucra y potencia realmente la capacidad de todos, con programas coherentes de acción, o no pasará lo que se anuncia. Y cuando actúen las fuerzas que se oponen, desde adentro o desde afuera del gobierno, no habrá quién defienda con conciencia lo que está en juego.
¿Es legítimo dar a la gente esperanzas para que cambien sus expectativas políticas y eso potencie su voluntad? Sí, si hay un proyecto de poder democrático que incluya desde el inicio las organizaciones colectivas y las instancias estatales para movilizar los recursos productivos del país, sobre todo el trabajo, las tierras, el conocimiento, los ahorros paralizados por la especulación. Si no, terminará siendo una manipulación y contribuirá a la pérdida de credibilidad no sólo de los gobernantes sino, lo que es peor, propuestas históricas que se han tomado prestadas como consigna.
Para llevar al imaginario la economía social como una opción de calidad y no como un aguantadero (como pasó con el trueque) hay que facilitar el éxito y difusión de las primeras experiencias, con una rápida reingeniería del sistema de ahorro y préstamos y del sistema de asesoría técnica, y apoyar con seriedad y sin discriminación a los grupos y movimientos sociales que muestran auténtico interés y capacidad para impulsarla. No puede ser una repartija para sostener la coyuntura política. Hay que convocar sin pretender controlar el movimiento, generando el poder político democrático que hace falta para sostener un cambio de sentido popular.
Hay que iniciar otros cambios estructurales. Crear ya condiciones para transformar el sistema de educación, ciencia y tecnología, en una gesta histórica, sin volver a las reformas fallidas del Banco Mundial ni legitimar una deuda asumida sin consulta popular. La democracia de base es esencial para obligar al Estado a disputar la legitimidad de una deuda que no es responsabilidad de las mayorías. Lo que se pague tendrían que pagarlo como deuda social, con penalidades e intereses, los que se beneficiaron con ella, sobre todo los que lo hicieron fraudulentamente. Esto iniciaría la reforma de la propiedad de los activos, porque ya no alcanza con redistribuir el ingreso, hay que restablecer el impuesto a la herencia, dar acceso efectivo al conocimiento y la información para todos, regular mercados y disputar en serio su apropiación por los grupos concentrados y las leyes de patentes norteamericanas respaldadas en la OMC.
Se requiere una actitud de humildad ante la magnitud y complejidad de la tarea. Aprender haciendo, incorporar el conocimiento de todos. Los empresarios, los funcionarios y servidores públicos, los representantes, deben ser puestos en contacto directo con los ciudadanos organizados para hacer juntos. Hay que ayudar al buen gobierno exigiendo que haya una confirmación efectiva, día a día, de que discurso y realidad no se van a disociar, dinamizando la gestión participativa para movilizar recursos, definir prioridades y redefinir qué necesidades son legítimas.
Generar un sector orgánico de economía social y solidaria desde todas los barrios y regiones del país implica una estrategia de desarrollo con lo nuestro que llevará tiempo consolidar. Requiere cambios de actitud en los funcionarios, restableciendo la cultura del servidor público apoyado y respetado por la sociedad a la que sirve. Hace falta menos improvisación oacción mediática y más acción reconocible por la gente en su vida cotidiana. También, que los críticos sean responsables. Es inevitable que haya errores, y los medios o la oposición no pueden hacer su agosto pasando a la crítica sin límites.
Implica no separar lo social, lo económico y lo político. No se trata de tirarle unos pesos a los pobres para ver quienes logran mutarse en microempresarios. Una economía solidaria firme se basa en la democracia participativa, el asociativismo, las redes cooperativas, mercados solidarios y precios justos, antes que en la competencia feroz por nichos mortuorios de mercado.
Implica políticas activas de impulso a sistemas productivos que vinculen las nuevas formas con las empresas dispuestas a invertir y desarrollar las capacidades nacionales y no sólo a extraer rentas acabando con nuestra riqueza ecológica y humana. Una fuerte reforma fiscal que recupere las rentas y favorezca los estímulos a una competitividad auténtica. Una política internacional que de sinergia al movimiento socioeconómico en América Latina y cree alternativas atractivas a esa máquina destructora que es el ALCA.
* Director de la Maestría en Economía Social de la Universidad Nacional de General Sarmiento.