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Domingo, 9 de noviembre de 2003

EL BAúL DE MANUEL

Baúl I y II

Los valores humanos
Del país, tanto como de sus relaciones económicas, puede tenerse una noción positiva y una normativa. La primera muestra al país tal como es o como está. La segunda, el país que debiera ser, conforme a ciertos valores. Es natural, para un país, que su condición actual esté más o menos lejos del país anhelado. Pero aquí, desmedidos en todo, hemos hecho enorme la distancia. En pocos países un sector se dedica full time a ver a quién puede capturar y hacerlo plata, mientras el resto no sale a la calle sin decirse “¿seré yo el próximo?”. En pocos países sobre 20/36 son pobres, 1/5 de la población activa no halla empleo, y apenas un 6/1000 de suba en los precios lleva a la indigencia –a no poder comer todos los días– a 200 mil personas. De aquellos vientos, estas tempestades. El país de hoy en parte se debe al carácter de los argentinos y en parte al deseado quince años atrás. Un país inflacionario, con un Estado burocrático, con empresas públicas gestionadas ineficientemente, con sistemas de educación, salud y seguridad social insuficientes, se lo pretendió mejorar congelando el salario nominal, convirtiendo empresas prestadoras de servicios indispensables en empresas de propiedad extranjera, regidas sólo por el objetivo de la ganancia, sin control autónomo, a trabajadores competentes en “elementos extraños a la empresa y estimados únicamente por su rendimiento económico”*, permitiendo a las privatizadas proveedoras de transporte fijar a qué pueblos del interior servir y a cuáles no, o qué rutas aéreas utilizar y cuáles ceder a otras empresas. La lista es larga, mas no infinita. Lo que sea el país de mañana dependerá de qué país deseado se piense hoy. Es claro que el país que se deseó antes, y se intentó alcanzar a través de legislación sobre flexibilización laboral, privatizaciones permisivas y descontroladas, forzando a aceptar la jubilación privada, etc., fracasó estrepitosamente y generó un país pobre e indigente. ¿No es hora de revertir el mal paso? Restaurar la “primacía de los valores humanos en la producción” y transformar a la empresa en una “verdadera comunidad de trabajo y en una auténtica entidad de servicio”. En la distribución, “que todos sus miembros tengan acceso a los ingresos de la actividad nacional, de acuerdo con sus necesidades humanas, sus méritos productivos y sus legítimas aspiraciones sociales”.

* F. Valsecchi, Los valores humanos en la economía (1956).

Indigentes
De los argentinos pueden decirse y se han dicho muchas cosas: que son “todos chorros” (Batlle), o “individualistas” (Borges), etc. De los economistas, también: que son “vulgares” (Marx), “marionetas” (Jauretche), etc. Lo que no puede decirse de ellos es que sean solidarios. Buscamos “solidaridad” en el diccionario Palgrave y sólo hay un viejo artículo de Gide, fallecido en 1932. En su Curso de Economía dice: “Si la propiedad crea una clase de ociosos-rentistas, también crea una clase más o menos numerosa de ociosos-indigentes, es decir de individuos que, careciendo de bienes y no pudiendo o no queriendo vivir por medio de su trabajo, no pueden subsistir sino tomando parte de los recursos ajenos. ¿Por qué no trabajan? Puede esto depender de tres causas: 1º Porque no tienen fuerza suficiente para trabajar: niños, ancianos, y enfermos crónicos o impedidos; 2º Porque no encuentran medios para trabajar: para ello hace falta disponer de materiales y herramientas: y en caso de falta de trabajo, ambas cosas faltan; 3º Porque carecen de voluntad para trabajar: todo trabajo supone siempre un esfuerzo más o menos penoso, tanto que muchos antes que realizar ese esfuerzo y sujetarse a la disciplina que todo trabajo exige, preferirán exponerse a morir de hambre. En presencia de estas tres categorías de indigentes, ¿qué debe hacer la sociedad? Nopuede sustraerse a la necesidad de ocuparse de ellas. Debe ocuparse de la primera por deber de solidaridad social. En lo que concierne a los niños sobre todo, el interés de la Sociedad le manda que los críe y los eduque, puesto que representan el porvenir. Debe ocuparse de la segunda, porque, en cierta medida, ella es responsable de su infortunio: la constitución económica de la Sociedad es la que ha determinado esa separación contra naturaleza entre el trabajador y su instrumento de trabajo, poniéndolo así en necesidad de pedir trabajo para poder vivir. Y debe ocuparse de la tercera, porque crea un peligro público. En esa masa de alcohólicos, vagabundos y mendigos es donde se recluta el ejército del crimen. La asistencia es una obligación para la Sociedad, cuando menos hasta el importe del mínimo indispensable para vivir, y debe constar en la ley; y no sólo en la ley, sino en el presupuesto del Estado y de los municipios. Además, es menester organizar un procedimiento que permita al indigente hacer valer esos derechos”.

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