LA INDUSTRIA TEXTIL, CONTENTA CON EL DOLAR AUNQUE RECELA DEL VECINO
El miedo a Brasil
Obsesionado y con una elevada cuota de envidia por la industria textil brasileña, Aldo Karagozian resucita todos los fantasmas sobre el riesgo de invasión de productos del socio principal del Mercosur.
Por Cledis Candelaresi
El sector textil es uno de los más favorecidos por la devaluación que, sin embargo, no limitó la competencia externa tanto como quisieran los empresarios del sector. Aldo Karagozian, el joven director de TN Platex y presidente de la flamante Fundación Pro-Tejer, reclama al Gobierno cupos o algún mecanismo de comercio administrado para frenar a la temida industria brasileña. La Secretaría de Industria le prometió estudiar sus inquietudes, imposible de resolver sin afectar el complejo vínculo con el principal socio del Mercosur.
¿El furor de la soja complica la producción de materia prima?
–Sin duda. Pero debe haber una política nacional para solucionarlo. En el período 95/96 Argentina y Brasil producían 400 mil toneladas de algodón. Argentina consume 120 mil, es decir que era un gran exportador, y Brasil consume 800 mil. Este año Argentina produjo sólo 65 mil y Brasil 800 mil: se autoabastece y apunta a exportar. El precio del algodón fue muy malo para nosotros y para ellos. La soja se convirtió en una estrella para nosotros y para ellos. La diferencia es que allí hubo una política de apoyo al sector agroindustria brasileño.
Usted dijo que Brasil se estaba convirtiendo en la China de América latina. ¿No es una exageración?
–Se está posicionando como uno de los productores de textiles de algodón más fuertes del mundo, que va a competir con China en este rubro.
¿Es promovido por el Estado o es producto de la iniciativa particular?
–Siempre hay un mix. Pero hay que tener en cuenta algo: el vicepresidente de Brasil es el dueño de la textilera más grande del país. En la última feria de calzado brasileño, Lula prometió convertirse en el embajador de esa industria en el mundo. Las políticas empresarias y del Estado no pueden ir por caminos separados.
¿Cómo explica que la industria brasileña siga siendo una competencia peligrosa después de la devaluación del peso? ¿No será, simplemente, que es más competitiva?
–Ellos tienen treinta años de fortalecimiento de la industria. No sufrieron ni la competencia de los ‘80, que diezmó a la producción textil en Argentina, ni la de los ‘90, que profundizó ese daño. Y es un país diez veces más grande. Sólo por el tamaño pueden tomar el mercado argentino cuando quieran. No es que sean mejores ni más productivos. Son más grandes. Nuestros productos son muy buenos y nuestros precios, muy competitivos. Todos los países ponen barreras, pero nosotros tenemos un mercado irrestricto con Brasil, que si quiere tomar todo el mercado argentino puede hacerlo cómodamente.
¿El tipo de cambio no es ya una barrera muy poderosa?
–No. De hecho hoy el volumen de importación es mayor que el de la convertibilidad. La única barrera es administrar el comercio con cupos o acuerdos comerciales que restrinjan el intercambio. El único argumento para no hacerlo es que se intenta que el consumidor compre más barato. El problema es que con una remera que llega de Brasil el único puesto de trabajo que genera es el del repositor. Hecha en Argentina da trabajo al agricultor, al transportista, al desmontador, al hilandero.
Entonces la disyuntiva es priorizar precios razonables o que se generen empleos
–Yo no quiero entrar en ese dilema. Pero el costo de comprar barato en la década pasada son ahora los planes Trabajar. Comprar muy barato a alguien le hace algún daño. El planteo no es tampoco que el consumidor pague caro para sostener la industria. Pero hay que protegerla para que otro no tome el mercado y no imponga las reglas de juego.
¿El Estado debe intervenir fijando precios?
–No. Hoy más que nunca el precio lo fija el mercado y no debe haber ningún tipo de intervencionismo. Nuestros precios no pueden subir a las nubes porque entra competencia de afuera que obliga a bajarlos.
Pero ustedes quieren que el Gobierno frene esa competencia.
–Nosotros hablamos de Brasil. Pero hay otra competencia. En el sector textil hay demasiados jugadores. Está tan atomizado que no es posible un manejo oligopólico.
¿Cuál es el tipo de cambio satisfactorio?
–Este tipo de cambio es bueno y Argentina es competitiva. Exportamos a Estados Unidos y España, por ejemplo.
¿Admite que, junto al del calzado, en el textil hay una enorme informalidad?
–El sector tiene una informalidad importante en Argentina y en el mundo. Básicamente porque con una máquina de coser se genera un puesto de trabajo y un negocio. Es muy difícil que un microemprendimiento familiar con pocas máquinas pase a la formalidad.
¿Qué evaluación hace de los seis meses del gobierno de Kirchner?
–Avanza con mucha prisa y sin pausa. No existíamos como sector y ahora hay cuatro ministerios trabajando con nosotros: somos uno de los favorecidos. Creo que (Roberto) Lavagna hizo un gran trabajo y el Presidente generó vertiginosamente su espacio de poder. Los resultados aún están por verse. Pero lo que merece hoy el Gobierno es crédito.