Dom 12.05.2002
cash

UNO A FAVOR, OTRO EN CONTRA

Debate sobre el Plan Fénix

Nació en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA para discutir caminos alternativos al modelo de las últimas décadas. Cash convocó a debatir ese programa. La polémica queda abierta.

CRITICAS DESDE LA IZQUIERDA

“Buenas intenciones”

Por Eduardo Crespo *

El publicitado Plan Fénix fue presentado a la sociedad como un plan cuando en realidad no es más que un conjunto de posiciones dispares y contradictorias. Pese a que usufructúa del prestigio que otorga haber nacido en las más altas esferas de la Universidad de Buenos Aires, ningún documento surgido de las filas del Fénix presenta un diagnóstico que ayude a entender la actual debacle que sufre el país, sino que por el contrario ofrece un largo menú de medidas fundadas sólo en las buenas intenciones. Al igual que la mayoría de los dirigentes políticos que integran el indefinible campo del “progresismo”, la mayoría de los documentos condenan a un abstracto “neoliberalismo” pero prudentemente pocos brindan alguna medida que suponga un distanciamiento con los sectores de poder. A modo de ejemplo, el artículo de Hopenhayn y Vanoli espera “contar con el apoyo financiero” de los organismos multilaterales de crédito (FMI, Banco Mundial, BID) “para programas sociales y de infraestructura, así como para el fortalecimiento inicial de las reservas internacionales de la Argentina, necesario para recuperar la confianza en la moneda nacional”.
Más curioso aún resulta el planteo de Mercedes Marcó del Pont, quien por un lado considera que se debe enfrentar al “pensamiento único” y, por otro, que el desfalleciente Estado argentino tiene que continuar con los pagos de los “compromisos externos con los organismos internacionales, haciendo uso de las reservas si el cronograma de vencimientos así lo impusiera”.
Pese a que la mayoría de sus integrantes coinciden en la necesidad de promover un “shock redistributivo” al tiempo que subrayan la necesidad de que el crecimiento sea acompañado por la “equidad”, en los documentos originales del Fénix se encuentra una explícita defensa de la devaluación. En este punto, al igual que sus homólogos derechistas locales y el FMI, si sus propuestas tienen algún éxito como sucede en los países desarrollados, esto confirma la validez de las mismas, cuando fracasan como en América latina, invocan la falta de pericia, la debilidad, la corrupción o la simple traición de quienes tenían la responsabilidad de ejecutarlas. Vistas las consecuencias de la tan reclamada devaluación del peso ahora hablan de una “devaluación desordenada” y sostienen que “Duhalde perdió una gran oportunidad”.
El Fénix despierta lógicas esperanzas de renovación, pero la mayoría de sus integrantes, hay que decirlo, han deambulado por los distintos gobiernos nacionales y forman parte del elenco estable de la UCR, el Frepaso y hasta hace pocas semanas algunos ocuparon cargos en el gobierno de Duhalde. Pero la principal limitación del Fénix no es el pasado de sus integrantes sino el sistemático olvido de ese pasado que en modo alguno permite que se aproveche la experiencia histórica con el fin de evitar nuevas frustraciones. Un dato que pasa inadvertido en todos los documentos del Plan Fénix es que, exceptuando el año 1995, las opciones derechistas no han ganado elecciones en la Argentina, son los dirigentes de ideología afines al Fénix los que invariablemente han ido a buscar a Cavallo, Roque Fernández, López Murphy, Alsogaray. Los funcionarios del FMI no están definiendo el rumbo de la política argentina desde un gobierno de facto que ilegítimamente usurpó el poder constituido, son los dirigentes de raigambre popular quienes lastimosamente apelan a su misericordia. Deacuerdo con los integrantes del Fénix no parecen existir causas estructurales que expliquen estos desengaños. Para revertir la decadencia nacional alcanza con tomar la “decisión política” de abandonar el “neoliberalismo”. En palabras de Ferrer la crisis es un problema de “identidad y de autoconfianza” y se debe al “predominio de la mala doctrina”. El documento que recientemente presentaron a la sociedad tiene llamativas coincidencias con la “Carta a los Argentinos” que en 1998 suscribieran los líderes de la Alianza.

* Economista.

POSICION DE UNO DE LOS AUTORES

“Basta de parches”

Por Marcelo R. Lascano *

En una atmósfera donde la superficialidad y la frivolidad terminan sofocando a la cultura, en septiembre del año pasado apareció en la Argentina el Plan Fénix, cuya segunda versión, ajustada a los significativos cambios registrados desde entonces, se presentó también en la Facultad de Ciencias Económicas el 19 de abril pasado.
En el enfoque dominante se exhibieron como éxitos la estabilidad monetaria-cambiaria, que ciertamente existió, aunque sin reparar que ello fue a expensas del sustento que siempre la legítima técnicamente: decadencia productiva, desindustrialización, desempleo y miseria, endeudamiento e insolvencia pública y privada, y lo peor, una inconveniente sensación de fatiga y de frustración.
El desarrollo con equidad constituye el paradigma del Plan Fénix. Se parte de la base, si me permite, de volver al orden natural de la vida económica, que no tiene por qué ser incompatible con la estabilidad del sistema y la felicidad del pueblo, como rezan mandatos constitucionales. El plan contempla proposiciones de política económica dirigidas, precisamente, a enfrentar una situación que no resiste más parches, a menos que se trate de impugnar los dictados de la sana razón, cosa que a veces sucede.
Se han adoptado todos los recaudos técnicos para que el restablecimiento del desarrollo y el empleo no desequilibren el funcionamiento del sistema. En esa inteligencia y en un contexto monetario adecuado, el reordenamiento fiscal en términos de dotar de racionalidad y eficiencia al gasto público y de abortar impertinentes focos de evasión tributaria, afirman un escenario satisfactorio para la estabilidad monetaria-cambiaria sobre bases científicas y no apoyada en esquemas reductivistas. En el frente externo, por ejemplo, la reprogramación acordada de la deuda y la renegociación con los organismos multilaterales a partir de un programa propio y consistente, generan el clima propicio de orden que los acreedores reclaman sin encontrar todavía respuesta.
Así como la disciplina fiscal, bien entendida, constituye un importante requerimiento para restablecer la normalidad y el crecimiento, la significativa vulnerabilidad externa de la economía argentina demanda un renovado enfoque cambiario. Este debería contemplar el intercambio con el resto del mundo, el futuro de los mercados regionales, la implantación de una refinada diplomacia económica, comercial y financiera, entre otras cosas, dado que sin inserción internacional con personalidad propia, los frutos de la integración y de la globalización y la satisfacción de los servicios de la deuda y las transferencias del capital extranjero se volverían quiméricas.
La tasa de cambio, en ese enfoque, puede ser la columna vertebral del sistema de relaciones internacionales para el desarrollo con justicia. El Plan Fénix propicia un régimen cambiario compatible con la preservación de la estabilidad monetaria que constituye la misión medular del Banco Central. Las alteraciones que pueda registrar la tasa de cambio en un régimen sujeto a flotación, no tiene porqué perturbar el comportamiento productivo, según lo testimonia la abrumadora mayoría de casos en la actualidad. Es claro, para que la estabilidad cambiaria constituya un factor clave en el desarrollo con justicia y en la inserción internacional del país, el plan lleva implícito el resguardo de la consistencia macroeconómica como requisito inexcusable, de modo que las aventuras devaluatorias tan temidas son ajenas a su concepción.
Si el necesario debate se impusiera alrededor o no del Plan Fénix, ello significaría un importante avance cultural. Pero, es claro, el documento debe leerse sin los prejuicios que dominan las mentes estrechas o nostálgicas, que por doquier dan por supuesta la presencia de los fantasmas que mansamente acorralan sus concepciones, privándolos del placer de ver algo de luz, de esa luz que son capaces de compartir los espíritus libres y generosos para con sus semejantes.

* Economista

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