Domingo, 20 de noviembre de 2005 | Hoy
OPINIóN
Por Guillermo Wierzba *
Durante 2005 se ha registrado un incremento de precios superior al observado en el 2003 y el 2004. Con los antecedentes que la Argentina registra en materia inflacionaria es natural que se hayan desplegado inquietudes, que por otra parte registran el más diverso origen social e ideológico. Estas preocupaciones han dejado lugar a la reaparición del pensamiento neoliberal. Los economistas de este cuño habían tenido que silenciar su discurso luego del cataclismo de la convertibilidad y de la solvencia que demostró, lejos de obedecer a la lógica de los enfoques ortodoxos, el desempeño económico de los últimos años.
Desde el FMI y otros círculos de las finanzas se mocionan políticas monetarias contractivas, promoviéndose la aplicación de un régimen de “metas de inflación” (MI). El esquema MI se centra en la utilización de la tasa de interés como herramienta para la consecución de los objetivos antiinflacionarios. La suba de la tasa operaría como desestímulo de la demanda agregada, desacelerando el consumo y la inversión y, por lo tanto, disminuyendo la presión sobre los precios. Así, se hace caso omiso de las múltiples causas de la inflación y se elige el camino del enfriamiento de la economía para mitigarla. Desde esta perspectiva, los demás objetivos de política económica quedan subordinados al control de esa variable.
De esta forma, los regímenes de MI (vigentes en un nutrido lote de países) han probado eficacia para aplacar los ritmos de suba de precios, aunque su efectividad fue lograda a costa de significativos aumentos en la tasa de desempleo y subempleo y de la disminución del nivel de actividad económica.
Conviene señalar que dichos regímenes son consistentes con el abandono de los controles a la cuenta de capital y la renuncia a los objetivos cambiarios de la actual política económica, liberalizaciones que también son fogoneadas por el FMI. Así promueven la apreciación del tipo de cambio nominal como mecanismo de anclaje indirecto del nivel de precios, descuidando la existencia de elevados costos en términos de competitividad y los efectos negativos sobre la ampliación del proceso de sustitución de importaciones. En este contexto es particularmente importante desoír los cantos de sirena que alientan la aplicación de un régimen de MI. Asumir este enfoque implicaría suspender la fase de recuperación económica, así como también abandonar los objetivos de avanzar hacia el logro del descenso de la tasa de desempleo a niveles de un dígito.
Desde una visión heterodoxa se resaltan, más que los síntomas, las diversas causas del problema inflacionario. De esta forma es posible vincular la dinámica de los índices de precios con la estructura oligopólica de importantes mercados de la economía. Estos puntos de vista señalan, por ejemplo, la presencia de conductas que impiden el despliegue de mejoras distributivas impulsadas por el ritmo del crecimiento de la actividad y su impacto en el empleo. Tales comportamientos reflejan la resistencia a ceder beneficios a los asalariados, en el intento de apropiar todas las ganancias derivadas del cambio de precios relativos producido por la modificación de la paridad cambiaria. Esta actitud llevaría a perpetuar la concentración del ingreso y la riqueza. Desde este diagnóstico se destaca la necesidad del establecimiento de procedimientos que restituyan la competencia y defiendan al consumidor, necesariamente ligados a acciones que reviertan la concentración vigente en dichos mercados. En ese camino quedan incluidas, como parte del remedio, las distintas alternativas de la presencia testigo del Estado como actor de la oferta.
Desde la heterodoxia también se enfatiza en la existencia de cuellos de botella que se presentan desde el lado de la oferta y se promueve elaumento de la tasa de inversión de la economía, objetivo que resulta incompatible en un marco de tasas de interés elevadas, al modo de los esquemas MI.
Un enfoque heterodoxo e integral requiere la consideración del tópico inflacionario desde una perspectiva multicausal entrelazada con otros objetivos claves planteados por las necesidades nacionales y populares. Esto implica considerar la política monetaria desde una perspectiva amplia, incluyendo aquellos aspectos que hacen al régimen cambiario y a los vínculos con el mercado financiero internacional. Este enfoque debe ser articulado con otras políticas progresivas, tanto desde la esfera tributaria como desde la industrial. Desde esta lógica, la mejora en la distribución del ingreso y la inclusión social no debe ser vista como un impedimento sino como una condición indispensable para la consecución de mayores niveles de desarrollo y bienestar de la población.
* Director del Cefid-AR (Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina).
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