Domingo, 9 de abril de 2006 | Hoy
CONTADO
Por Marcelo Zlotogwiazda
En la página web de su firma Montagne Outdoors SA, Marcelo De Martino se jacta de que mientras “otros optaron por fabricar en el extranjero (nota del cronista: se transformaron en revendedores), Montagne se volcó decididamente a la ampliación de su línea de productos, modernizando procesos y cambiando proveedores de insumos para consolidar el liderazgo indiscutido en la industrialización de artículos para camping en la Argentina. En la actualidad Montagne compra sus insumos en el Mundo, allí donde está la mejor materia prima, al mejor precio; y si lo más conveniente se consigue en el país, tanto mejor”.
Veamos qué esconde el señor. Efectivamente los insumos los compra en el Mundo, pero a precios de dumping que afecta la producción nacional de esos insumos. Así lo estableció hace pocos meses la resolución 458 del Ministerio de Economía, que ante la demanda de fabricantes de tejidos sintéticos impuso como recargo derechos antidumping a la adquisición de esos insumos en Corea, Malasia, Tailandia e Indonesia. En otras palabras, en lo que a integración de una cadena productiva se refiere, el modelo de industrialización de la firma aporta poco.
Dice también la página web de Montagne: “Nuestro gran compromiso es con la calidad de los productos y con nuestros asociados, los comerciantes”. Fuentes que conocen el sector afirman que en eso De Martino no falta a la verdad. Sus distribuidores están realmente satisfechos, debido al cumplimiento de la firma y, fundamentalmente, gracias al buen gusto y calidad de las prendas y accesorios. Claro que el mérito no es sólo del dueño. Como mínimo lo comparte con los trabajadores que manufacturan lo que él vende. Trabajadores que, no casualmente, en la página web están omitidos. Literalmente ocultos. Entendible, ya que una parte considerable de las camperas y otros artículos para outdoors de Montagne son fabricados por bolivianos que trabajan y viven en condiciones infrahumanas como las de los seis que murieron en la tragedia de Luis Viale al 1200 la semana pasada.
Por supuesto que no son los únicos. Se calcula que sólo en esta ciudad hay unos 200 talleres de similares características, de los cuales ya fueron clausurados unos 50. Por supuesto, también, que Montagne no es la excepción. Muchos otros productos no truchos de marcas importantes que se venden en shoppings a muy alto precio proceden de esos antros de semiesclavitud. Se cita a Montagne como ejemplo, para que la publicidad gratis sea una sola y porque ya fue escrachado.
Duele comprender que la mayoría de bolivianos superexplotados haya enfocado su ira hacia uno de los sistemáticos denunciantes de sus explotadores, el titular de la cooperativa La Alameda, Gustavo Vera. La explicación cruda, apuntó atinadamente el economista Miguel Olivera (responsable de la weblog olivera.blogs pot.com), la dio ante un caso similar el célebre Paul Krugman, que se opuso a que Estados Unidos prohíba la importación de productos fabricados con trabajo infantil por considerar que sin esa fuente las condiciones de vida de esos chicos iban a ser incluso peores.
Polémico, tal vez falaz, pero quizás una cruel verdad.
Los casos extremos que se ventilan en estos días, o los no tan graves de empleo en negro, mal pago y precario que pulula en toda la industria de la confección, deben ser contextualizados en lo que sucede mundialmente con este rubro, y teniendo en cuenta que una de sus particularidades es la de no haberse tecnificado en ningún lado. La confección sigue haciéndose esencialmente con un trabajador por máquina, es decir sin los beneficios de la producción en serie o a escala, y por ende con gran incidencia de la mano de obra en el costo total. Por esta razón el aluvión de competencia barata que proviene de China va empujando al sector hacia un modelo cada vez más salvaje. Algunos países como Estados Unidos, la Unión Europea en su conjunto o Brasil le pusieron un provisorio muro de contención, acordando con los chinos “restricciones voluntarias”. Pero ésa es una autolimitación que transitoriamente modera los efectos pero que no frena una tendencia que pareciera inexorable.
Otra arista del asunto es la inmigración que según la región asume una problemática diferente, si bien nunca falta como causa la disparidad de oportunidades e ingresos entre países, como lo señaló Javier Loayza Barea, el representante de Bolivia en una cumbre sobre el tema que se realizó la semana pasada en Naciones Unidas. El mismo día de la tragedia en el taller de Luis Viale, Loayza Barea dijo en Nueva York que “a los inmigrantes hay que garantizarles el bienestar, un status legal claro y seguro, un trabajo digno y con ingresos suficientes para acceder a los servicios sociales básicos”. Agregó que “la protección social es esencial para su integración, y que esa protección no debe ser vista como un costo, sino como la forma de construir una comunidad pacífica y armoniosa, sin explotación, discriminación, xenofobia y racismo”. ¿Qué proporción de argentinos está de acuerdo en pagar el precio necesario? ¿Cuántos preferirían deportarlos y cerrar la frontera?
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