NOTA DE TAPA
A partir del 1º de enero de 2010, tanto las naftas como el gasoil deberán obligatoriamente mezclarse con un 5 por ciento de bioetanol, las primeras, y 5 por ciento de biodiésel, el segundo. Las potencialidades de la nueva industria emergente generaron cierto clima de excitación entre los profetas de los agronegocios. Una ventaja sería el reemplazo de una fuente de energía no renovable por una renovable, con la consiguiente ventaja en términos ecológicos. La industria de los biocombustibles nacería concentrada y abre dudas en términos de degradación de los suelos.
› Por Claudio Scaletta
De acuerdo con la legislación promocional sancionada el pasado abril, a partir del 1º de enero de 2010, fecha en principio remota, tanto las naftas como el gasoil deberán obligatoriamente mezclarse con un 5 por ciento de bioetanol, las primeras, y 5 por ciento de biodiésel, el segundo. Dado que actualmente en el mercado argentino del total de hidrocarburos utilizados en el transporte, el 66 por ciento es gasoil –del que se importa el 5 por ciento–, el 17 por ciento son naftas y el 17 restante, GNC, un corte con biocombustibles al 5 por ciento en los dos primeros significará la necesidad de producir 600 mil toneladas de biodiésel y 160 mil de bioetanol. Una cantidad equivalente, por ejemplo, a un área sembrada de 1,3 millón de hectáreas de soja y 80 mil de maíz o, en otras palabras, al 9 por ciento de la producción de soja y al 2,5 por ciento de la de maíz de la campaña 2004/2005.
La legislación sancionada, cuya reglamentación –un dato clave– podría conocerse esta misma semana, promociona exclusivamente la futura porción obligatoria para el corte. Los instrumentos elegidos son:
1 Beneficios a la inversión similares a los que otorga la Ley de Promoción de Inversiones –amortización acelerada de bienes de capital y devolución anticipada de IVA–, pero durante un período de 15 años.
2 Exenciones impositivas para el producto final, como la liberación del tributo a los Combustibles Líquidos y Gaseosos (ICLG, ex ITC), que ronda el 19 por ciento, del 20,2 por ciento de la tasa de gasoil en el caso del biodiésel y de la tasa de infraestructura hídrica (de 5 centavos por litro de combustible) en el caso del bioetanol.
Las potencialidades de la nueva industria emergente generaron cierto clima de excitación entre los profetas de los agronegocios. Las predicciones halagüeñas se asientan sobre una sumatoria de datos. El primero es el reemplazo de una fuente de energía no renovable por una renovable, con la consiguiente ventaja en términos ecológicos, situación que se potencia económicamente en un contexto de crecimiento tendencial en los valores de los hidrocarburos. El segundo consiste en la complementariedad, ya conocida en el caso de la industria aceitera, entre la molienda de granos y la alimentación animal. El tercero, las “ventajas comparativas” de la economía local para producir la materia prima a costos supercompetitivos.
Esas tres cuestiones se encuentran efectivamente en la base de las potencialidades que abren los biocombustibles. Un poco más controvertidas resultan las predicciones que sobre ellas se edifican. Para los más entusiastas, la producción de biocombustibles estaría muy cerca de constituir la base productiva de nuevos falansterios; los que en el siglo XXI serían algo así como una economía agroindustrial de enclave, biotecnológica, descentralizada en relación con las grandes urbes, ecológica, organizada como una red productiva y energéticamente independiente. Por supuesto, también sin conflictos distributivos.
Aunque ese potencial sea imaginable, incluso posible, la realidad es que la nueva producción de biocombustibles se asentará sobre una estructura productiva preexistente. Si bien la legislación se orienta a la promoción de la producción obligatoria con destino al mercado interno, los indicios de que el núcleo duro del negocio se encontrará en el mercado de exportación son concretos. La Unión Europea, donde en 2005 la producción de biodiésel registró un crecimiento interanual del 65 por ciento, sugiere para 2010 un corte de los combustibles fósiles al 5,75 por ciento y cerca del 10 por ciento para 2015. Se estima que en 15 o 20 años, alrededor del 25 por ciento de las necesidades energéticas mundiales estarán abastecidas por combustibles biológicos. De hecho, buena parte de las inversiones mundiales hacia el sector provienen de la industria energética.
Regresando al mercado local, la previsión es que se producirá un aumento exponencial de la demanda de materias primas, cereales y oleaginosas, demanda que podría retroalimentar algunas de las tendencias principales del desarrollo del capitalismo agrario argentino.
Entre los datos que sustentan esta perspectiva se destacan:
1 La industria aceitera local produjo en 2005 5,4 millones de toneladas de aceite de soja y 1,5 millón de toneladas de aceite de girasol, sus dos productos casi exclusivos junto a las harinas proteicas, el mal llamado “residuo” de la molienda y el principal producto de exportación de la Argentina. En base a datos de Ciara, la Cámara de la Industria Aceitera, ambas producciones son el resultado del procesamiento de más de 40 millones de toneladas de granos producidos en más de 16 millones de hectáreas (sobre un total de casi 175 millones de hectáreas de tierras cultivadas en el total del país). El complejo exporta además el 92 por ciento de su producción por un total de 9500 millones de dólares que, en 2005, representaron el 24 por ciento de las exportaciones totales de la Argentina. La concentración de la industria es importante. Si bien existen 53 plantas procesadoras distribuidas en ocho provincias, en 2005 sólo figuraron como exportadoras 21 firmas, de las cuales las primeras 6 –-Bunge, Cargill, AGD, Dreyfus, Vicentin y Molinos Río de la Plata (en este orden por volumen exportado decreciente)– concentraron el 87,7 por ciento de los embarques.
1 Si una tonelada de aceite de soja puede exportarse a 460 dólares, una de biodiésel, por ejemplo, puede superar los 650. Para conseguir este considerable aumento en el valor agregado local, basta con instalar un reactor al lado de las plantas de molienda y luego utilizar la estructura y logística de comercialización de que ya se dispone. Prácticamente la totalidad de las primeras exportadoras de aceite, entre ellas Vicentin y Aceitera General Deheza, anunciaron o ya tienen en marcha sus proyectos de desarrollo en el área de biocombustibles. La entrada al negocio de inversores internacionales con origen en el capital financiero, como la del grupo Soros, anunciada durante la reciente gira presidencial a Estados Unidos, refuerzan la tendencia.
Estos dos datos, la concentración preexistente del gigantesco complejo aceitero local y la oportunidad que surge para las empresas del sector de valorizar significativamente su producción, sumados a una demanda mundial creciente en el contexto de la citada suba tendencial del precio de los hidrocarburos, dan espacio a la predicción de que la industria de los biocombustibles en la Argentina podría nacer concentrada, con economías de escala contra las que nunca podrían competir, por ejemplo, las cooperativas de productores agrarios, quienes desde el principio parecen haberse puesto como horizonte la producción para el autoconsumo. También que, al menos en una primera etapa, la soja será el insumo principal, lo que impulsará la continuidad de la expansión de la frontera agrícola en condiciones similares a las actuales.
En base a lo expuesto surgen dos tendencias principales:
1 Los desarrollos guiados por las condiciones “de mercado”, que parecerían conducir a un negocio orientado principalmente a la exportación y especialmente adecuado para las economías de escala, negocio que en el mercado local se presenta a la medida de las grandes aceiteras y con posible escaso efecto multiplicador en el resto de la economía, ya que se prevé la importación de bienes de capital y alta concentración.
2 La contratendencia de desarrollos de menor escala que, aprovechando algunas posibilidades brindadas por la Ley de Biocombustibles, produzcan para el mercado local y/o el autoconsumo a precios competitivos, con mayor demanda de mayor mano de obra y tecnología local.
Para cualquiera de los dos casos resultará clave la reglamentación de la norma. En principio, de acuerdo con los objetivos establecidos en la ley, se dará prioridad en la promoción a los proyectos cuyo capital mayoritario pertenezca a cualquiera de los tres niveles del Estado, a personas que registren antecedentes en el sector agropecuario, a pymes o conglomerados de pymes y a los que se localicen en economías regionales.
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