Domingo, 9 de marzo de 2008 | Hoy
NUEVOS DESAFIOS PARA VIEJOS PROBLEMAS
En estos años de crecimiento a tasas chinas, poco se ha avanzado en la definición de estrategias de desarrollo de largo plazo.
Por Martín Schorr
A fines de 1973 el gobierno de Perón lanzó el Plan Trienal para la Reconstrucción y la Liberación Nacional. Se trató del último gran intento de planificación estratégica en nuestro país, que fue elaborado por sólidos cuadros técnicos que integraban el aparato estatal. La mayoría de las apuestas del Plan no llegó a concretarse ante la aceleración de la crisis económica y política y el boicot sistemático de diversos factores de poder poco interesados en “la reconstrucción y la liberación nacional”, muchos de ellos procedentes del propio partido gobernante. En tiempos como los actuales, de preocupación por la “calidad institucional”, la lectura de ese documento puede aportar algunas claves para pensar la coyuntura de la Argentina y los desafíos que plantea en diversos aspectos, entre los que sobresale el de la necesaria reingeniería del Estado tras su largo y sistemático desmantelamiento iniciado en 1976.
1 A partir del reconocimiento de que “se presenta como un desafío la reconstrucción del aparato estatal”, los técnicos que elaboraron el Plan destacaban que “la función del Estado como regulador de la conducta de los agentes económicos y de la comunidad en su conjunto se considera esencial a la política de desarrollo”.
A pesar del tiempo transcurrido, se trata de una afirmación que presenta una notable vigencia. Es indudable que desde hace unos años estamos en presencia de un cuadro macroeconómico que, en conjunción con un escenario internacional muy favorable, ha propiciado un crecimiento económico a “tasas chinas”. Sin embargo, es muy poco lo que se ha hecho en materia de políticas de desarrollo. De allí que un primer e ineludible desafío pase por recuperar las alicaídas capacidades estatales con vistas a complementar dicho cuadro macro con un conjunto consistente y consensuado de políticas de nivel meso y microeconómico. Estas deberían tener como objetivo la reindustrialización ligada a una inserción internacional menos pasiva y subordinada que la actual, así como una mejora considerable en materia de distribución del ingreso en un triple nivel: entre actores económicos, sectores de actividad y regiones.
Se trata de generar un importante e imperioso debate social y político en torno de las características que debería asumir una política estatal de desarrollo que propicie un cambio de la estructura productiva y distributiva. Ello, a partir de la selección estratégica de sectores en función de diferentes variables: encadenamientos internos, creación de empleo, elevación de los salarios, generación y difusión de tecnologías, formación de capital, exportaciones netas, formas de inserción en el comercio internacional.
2 En el Plan también se señalaba que “uno de los atributos de esa capacidad de decisión, que se estima más significativo para la actual situación del aparato estatal argentino, es el relativo a la coherencia y la complementariedad de las decisiones que se adoptan en el ámbito del sector público”.
Uno de los rasgos salientes del funcionamiento del Estado en las últimas décadas ha sido la falta de coordinación entre las medidas aplicadas por distintas dependencias, lo cual potencia la situación negativa que se desprende de la ausencia de ámbitos convalidados para el ejercicio de la planificación estratégica de mediano y largo plazo.
3 Finalmente, en el Plan se planteaba que “el Estado, al mismo tiempo que incrementará su participación dentro del aparato productivo del país, adquirirá cierta especificidad en sus actividades, dirigiendo su acción productiva hacia campos básicos de gran efecto multiplicador sobre toda la economía. Orientarán esta acción los conceptos de soberanía y reconstrucción nacional y los propósitos de una integración territorial efectiva y más justa. Es en esta función donde se necesita además de una gran eficiencia productiva, una concentración de recursos y una reforma de la estructura administrativa capaz de crear óptimas condiciones de coordinación de esfuerzos. La consolidación de esquemas coordinados entre las actividades nacionales, provinciales y municipales merece también una especial consideración”.
Uno de los factores explicativos de los enormes desequilibrios regionales de nuestro país se asocia con la larga ausencia de planificación estatal en materia de desarrollo regional. De allí que recuperar la planificación estratégica en este campo se presente como indispensable. Sobre todo si se considera que la mayoría de las producciones provinciales posee una difundida presencia de MiPyMEs, un importante dinamismo en lo que se refiere a la creación de empleo y por presentar un efecto multiplicador para nada despreciable en materia productiva.
En suma, no se trata de recuperar la “letra” del Plan pero sí su “espíritu” en lo que se vincula con el rol decisivo que deberían asumir el sector estatal y la planificación estratégica en la puesta en marcha de un proceso de desarrollo socioeconómico. Se trata de una cuestión sumamente relevante que cuanto más se demore en encarar, tanto peor: la necesaria reingeniería institucional del Estado en la Argentina no es algo que se vaya a lograr a corto plazo.
A fines de 1973, el gobierno de Perón lanzó el Plan Trienal para la Reconstrucción y la Liberación Nacional.
Se trató del último gran intento de planificación estratégica en nuestro país.
La lectura de ese documento puede aportar algunas claves para pensar la coyuntura de la Argentina y los desafíos que se plantean.
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