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Domingo, 29 de junio de 2008

SITUACION DE LOS PEQUEñOS PRODUCTORES

Ficciones de un conflicto

El precio de la producción resulta de la relación de fuerzas en un mercado caracterizado por la desigualdad de poder de los actores.

 Por Claudio Scaletta

El pasado miércoles, el debate parlamentario por las retenciones se vio interrumpido, de manera violenta, por supuestos representantes “de los productores de peras y manzanas” del Alto Valle del Río Negro quienes, golpeando custodios, irrumpieron en el recinto y reclamaron por “la eliminación de las retenciones a la fruticultura”, tributo que en el norte de la Patagonia estaría “llevando a la desaparición de los pequeños productores”.

¿Qué tienen que ver las retenciones a la fruticultura con las medidas del 11 de marzo y con la actual discusión en el Congreso? Absolutamente nada. Pero lo interesante de la irrupción son las anomalías puestas en evidencia. Dos son las principales: la naturaleza del sujeto social de la protesta y el razonamiento según el cual las retenciones perjudican más al pequeño productor.

1. Quienes protestaron en Buenos Aires se autodenominan “autoconvocados”. Esto quiere decir que no son la dirigencia de ninguna de las 17 cámaras que integran la Federación de Productores de Frutas de Río Negro y Neuquén. Es más: algunos de los más agresivos son consuetudinarios perdedores de elecciones en sus cámaras. La romántica figura del “autoconvocado”, legítima cuando se trata de instituciones esclerosadas, carentes de vida democrática, no funciona aquí más que como una expresión inorgánica de intereses a contrapelo de la conducción legítima. Los productores de frutas de Río Negro y Neuquén no demandan a través de su dirigencia democrática la eliminación de las retenciones; no les gustan, pero saben que éste no es su problema principal.

2. La segunda anomalía: el axioma de que “los productores más pequeños son los más afectados” es probablemente una de las mayores victorias ideológicas del sector exportador. La creencia no sólo suma a la propia causa a la constelación de los pequeños sino que suministra un componente de corrección política. El detalle es que el razonamiento carece de sustento económico.

La confusión parte de una ficción contable. En el caso de la fruticultura, la parte del precio de exportación que recibe el productor primario es el resultado de una resta del precio FOB (declarado de exportación en el puerto de salida) de todos los costos del proceso, que incluyen: la ganancia empresaria, la suma total de impuestos y los costos de empaque, frío y logística (de transporte y comercial). De esta manera, todo el ajuste de costos recae sobre el valor de “la fruta”. Nótese que si el precio FOB es bueno, todos ganan; pero si es menos bueno, sólo pierde “la fruta”, es decir, el productor primario. Bajo este supuesto cualquier impuesto que se aplique en el circuito o cualquier aumento de costos en cualquier eslabón tiene ineluctablemente como variable de ajuste al productor primario.

Más allá de esta ficción contable, la realidad es que el precio resulta de la relación de fuerzas en un mercado caracterizado por la desigualdad de poder de los actores a ambos lados del mostrador. Los productores más débiles reciben menos porque su poder de negociación es menor. Si, además, la resta contable fuese cierta, el precio recibido variaría con el precio internacional o del mercado interno, mientras que en la realidad oscila en torno de los costos de producción. Esta situación pone en marcha un círculo vicioso que impide primero la reproducción ampliada del capital del productor primario más débil y luego su reproducción simple, lo que lo excluye del circuito.

Lo afirmado no es sólo una cuestión teórica. Existen ejemplos prácticos recientes. En 2006, el circuito lácteo fue beneficiado con una baja en las retenciones a las exportaciones. Se trató de una negociación de las usinas lácteas con la entonces ministra de Economía, Felisa Miceli, quien concedió la baja para frenar el aumento de los precios al consumidor. Las usinas fueron acompañadas en el reclamo por los productores primarios, los tamberos, quienes creyeron que recibirían los beneficios de la baja del tributo. El tributo bajó, pero el precio pagado entonces a los tamberos se mantuvo sin cambios.

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Un supuesto representante de productores del Alto Valle interrumpió el debate.
Imagen: Leandro Teysseire

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