Todos los mercados del planeta, sin excepción, cerraron el año con cuantiosas pérdidas. Las caídas acumuladas en los índices bursátiles –salvo el venezolano, que retrocedió sólo un 9,1 por ciento– van desde 30,1 hasta 72,3 por ciento. En ese ranking, la Bolsa porteña se ubicó novena entre las más castigadas, seguida de inmediato por la plaza londinense. La irrupción de la crisis de las hipotecas de alto riesgo en Estados Unidos fue el detonante del hundimiento mundial, pero en el caso argentino el lo-ckout agropecuario preparó el terreno para que el impacto fuera aún mayor, a pesar de cierto desacople del contexto externo y de la baja exposición en papeles “subprime”. Los volúmenes negociados durante el año fueron levemente superiores a los de 2007. A partir de mediados de octubre aparecieron compras oficiales que apuntalaron algunos precios, aunque no alcanzaron a revertir el rojo de 49,1 por ciento en pesos con que estará cerrando 2008, uno de los peores desempeños en toda su historia

Si se analiza la evolución de los principales índices bursátiles del mundo, este año presenta una diferencia central con respecto a los anteriores: ninguna Bolsa tuvo un desempeño positivo. “En esta línea, la plaza argentina se ubicó en el noveno lugar entre las diez con el peor desempeño, con una caída de 53,1 por ciento en dólares, por detrás de Brasil, que cayó 53,9 por ciento”, según un relevamiento del Instituto Argentino de Mercado de Capitales.

Rusia, Turquía e Indonesia fueron los países cuyas Bolsas más cayeron. Pero si se pretende buscar los recintos bursátiles con “mejor rendimiento” la tarea es desalentadora para los operadores. El mercado venezolano se ubicó en primer lugar, con un rojo de 9,1 por ciento. Después de la plaza bolivariana, la Bolsa japonesa se presenta con un retroceso de 30,1 por ciento, luego se ubicó el Dow Jones de Wall Street, que cayó 35,1 por ciento.

Este año se ha escrito un nuevo capítulo de las recurrentes crisis del sistema financiero. Los mercados bursátiles del mundo volvieron a dejar en descubierto, tal como sucedió durante el crac del ‘29, que requieren de mayor control del Estado. Esta vez la burbuja que estalló fue la hipotecaria. La situación fue escoltada por la volatilidad de los precios de las materias primas, que alcanzaron valores records en julio (el petróleo tocó los 145 dólares por barril) y mínimos sobre el cierre del año.

El índice Merval fue arrastrado por ese subibaja. En el primer trimestre, previo al conflicto con el sector granario, operó levemente en alza y el indicador alcanzó el máximo valor del año, en 2248 puntos, el 22 de marzo. La puja por las retenciones, la estatización de las administradoras de fondos de pensión y el endeudamiento con Venezuela a tasas “poco amigables” fogonearon la especulación local. En octubre, el Merval tocó un mínimo de 828 unidades. Apareció entonces la ANSeS comprando papeles, lo que permitió una recuperación de 38 por ciento. Sin embargo, el termómetro de las empresas líderes que cotizan en el país finaliza con la mayor baja de su serie histórica.

El derrumbe en los precios no impidió que el volumen negociado evidenciara en promedio una suba de 12,5 por ciento respecto del año pasado. Ese aumento se explicó casi en su totalidad por la mayor operatoria en títulos públicos, que se acrecentó en un 16,3 por ciento. La caída en los últimos meses se debe a la desaparición de las AFJP y a las trabas que el Central y la Comisión Nacional de Valores impusieron a las operaciones “contado con liquidación”.

“El año que viene se presenta tan duro como este, y el inversor deberá estar atento a los nichos que dejan las bajas cotizaciones y que podrían recuperarse si se estabiliza la situación en Estados Unidos y Europa”, explicó a Cash el responsable de una sociedad de bolsa de la city.