Domingo, 22 de febrero de 2009 | Hoy
EL BAUL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
Los países se conectan entre sí intercambiando productos y factores productivos. Esos movimientos no se agotan en el mero traslado de determinados bienes, pero se extienden al contagio de sus estados de expansión o contracción económica, en que los países grandes transmiten su propia coyuntura a los países más pequeños. Este fenómeno se conoce como “transmisión internacional del ciclo económico”. En un país B, por caso, cae la actividad económica, y en consecuencia las unidades productivas reducen su escala de producción, y con ello reducen su personal y sus compras de materias primas (algunas de las cuales se compran al país A). Una parte mayor o menor de la población de B se ve, de pronto, privada de ingresos y, por lo tanto, de capacidad de comprar, no sólo productos de B sino también, acaso, productos provenientes de A, con lo que A sufre un doble impacto negativo: la reducción de su exportación de productos intermedios a B, y la reducción de sus productos terminados a B. Las unidades productivas de A, que exportan parte de su producción a B, se ven forzadas a adquirir menos materias primas y a despedir parte de su personal, de un modo exactamente igual al ocurrido anteriormente en B, con lo que se consuma la transmisión a A de la recesión económica en B. El cuadro se hace más real, pero más complejo, con la consideración de los movimientos de capital. Este análisis, en el curso de la ciencia económica, comenzó con David Hume, a mediados del siglo XVIII, y siguió en 1933 con el multiplicador del comercio internacional, de Roy Harrod. Tuvo su manifestación entre nosotros con los estudios sobre ciclos económicos de Raúl Prebisch. En 1938, como gerente general del Banco Central, escribió: “Como país agrario y campo de inversión de capitales extranjeros, en el desarrollo de nuestros movimientos ondulatorios prevalecen, por un lado, las variaciones del volumen físico de la producción del suelo, sus precios y el grado de absorción de los productos en el mercado internacional y, por otro, la mayor o menor afluencia de estos capitales extranjeros. Aparte de las alternativas de la producción rural, sujetas desde luego a las contingencias meteorológicas, los otros elementos que acabamos de señalar mantienen estrecha relación con los fenómenos cíclicos exteriores que así se reflejan sobre el ciclo económico argentino”. (BCRA, Memoria. Ejercicio 1938, pág. 5.)
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