Domingo, 21 de marzo de 2010 | Hoy
ENFOQUE
Por Mara Pedrazzoli
Los nuevos monetaristas argentinos declaran que la inflación aumentó porque el Gobierno aceleró el ritmo de crecimiento de los principales agregados monetarios. Ese razonamiento supone que la expansión de la oferta de dinero genera inflación y que el Banco Central puede controlar la primera a través de la base monetaria.
Sostienen los monetaristas que una política monetaria expansiva (derivada de una mayor emisión de base o de una baja en la tasa de interés) genera un aumento del ingreso nominal de los agentes que es encauzado hacia una mayor demanda de bienes y servicios, provocando un alza en el nivel general de precios dado que la oferta de aquéllos se hallaba “inicialmente” en el máximo nivel posible. Esa creencia de que existe un nivel dado de producto potencial, asociado a una tasa de desempleo natural, ambos determinados por cierta dotación “inicial” de capital y trabajo de una economía, les permite explicar en forma sencilla el fenómeno de la inflación como consecuencia de un exceso de demanda agregada y los lleva a sugerir políticas de ajuste (contraer la emisión o subir la tasa) para desacelerar la demanda.
Aparecen entonces aquí algunos interrogantes:
- ¿Cuál es la tasa de desempleo natural de la Argentina?
- ¿Está “inevitablemente cerca de la tasa promedio”, como sostiene Friedman?
- ¿Qué podemos decir para el período actual con promedios que fueron del 4 por ciento en los ‘70, 6 por ciento en los ‘80, 12 por ciento en los ‘90?
- ¿Cuál es el punto inicial y por qué?
Los defensores de esta teoría deberían poder contestar seriamente estas preguntas –explicitando los supuestos en los que basan sus modelos– a la hora de afirmar que la economía argentina está creciendo por encima de algún nivel potencial y que deben aplicarse medidas contractivas. Desde otra visión se puede afirmar que el crecimiento autónomo de la demanda agregada conlleva un permanente desplazamiento de ese producto potencial en tanto la inversión permite ampliar la capacidad productiva de una economía.
La segunda idea de los monetaristas argentinos sentencia que el Banco Central puede controlar el ritmo de crecimiento de la oferta de dinero operando sobre la base monetaria. Básicamente, tres hallazgos indujeron a revisar esa concepción:
1. La existencia de dos años de rezago entre la emisión de base y el impacto sobre la inflación.
2. La fuerte inestabilidad de la demanda de dinero.
3. Las oscilaciones del multiplicador monetario en sociedades con alto grado de bancarización (el multiplicador es un coeficiente que explica la amplificación del efecto de la creación de base sobre la oferta monetaria como resultado de las sucesivas creaciones secundarias de dinero que tienen lugar en el sistema bancario).
Es decir que ya no existen monetaristas que miren los agregados monetarios, excepto los argentinos.
El nuevo consenso macroeconómico que guía la política monetaria de la mayoría de las bancas centrales del mundo propone como instrumento a la tasa de interés, que se ajusta para cerrar la brecha del Producto con el potencial. Y como objetivo a la tasa de inflación, que debe ser prenunciada por una autoridad independiente para controlar las expectativas de los mercados.
Aun suponiendo, como los monetaristas, que existe una brecha del Producto que deba cerrarse, ¿cuán efectiva es una política de tasas para regular el comportamiento de la demanda agregada? Poco. Por un lado, la inversión es bastante menos sensible a cambios en la tasa de interés de lo que predice la teoría, de modo que se requieren fuertes variaciones de la última para provocar cambios significativos en la demanda. Por otro, el impacto sobre el consumo es pequeño, ya que se compensan los cambios en la riqueza de los deudores y acreedores del sistema. Asimismo cabe advertir que las bancas centrales sólo pueden controlar la tasa de interés nominal de corto plazo, mientras que la inversión y el consumo dependen de la tasa de interés real de largo, que no siempre acompaña a la primera.
Por último, para el nuevo consenso macroeconómico, la efectividad de la política monetaria depende también y en buena medida de la independencia del Banco Central, que garantizaría su credibilidad y capacidad para afectar las expectativas de inflación que forman los mercados. Estos, en especial los financieros, son los que siguen de cerca las disposiciones del Banco Central. Subyace a esta idea una sobrevaloración de la eficiencia de los mercados financieros por encima de la idoneidad de los cuerpos técnico-políticos de la institución bancaria que dista de conservar independencia alguna.
La importancia de la inflación como problema macroeconómico, la tesis de que aquélla se origina en un exceso de demanda agregada y de que la política monetaria (bajo la forma de regla de tasas) es el principal dispositivo para controlarla, es el actual legado del monetarismo. Vale la advertencia de que tanto el diagnóstico como la receta adolecen de serios problemas
* Economista de AEDA.
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