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Por las mejores perspectivas económicas, la fuga de capitales se desaceleró. Sin embargo, desde el inicio de la crisis económica internacional, más de 40.000 millones de dólares de riqueza huyeron de la Argentina. Se abre entonces un debate pendiente sobre el control de capitales como herramienta para frenar ese drenaje. La crisis internacional desató una ola de cautela e incertidumbre en el mundo de las finanzas globales. Las consecuencias en los países subdesarrollados no tardaron en impactar, acelerándose el refugio de los capitales en las plazas más fuertes.

En la Argentina, desde mediados de 2007, la salida de capitales se disparó. Según publicó el Banco Central en su último Balance Cambiario, la Formación de activos externos del sector privado no financiero, categoría que computa las salidas de divisas, totalizó 45.837 millones de dólares hasta diciembre del año pasado. Acompañado por las mejores perspectivas macroeconómicas tanto locales como internacionales, el drenaje de capitales se desaceleró fuertemente entre octubre y diciembre de 2009, mostrando un freno total respecto del tercer trimestre del año. En la comparación interanual, el flujo se revirtió, pasando de una salida de 6649 millones de dólares en el tercer trimestre de 2008 a un ingreso de 54 millones para el mismo período del último año. Sin embargo, febrero volvió a mostrar un resultado inquietante. Aún sin datos oficiales, algunas consultoras privadas estimaron una salida de alrededor de 1000 millones de dólares en ese mes.

Ese resultado reabrió el debate sobre la necesidad de “parar la fuga”. En el Gobierno están estudiando la evolución de esa variable. En octubre de 2009, presionada por una fuerte fuga, se anunció una serie de medidas tendientes a restringir la salida acelerada de capitales. En aquel entonces, la medida alcanzó a la operatoria con los denominados “paraísos fiscales”, al firmarse convenios de transferencia de información entre varios de estos países y la AFIP.

La fuga de capitales no se detuvo completamente y aumentan las opiniones acerca de cómo combatir el drenaje de esa riqueza social. En una entrevista publicada en Página/12, el titular de la Comisión Nacional de Valores, Alejandro Vanoli, criticó al ex presidente del BCRA, recientemente despedido: “Un balance sobre la gestión de Redrado muestra que falló frente a la fuga de capitales. Se podría haber limitado la autorización de giro de fondos al exterior, simplemente rebajando el límite de los dos millones de dólares mensuales por persona jurídica o física a un máximo de 100 mil”.

Por su parte, Emiliano Libman, economista de AEDA y becario del Conicet, señaló que el mejor camino para evitar la salida de capitales es “mantener en orden las cuentas externas, lo que significa sostener el superávit de la cuenta corriente y un nivel aceptable de reservas internacionales, y ser cuidadoso con las principales variables macroeconómicas. En Argentina, la salida de capital se da por razones tanto estructurales como de coyuntura. En este caso, el deterioro del contexto macroeconómico internacional hace más difícil contrarrestar el efecto de fuga”. Según Libman, “la decisión de política económica más eficaz no sería poner trabas a la salida de capitales, medida generalmente muy dificultosa de implementar, sino más bien elaborar estrategias para el momento de ingreso de los mismos, con normativas que impidan al capital especulativo pero también a los grupos concentrados implementar un retiro veloz del mercado local”.

La economía argentina ha mostrado históricamente un comportamiento proclive a la fuga de capitales. Esta tendencia reapareció en un contexto de incertidumbre global y convoca a debatir sobre la necesidad de implementar mecanismos que eviten la salida de riqueza del país