Andrés López, experto en el estudio de las multinacionales, analiza qué harán con sus inversiones en la Argentina post-devaluación. Advierte que, por sí sola, la inversión extranjera no es garantía de desarrollo.
Por Andrés López *
En los años ‘90 se produjo un boom de la inversión extranjera directa (IED) en la Argentina, cuyos ingresos excedieron los U$S 80 mil millones. Como consecuencia, el peso de las empresas transnacionales (ET) en la economía local creció fuertemente (las filiales de ET pasaron de absorber un 35 por ciento de las ventas de las mayores mil empresas argentinas en 1990 a alrededor de un 70 por ciento en el 2000).
En varios trabajos que realizamos sobre el tema junto con Daniel Chudnovsky mostrábamos que si bien la Argentina se había convertido en un país muy atractivo para la IED (estuvo entre los cinco principales receptores entre los países en desarrollo en los años ‘90), la contribución de esta última al proceso de desarrollo económico no era tan clara teniendo en cuenta su impacto sobre:
a) El balance de divisas: por la alta propensión a importar de las filiales de ET –no compensada por exportaciones significativas– y su elevada remisión de utilidades.
b) La inversión doméstica: por la preferencia de las ET por invertir bajo la modalidad de fusiones y adquisiciones, y por el hecho de que la IED parece más bien haber estimulado el desplazamiento de los competidores locales ya instalados que las estrategias ofensivas de inversión por parte de estos últimos.
c) La trama de proveedores: las filiales de ET tendieron a abastecerse preferentemente de proveedores extranjeros por razones de precio, calidad y tecnología.
d) El desarrollo de actividades innovativas: considerando la poca propensión de las filiales de ET a invertir en I & D y el hecho de que en varios casos de adquisiciones se discontinuaron esfuerzos tecnológicos locales previos.
e) La presencia de actividades intensivas en conocimiento y en recursos humanos calificados en la estructura productiva y exportadora, dada la poca propensión de las ET a invertir en dichos sectores en la Argentina.
En base a este escenario, cabe preguntarse si, tras el estallido de la crisis, el default y la devaluación, la Argentina mantendrá su atracción para la IED y si se alterarán las estrategias y desempeños de las filiales de ET de modo de mejorar su contribución a la economía local.
En cuanto a la primera pregunta, a comienzos de año podía pensarse que había tanto factores que podían estimular un mayor ingreso de IED como otros que podían inducir su salida. Entre los primeros, claramente el de mayor peso era la posibilidad de adquirir activos locales que habían visto caer su valor en dólares y cuyos dueños muchas veces se hallaban en serias dificultades para repagar deudas contraídas con anterioridad. En contraste, había distintos factores que podían inducir una salida de las inversiones ya establecidas. Esto era más claro en el caso de dos sectores particularmente afectados por la crisis: el de servicios públicos (con tarifas congeladas y niveles de endeudamiento altos) y el de los bancos (por los conocidos problemas derivados del corralito, corralón, etcétera). Asimismo, la brutal caída del PBI y el general clima de incertidumbre sobre el futuro de la economía y la política también apuntaban a una posible salida de IED.
En el balance, considerando los datos sobre ingreso de IED hasta el tercer trimestre del 2002, así como un conjunto de informaciones disponibles a través de diversas fuentes, aparentemente la actitud mayoritaria fue la de “wait and see”, aunque habría predominado el efecto “atracción”. En efecto, si miramos las estadísticas, vemos que el ingreso de IED fue de menos de U$S 300 millones, muy lejos de los U$S 4 mil millones ingresados hasta el primer trimestre del 2001, pero en fuerte contraste con los más de U$S 5 mil millones que salieron bajo el rubro inversión de cartera. Este dato, además, no toma en cuenta, por la forma en que se captan los datos respectivos, las compras de activos inmobiliarios –rurales y urbanos– que, se presume, habrían alcanzadomagnitudes importantes durante el pasado año. Téngase en cuenta, además, las ventas de tres importantes empresas argentinas (Impsat, Pérez Companc y Quilmes). En contrapartida, los retiros de ET han estado acotados a muy pocos casos.
¿Qué puede esperarse para este año? Todo dependerá de la evolución de la situación económica y política general, pero hay pocas razones para esperar flujos significativos de IED, ni una “reargentinización” de la economía, ni siquiera en el caso de los servicios públicos, donde pareciera primar una actitud de cautela entre las empresas dueñas de dichos servicios.
Si no esperamos, entonces, grandes cambios en la presencia de las ET en la economía local, queda por ver el impacto de la devaluación sobre la contribución de la IED al proceso de desarrollo, tomando los elementos que señalamos más arriba. El efecto más visible en este caso sería sobre los patrones de comercio exterior de las filiales de ET. Con el nuevo set de precios relativos post-devaluación, podía esperarse que las filiales de ET tanto sustituyeran importaciones (y, de ese modo, contribuyeran a reconstruir lazos con proveedores locales) como incrementaran sus exportaciones. Si bien no hay datos fehacientes que permitan evaluar en qué medida estos fenómenos se produjeron o no, la evidencia disponible indicaría que dichos procesos estarían ocurriendo, pero en forma incipiente. Esto es previsible considerando tanto las restricciones impuestas por la propia crisis (falta de financiamiento, ruptura de contratos, etc.) como el hecho de que el desarrollo de proveedores locales o la obtención de mercados de exportación son procesos que llevan tiempo, aun para las ET. En tanto, está claro que la devaluación per se no alienta el desarrollo local de actividades innovativas por parte de las filiales de ET ni la inversión de estas últimas en sectores más complejos desde el punto de vista tecnológico.
En este escenario, a futuro quedan tres grandes temas para la agenda de política hacia la IED: a) cómo atraer inversión en sectores que permitan a la Argentina una mejor inserción en el actual panorama económico global; b) cómo estimular a las filiales de ET a desarrollar mayores vínculos con la economía local y generar crecientes flujos de exportación -aprovechando las ventajas que derivan de su presencia global–; c) cómo mejorar el entorno de negocios para las firmas locales, incrementando su capacidad de acceder a financiamiento, recursos humanos, infraestructura tecnológica, información de mercado, etcétera. De ese modo, las firmas nacionales podrían tanto vincularse como competir más eficazmente con las filiales de las ET, lo cual, a su vez, ayudaría a crear un estilo de desarrollo más balanceado en cuanto al tipo de agentes económicos dominante en la economía local.
* Economista del Cenit.
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