INTERNACIONALES › ELECCIONES ISRAELIES EN ECONOMIA DE GUERRA
Entre el Nasdaq y Arafat
La violencia palestina golpeó duramente a la industria del turismo, pero también la recesión general en Occidente.
Por Claudio Uriarte
Israel va a elecciones este martes bajo el signo de una paradoja que sólo es aparente: la economía se encuentra en su peor momento y sin embargo el primer ministro Ariel Sharon no sólo va a ganarlas sino a aumentar su representación parlamentaria, el líder laborista opositor Amram Mitzna no sólo va a perder sino que presidirá sobre un desbande de su electorado, y sólo tienen futuro las fuerzas políticas más identificadas con el statu-quo. "2002 será considerado el peor año en la historia económica del Estado de Israel –dice el economista independiente Abraham Tal–. Nunca hubo otro en que se experimentaran simultáneamente un crecimiento negativo (-1 por ciento), una alta tasa de desempleo (10,4 por ciento), una crisis de todos los sectores productivos –especialmente del turismo–, una sensación de miedo ante la inestabilidad financiera, y constantes subidas y bajadas de la atmósfera económica".
La explicación de la aparente paradoja es extraeconómica: la estrategia de violencia lanzada por el liderazgo palestino tuvo el efecto galvanizador de unir al país en torno del halcón que ha pasado a convertirse en la menos dura de las líneas duras que crecen en el espectro político. Pero la violencia palestina tuvo éxito en el campo económico, el más restallante en la industria del turismo, donde los ingresos han caído un 40 por ciento. Durante el primer semestre del año pasado, por ejemplo, el nivel de ocupación hotelera en Jerusalén se redujo un 45 por ciento, aunque luego recuperó parte del terreno perdido gracias a programas de promoción del Ministerio de Turismo y la alcaldía de la ciudad. Rafael Barber, gerente del Olive Tree Hotel en Jerusalén, conoce el tema de cerca: "Hemos tenido que reducir al mínimo el personal, estrujar los salarios, minimizar las compras y pagar con retraso las facturas de la luz, el agua y el teléfono. Además, hemos recibido créditos de bajo interés, para cuya financiación contamos luego con ayuda del gobierno".
Pero la violencia palestina es sólo parte de la historia. La otra mitad es la recesión de la economía internacional, sobre todo la de Estados Unidos, que desde 2000 es el principal mercado para las exportaciones israelíes (mientras la Unión Europea es su principal suministrador). "Aunque desde el punto de vista estructural Israel tenga una economía fuerte, como demuestra el hecho de que esté calificado como país A- por Fitch, hay un 50 por ciento de posibilidades de que nuestra estimación baje en función de las tendencias actuales", dice Richard Fox, director de ratings de la calificadora de riesgo. Este tipo de declaraciones es la pesadilla de David Klein, director del Banco Central de Israel, que ya vio cómo Standard & Poor's rebajaba de A- a BBB+ la calificación de los dos principales bancos privados, Happoalin y Leumi.
Para reconquistar credibilidad exterior, los expertos recomiendan una profunda reforma fiscal. El ministro de Hacienda Silvam Shalom consideró pero postergó la propuesta. Es que las cosas no son fáciles, en momentos en que el presupuesto militar tendrá que subir, y en que Israel dedica esfuerzos crecientes a la reubicación en el país de los judíos argentinos que emigran huyendo de la crisis. Uno de cada cinco israelíes vive debajo del nivel de la pobreza, situado en 1384 shekels (unos 290 dólares). Sharon pidió la semana pasada a todos sus ministros que reduzcan sus presupuestos en un 2,5 por ciento, lo que llevaría a reducir el déficit público en 790 millones de shekels (unos 168 millones de dólares). Para terminar de cerrar la brecha, Shalom espera la ayuda de EE.UU., que asciende a 12.000 millones de dólares, cuatro en ayudas directas y ocho en créditos blandos a devolver en cinco años.