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La pobreza latinoamericana se redujo en los últimos años. En 2010 el 31,4 por ciento de la población estaba incluido en esa condición. La secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, sostiene que esa tendencia se mantuvo el año pasado y que la tasa de pobreza habría descendido un punto más. De confirmarse esos datos, el número de pobres ascendería a 174 millones. De ese total, algo más del 40 por ciento (73 millones) revistarían en la categoría de pobreza extrema o indigencia. Los datos revelan la persistencia de una inmensa agenda pendiente a pesar de los avances observados.

En ese contexto, la Cepal resalta a la Argentina como un ejemplo de política reparadora. Aunque con fuertes discrepancias con el índice oficial, la mayoría de las mediciones privadas también revelan una disminución de la pobreza. La polémica instalada alrededor de la verosimilitud de las estadísticas públicas no es una exclusividad argentina. Por caso, las mediciones del Instituto Estadístico chileno reciben cuestionamientos sociales y académicos. La metodología de medición de la pobreza empleada por ese organismo, de manera análoga a lo realizado por el Indec, es el “enfoque del ingreso”. Ese método consiste en determinar un monto de ingreso mínimo que define la “línea de pobreza”.

El Instituto estadístico realiza las siguientes tareas:

1. Determina el valor de una canasta alimentaria que, de acuerdo con los hábitos de consumo predominantes, satisfaga las necesidades nutricionales.

2. El presupuesto necesario para cubrir las necesidades mínimas no alimentarias se calcula a partir de la aplicación de un factor multiplicador.

3. La suma de ambos valores conforma la Canasta de Satisfacción de Necesidades Básicas (CSNB).

4. El costo de la CSNB es comparado con el ingreso familiar.

Aplicando esa metodología, el índice oficial de pobreza chileno ronda el 15 por ciento. El profesor titular del Instituto de Economía de la Universidad Católica de Chile, Felipe Larraín, afirma que la tasa de pobreza es más elevada. Sostiene que los cálculos oficiales se realizan sobre la base de patrones de consumo relevados hace 25 años. Desde entonces, la sociedad chilena estuvo marcada por intensas modificaciones estructurales (económicas, demográficas, sociales) que modificaron la canasta de consumo. En su trabajo Cuatro millones de pobres en Chile: actualizando la línea de la pobreza, elaborado en 2008, recalcula la canasta básica alimentaria –en consonancia con las transformaciones nutricionales acaecidas en la sociedad chilena– y corrige el factor multiplicador. El resultado final revela un crecimiento del índice de indigencia del 3,2 al 6,2 por ciento y de la tasa de pobreza del 13,7 al 29,0 por ciento.

Las objeciones a las mediciones oficiales son compartidas por muchos especialistas chilenos. En el informe Una propuesta para actualizar la Canasta de Satisfacción de Necesidades Básicas, elaborado por un equipo multidisciplinario, se indica que “la legitimidad de la actual CSNB se ve cada vez más mellada. Así, distintos sectores empiezan a proponer mediciones alternativas, restando valor y credibilidad pública a los avances que se informan oficialmente en materia de bienestar social”.

Por otra parte, la canasta básica alimentaria chilena tiene una menor exigencia calórica que su símil argentina. Eso implica una menor valuación de la canasta y, por ende, una disminución de la “línea de la pobreza” y del número de pobres. En el blog económico Los Tres Chiflados se afirma “no es necesario recalcar los ‘liberales elogios’ que se escuchan en Argentina por políticos, economistas y los medios locales a la economía chilena. Los aplausos y elogios a Chile por mantener el rumbo económico que dejó la última dictadura se fundamentan justamente en lograr un índice de pobreza que se ‘diferenciaría’ del resto de América latina, cuando en rigor el índice no deja salir a flote las miserias del modelo chileno”

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