Dom 24.03.2013
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ENTREVISTA A JOHANNES MATYASSY, EMBAJADOR DE LA CONFEDERACIóN SUIZA EN ARGENTINA

“No queremos dinero negro”

El diplomático explica las reformas que ha venido introduciendo Suiza para que el secreto bancario no les sirva de escudo a quienes buscan evadir impuestos y lavar dinero. La negociación con el gobierno argentino.

› Por Fernando Krakowiak

La Confederación Suiza es una de las plazas financieras más importantes del mundo y al mismo tiempo recibe cuestionamientos por los obstáculos que representa su secreto bancario para investigar delitos de evasión impositiva y lavado de dinero. En diálogo con Página/12, el embajador suizo en el país, Johannes Matyassy, explica los motivos de la vigencia de ese secreto y las reformas que han venido introduciendo para que no les sirva de escudo a quienes violan la ley.

¿Qué razones existen para sostener el secreto bancario?

–Parece que todo lo que tiene que ver con secreto bancario es malo, pero no es así. En Suiza, la base de la relación entre el ciudadano y el gobierno es la confianza. El Estado confía en sus ciudadanos y viceversa. Por ejemplo, si yo como suizo tengo una cuenta en un banco de mi país, a fin de año el banco me saca el 35 por ciento sobre todas las ganancias. Después hago mi declaración de impuestos y si declaro mi cuenta el Estado me devuelve ese 35 por ciento y yo pago los impuestos. Si no la declaro, entonces ya tuve la penalidad. Eso muestra la relación de confianza. El Estado no tiene que saber cada movimiento de mi cuenta. El secreto bancario garantiza privacidad, pero yo pago los impuestos.

De esa forma, el Estado garantiza el cobro de impuestos, pero ¿cómo puede saber si el origen del dinero es legal?

–Porque hubo cambios en la legislación que alcanzan a suizos y extranjeros. Por ejemplo, el caso de la empresa de recolección de residuos Covelia evidencia los cambios vigentes en el sistema, porque el banco donde estaba la cuenta registró movimientos no claros e inmediatamente informó a la autoridad que investiga el lavado de dinero. Un fiscal suizo hizo una investigación y pidió información a Argentina. Ahora cerró el caso porque el dueño de la cuenta pudo mostrar el origen del dinero y explicar los movimientos.

¿El caso que involucró a Hugo Moyano ya está cerrado?

–Está cerrado porque se aportaron todas las pruebas. Hay un control muy estricto y ese caso demuestra que funciona. La definición de secreto bancario cambió mucho en Suiza, pero los prejuicios siguen porque todavía se pueden ver muchas películas donde el malo entra en un banco suizo con una valija negra, abre una cuenta y le dan un número sin pedirle ninguna información. Eso no existe más. Es historia. El cliente tiene que identificarse, decir de dónde proviene el dinero y, si hay sospechas fundadas, el banco tiene la obligación de controlar.

¿Cuándo se introdujeron los cambios que usted destaca?

–El secreto bancario data de 1934 y en esa época era para dar protección a los judíos. Eso lo demuestra la pelea de 1998 entre Suiza y Estados Unidos, que terminó cuando los bancos suizos pagaron una indemnización de 1250 millones de dólares a instituciones judías en los Estados Unidos. A partir de entonces comenzamos a cambiar la legislación. Suiza tiene en la actualidad una legislación muy estricta para identificar dinero negro. No queremos más ese dinero. Por ejemplo, hay un proyecto del gobierno que está en proceso de consulta donde se establece que si una persona quiere comprar una casa de más de cien mil francos suizos ya no puede pagarla en efectivo.

¿Dónde sobrevive entonces el secreto?

–El banco le descuenta el 35 por ciento de todo lo ganado en el año, pero no informa a quién corresponde ese dinero. El Estado sólo lo sabe si después el cliente declara su cuenta. Ese principio también intentamos aplicarlo a los clientes extranjeros. Nuestro concepto, expresado en acuerdos con Inglaterra y con Austria, es el siguiente: a un austríaco, por ejemplo, que tiene una cuenta en Suiza y no pagó impuestos, el banco le descuenta entre 15 y 38 por ciento de lo que ya tenía depositado. A partir de ese momento, el dinero está blanco. Además, el banco le saca todos los años un porcentaje sobre las ganancias y manda ese dinero a Viena si el cliente no quiere declarar su cuenta. Así podemos mantener la privacidad. Sobre este punto tenemos un concepto diferente con respecto a Argentina. Se lo voy a explicar con un ejemplo que me shockeó. Hace poco llegó una delegación suiza al aeropuerto de Ezeiza. Había un argentino delante de ellos en el puesto de la Aduana. Una persona de la AFIP le preguntó si tenía algo para declarar. El argentino dijo no. Entonces, el empleado le respondió: “Pero usted compró ayer en Miami con su tarjeta de crédito un iPad”. Eso en Suiza está excluido porque hay una mayor protección de la privacidad.

¿Con Argentina qué acuerdos están vigentes?

–Con Argentina ampliamos la asistencia judicial mutual en materia penal. Además, queremos introducir un acuerdo de doble imposición, que incluya el artículo 26 de la OECD sobre pedidos de información. Por ejemplo, si Argentina tiene una duda sobre uno de sus ciudadanos puede pedir información a través de los canales oficiales y la recibe, pero si quiere saber qué ciudadanos argentinos tienen cuentas en Suiza, eso no se le informa. Tiene que justificar cada pedido de manera particular.

¿En qué estado se encuentra esa negociación?

–Teníamos un acuerdo de 1997 que estaba funcionando de manera provisoria desde 2001 porque el Parlamento suizo lo ratificó, pero Argentina no lo hizo. En enero de 2012, Argentina nos notificó que no lo iba a ratificar. En mayo y octubre del año pasado hubo dos rondas de negociación y hoy tenemos un texto que tiene alrededor de diez paréntesis por definir. Creo que pronto vamos a acordar y después viene el proceso de ratificación.

Pese a las reformas que señala, Suiza sigue apareciendo como sinónimo de opacidad financiera.

–Se necesita tiempo para cambiar una imagen, pero además mucha gente cree que el dinero va a Suiza únicamente por el secreto bancario y no es así. Suiza es un país muy seguro, muy estable, no cambia la legislación de un día para el otro, no hay nacionalizaciones. Por eso no salió mucho dinero después de las reformas que implementamos. Ahora bien, nosotros estamos introduciendo cambios, pero tampoco nos vamos a hacer un harakiri porque al mundo no le sirve de nada si el dinero no va a Suiza, pero va a otros lugares como las islas británicas Guernsey, la ciudad de Londres y algunos centros en Asia. No hay que ser ingenuos. Los británicos y los estadounidenses tienen sus propios intereses. Es una lucha entre plazas financieras. Si uno mata a Suiza no va a cambiar nada, salvo que se modifiquen las reglas de una manera global.

Esa discusión se da en el G-20 con pocos avances.

–Está avanzando, pero toma tiempo

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