Domingo, 3 de agosto de 2014 | Hoy
INVESTIGACIóN ECONóMICA
Por Andrés Asiain y Lorena Putero
La concepción universalista de la ciencia es compartida por varias instituciones académicas nacionales, que ponen como objetivo para otorgar financiamiento y permitir escalar posiciones a sus investigadores, que logren ser publicados en revistas de prestigio internacional. Bajo similar concepción científica, muchas universidades construyen sus carreras a partir de planes de estudios copiados de los programas de instituciones del exterior, priorizando como docentes a quienes se hayan formado en ellas. Esa concepción universalista pasa por alto que la comunidad académica no es una isla, sino que está inserta en un mundo atravesado por enormes desigualdades de poder.
De esa manera, las revistas y universidades de prestigio suelen pertenecer a los países centrales, que imprimen en ellas una determinada agenda de investigación, funcional a sus propios intereses. La ingenua concepción universalista de algunas instituciones locales termina siendo funcional a una política científica que pone los recursos nacionales volcados a la ciencia y técnica al servicio de los proyectos de investigación de las grandes potencias. La justificación para semejante accionar se realiza, a veces, en términos de moralina sobre investigadores que escriben artículos de baja calidad en revistas locales en base a amiguismos e intercambios de favores. Sin embargo, ello debería dar lugar a un sistema nacional de control de la calidad de las publicaciones, ya que de lo contrario el remedio contra la corruptela de algunos investigadores locales puede significar la renuncia a una política científica nacional.
Para ilustrar esa situación vale el caso de un grupo de investigadores de la universidad de Lomas dedicados al estudio de cuencas hídricas. Los problemas de la cuenca Matanza-Riachuelo no eran del interés de las revistas de prestigio académico internacional y necesitaban publicar en ellas para que las instituciones académicas argentinas les mantuvieran el financiamiento. De esa manera, debían postergar el abordaje de la cuenca local, que hace al interés de millones de bonaerenses, para realizar estudios de cuencas hídricas de ríos de los Estados Unidos, hecho que les permitía publicar afuera y seguir en carrera académica adentro.
En el plano de la economía, la situación no es mejor. Las desigualdades regionales, los problemas de la industrialización, la inflación cambiaria, el papel de las retenciones o la restricción de divisas, son algunos ejemplos de temas que hacen al corazón de los asuntos económicos y que no están en la agenda de la comunidad académica internacional. Las revistas de mayor prestigio no publican trabajos vinculados con esas problemáticas, los programas de las universidades con mayor reconocimiento internacional no contemplan su estudio; los profesionales que se forman en ellas los desconocen.
Ya hace tiempo, Raúl Prebisch había advertido en El desarrollo económico de América latina y alguno de sus principales problemas que la concepción universalista de la economía era un límite a la investigación sistemática de los problemas económicos de Latinoamérica al “número exiguo de economistas capaces de penetrar con criterio original en los fenómenos económicos latinoamericanos”. Sostenía que ello no se solucionaba enviando economistas a que reciban una educación metódica en las universidades de Europa y Estados Unidos, pues “una de las fallas más conspicuas de que adolece la teoría económica general, contemplada desde la periferia, es su falso sentido de universalidad”
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