Domingo, 30 de noviembre de 2014 | Hoy
ECONOMíA Y POLíTICA
Por Andrés Asiain y Lorena Putero
Uno de los latiguillos de los economistas del establishment es que los problemas de la economía nacional se deben a la falta de confianza de los inversores. Esa desconfianza sería la causante de la falta de inversión productiva, derivando en límites en la capacidad productiva que provocan escasez y suba de precios, y del desvío del excedente empresarial a la compra de dólares, disminuyendo las reservas y presionando sobre la brecha cambiaria. La solución a esos problemas requiere no sólo de un cambio de orientación de las políticas económicas sino, esencialmente, de un cambio en los actores que las lleven adelante, para que el nuevo rumbo económico sea creíble ante el mercado.
La predominancia de la confianza como variable explicativa del acontecer económico es habitual en el mundo financiero, donde las subas y bajas del mercado no requieren justificarse en ningún acontecimiento de la economía real, pudiendo ser el resultado de un simple rumor. Su extensión al funcionamiento de la economía nacional delata las cortas miras de los proyectos económicos que descansan en ella. Desde esa perspectiva, la recuperación de la soberanía energética, el desarrollo industrial o la problemática del acceso a la vivienda propia no requieren para su solución de políticas estratégicas, sino que se solucionan mágicamente con un ministro de economía que genere confianza.
Ello explica la chatura del debate económico que emana cotidianamente de los multimedios, por donde desfilan varios economistas que aspiran a dirigir la política económica, sin hacer una mínima referencia a cuáles serían sus medidas en temas cruciales. Esa falta de programa indica que los problemas estructurales que limitan el desarrollo no están en la agenda económica de gran parte de los aspirantes a la presidencia de la Nación. En su lugar, se ofrece poner en orden una serie de variables macroeconómicas con énfasis obsesivo en el déficit público y la emisión monetaria, para preparar un “regreso a los mercados” tras acordar con los buitres con la finalidad de estabilizar temporalmente el mercado cambiario, apelando al ingreso de capitales especulativos.
En ese hipotético escenario, donde el ingreso de dólares financieros cumple un rol central en el sostenimiento de las cuentas externas de la economía, el ministro de Economía confiable para el mercado vuelve a detentar un poder superior al del mismo presidente, debilitando el rol transformador de la política y vaciando de sentido la democracia. La vinculación entre los esquemas de financiamiento externo vía cuenta capital y el empoderamiento de los ministros de Economía confiables para el establishment fue analizado por el fallecido economista argentino Jorge Schvarzer para explicar el poder detentado por Martínez de Hoz durante la última dictadura militar:
“La inestabilidad del mercado de capitales era la contraparte de su creciente estabilidad política. La propia fluidez de los movimientos del dinero y las divisas y la creciente interrelación entre ambos auguraba posibilidades de creciente desequilibrio inmediato no bien se quisiera modificar la política en vigor. En la medida que ésta estaba encarnada en los miembros del equipo económico, la relativa estabilidad de un mercado construido sobre bases esencialmente inestables era el principal voto de confianza con el que contaban” (La lógica política de la política económica, 1986).
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