Domingo, 30 de noviembre de 2014 | Hoy
OPINIóN › DESARROLLO ECONóMICO
El avance tecnológico nacional con el satélite Arsat-1 abrió un interesante debate sobre proyectos económicos y política industrial.
Por Sergio Echebarrena *
Orbitando a 36.000 km sobre el Ecuador, Arsat-1 nos debería permitir enfocar la discusión sobre modelos económicos y política industrial.
Justamente ahora, cuando un objeto tecnológico complejo, producto final de un esfuerzo estatal que puede remontarse a la Conae de 1950, germen del Invap, al sistema público de enseñanza y a medidas concretas implementadas desde 2003, se escuchan voces nostálgicas que pretenden el retroceso a una economía basada en la “dotación natural de recursos”, en una primarización apenas disimulada con propuestas de agregar valor a la producción agrícola-ganadera como solución a los problemas de la economía argentina. El modelo “supermercado del mundo” como superación modesta del modelo “granero del mundo” que en la imaginación de algunos y sin respaldo serio, teórico o empírico, permitiría desarrollar una vida digna para más de 40 millones de argentinos.
Proponer que debemos emular a Australia, que con 23 millones de habitantes y déficit crónico de su cuenta corriente basa su economía en la exportación de comoditties y servicios principalmente a China, o a Nueva Zelanda que con menos de 5 millones de habitantes se especializa en la exportación de productos agrícolas y hortícolas; implica desconocer nociones básicas de economía y lecciones de la historia. Ninguna nación ha pertenecido o pertenece al grupo de países líderes sin el dominio de varias tecnologías industriales y ninguna nación ha podido incluir con dignidad a una población importante, sin desarrollo industrial.
Ninguna industria o tecnología relevante ha surgido de forma espontánea, por acción de “leyes del mercado”. Desde las leyes de cercado en Inglaterra, hasta las zonas económicas especiales de China, pasando por las experiencias alemana, estadounidense, japonesa o coreana, el desarrollo industrial fue inducido, sostenido, y protegido por políticas públicas. En Argentina, los ciclos de industrialización-desindustrilización se dieron al calor de políticas públicas.
Como bien se dice, Arsat-1 es de todos los argentinos, pero no es consecuencia de cualquier política, es el resultado de políticas públicas destinadas a fomentar el desarrollo de tecnología nacional en contra de las fuerzas del mercado, nacional e internacional, que nos quieren proveedores de bienes primarios por motivos políticos, económicos y estratégicos. El núcleo duro de los problemas económicos argentinos, el déficit y el incompleto desarrollo de nuestra industria y la consecuente restricción externa, necesita respuestas y las buenas respuestas necesitan de las preguntas adecuadas. Nadie duda acerca de la conveniencia de vender las arvejas en una lata, pero las preguntas adecuadas giran en torno de otros ejes. Para muchos de nosotros, es necesario planificar el desarrollo industrial eligiendo qué se debe fabricar localmente, asumiendo que no es posible ni conveniente fabricar todo y que se debe privilegiar el aumento creciente de valor agregado.
Apuntar, por ejemplo, a los bienes de capital: producir máquinas para fabricar productos finales. En este sentido, la renta de los recursos naturales (hidrocarburos, minerales) debe ser utilizada como palanca para completar y profundizar el desarrollo de una industria de exploración, extracción y procesamiento para el mercado interno y para exportación. Además, debe dirigirse parte de esa renta para apuntalar el sistema de investigación que combine conocimiento e innovación apoyado en las universidades, las oficinas estatales y las empresas nacionales, mejorando y profundizando los programas actuales.
La industria aero-espacial y la generación atómica de energía son ya una base que debe ser sostenida y ampliada para el desarrollo de industrias de punta. Reforzar lo existente, reconvertir, generar los eslabones ausentes en las redes de valor y pensar muy bien en la investigación de base, en aquella que rendirá sus frutos tecnológicos y sociales luego de años de trabajo y maduración. Políticas públicas sostenidas por varias décadas pueden ser la base de un país que ya no pueda retroceder, que no pueda caer, como pretenden algunos nostálgicos aunque no lo sinceren, en otra etapa de destrucción del trabajo y la industria nacional.
* Presidente de la Cámara Argentina de Proveedores de la Industria Petro-Energética (Capipe).
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