Domingo, 26 de abril de 2015 | Hoy
NEOLIBERALISMO, HAYEK Y LA EDUCACIóN SUPERIOR
Poco se ha estudiado el papel que han llevado adelante instituciones y universidades privadas en la difusión de la ideología libremercadista extrema. Hay nexos íntimos entre la ideología neoliberal y las prácticas autoritarias.
Por Vladimir L. Cares *
Los efectos del neoliberalismo en educación han venido siendo estudiados de manera sistemática por diversos investigadores. Un elemento compartido en los análisis es que las usinas neoliberales, al señalar que el sistema educativo era ineficiente, inequitativo y con productos de pobre calidad, pudieron justificar su ataque a la responsabilidad del Estado en el proceso educativo, con los resultados conocidos en Argentina y otros países. Un factor algo menos estudiado ha sido el papel que han llevado adelante instituciones y universidades privadas que difunden la ideología libremercadista extrema, en sus declaraciones de principios y en sus ofertas curriculares. Esta vuelta a los orígenes doctrinarios –acumular masa crítica intelectual que sirva de soporte en una eventual restauración conservadora que suceda a los gobiernos progresistas de la región– se visualiza similar a la conformación de la Sociedad Mont Pelerin, en tiempos en que gran parte del mundo llevaba adelante políticas de ampliación de derechos económicos y sociales, sea en las variantes del Estado de Bienestar como en las del bloque socialista.
Como se recordará, la Sociedad Mont Pelerin se conformó en 1947 a partir de la iniciativa del economista Friedrich Hayek como un espacio de reflexión y estudio sistemático de las ideas más radicalmente pro-mercado. Esta línea de pensamiento, circunscripta principalmente a la llamada Escuela austríaca, trata de explicar el mundo económico a partir del comportamiento individual, egoísta y racional de los individuos que lo componen, en una sociedad que no es otra cosa que el mero nombre que se da a la suma mecánica de los individuos (Margaret Thatcher, haciéndose eco de estas ideas, afirmaba en su tiempo que “no hay tal cosa como la sociedad. Hay sólo individuos, hombres y mujeres y familias).
A partir de la conjunción del Principio de Racionalidad (los agentes individuales siempre actúan apropiadamente en sus acciones económicas) y de la llamada Lógica Situacional (analizar y explicar la conducta de los individuos sólo a partir de la situación en la que se encuentren) y en un marco lógico basado en argumentos deductivos, la Escuela austríaca construye una multiplicidad de modelos no matemáticos, que les permiten arribar a conclusiones y recomendaciones, entre las cuales podemos mencionar: desregular totalmente la economía, privatizar, disminuir los programas contra el desempleo, volver al patrón oro, eliminar las subvenciones públicas a la vivienda y el control de los alquileres, reducir el gasto público en seguridad social, limitar del poder sindical y garantizar gobiernos y Estados mínimos. El Estado es una anomalía histórica y, por supuesto, está inhibido de participar en la vida económica, menos aún por medio de criterios redistribucionistas de la riqueza, basados en conceptos tales como justicia social, considerada por Hayek como una mera concesión corporativa a la clase media.
Un hecho recurrente entre los referentes de esta escuela es la repetición ad nauseam de la palabra libertad. Pero como advertía Julio Cortázar, las palabras, a fuerza de ser repetidas, terminan por agotarse, por enfermarse. Al leer a los referentes de la Escuela austríaca (Hayek, L. von Mises, I. Kirzner, H. Hazlitt, M. Rothbard y J. Huerta de Soto, entre otros) la sensación es ésa, de que estamos en presencia de una palabra “libertad” desganada, confusa, sesgada y peligrosa. Y esa palabra, como veremos más adelante, ha sido utilizada para justificar las más abyectas experiencias de nuestro continente.
En síntesis, la Escuela austríaca asume un individualismo extremo y una ideología fundamentalista de mercado. Si hablamos en términos políticos, a su derecha, solo está la pared.
Un hilo conductor en la educación superior de adoctrinamiento neoliberal lo constituye la referencialidad de algunos nombres, en particular el de Friedrich Hayek, así como el papel llevado adelante por determinadas instituciones que hacen de soporte intelectual al ideario privatista. En el caso latinoamericano podemos mencionar las universidades Eseade (Argentina) y Francisco Marroquín (Guatemala) y a los centros de investigación y estudio Instituto Ludwig von Mises (Brasil), Instituto Libertad y Democracia (Perú) o el Centro de Estudios Públicos de Chile.
Un hecho clarificador es que todas las instituciones mencionadas poseen sólidos vínculos entre sí y con el Cato Institute, un think-tank norteamericano relacionado con el ultraderechista Tea Party.
Analicemos ahora a una de estas universidades. La Universidad Francisco Marroquín fue fundada en 1971 por el empresario y político guatemalteco Manuel Ayau (discípulo de Hayek y presidente de la Sociedad Mont Pelerin en 1978-1980). En momentos en que Ayau creaba esta universidad simultáneamente era diputado por el Movimiento Nacional de Liberación, agrupación de extrema derecha que servía de soporte al presidente Carlos Arana Osorio y en cuyo mandato abundaron los asesinatos políticos y las desapariciones forzadas (se estima que aproximadamente veinte mil opositores al régimen fueron asesinados o desaparecidos en Guatemala entre 1970 y 1974). Pero el paso del tiempo o la acción de una mano invisible suelen borrar las huellas de los crímenes y la Universidad Marroquín comienza a destacarse en el ámbito de la educación superior guatemalteca y regional.
Con grandes recursos privados, más el apoyo de encumbradas figuras de la ciencia económica (Hayek, Milton Friedman, James Buchanan, Henry Hazlitt, entre otros) la Universidad F. Marroquín lleva adelante con sus carreras de grado y posgrado su inequívoca base doctrinaria: “la enseñanza y difusión de los principios éticos, jurídicos y económicos de una sociedad de personas libres”. El mismísimo Milton Friedman se refirió a esta universidad como una institución líder en América latina, basada íntegramente en la difusión de los principios rectores de la Sociedad Mont Pelerin: la defensa en los mercados libres y la propiedad privada.
Se podría argumentar que la relación de figuras como Ayau con regímenes autoritarios fue circunstancial y acotada, sin embargo la justificación de gobiernos dictatoriales está inserta en las ideas de los máximos referentes de la escuela austriaca. Hayek (que también presidiera el Consejo Consultivo de Eseade, institución local creada por el liberal libertario Alberto Benegas Lynch) siempre mantuvo posiciones muy claras respecto de la justificación de gobiernos autoritarios. En 1962, envió a Antonio de Oliveira Salazar en Portugal (primer ministro entre 1932 y 1968) una carta en la que le expresaba su confianza de que su libro The Constitution of Liberty pudiera ser útil para la elaboración de una Constitución que pudiera prevenir los abusos de la democracia. Más adelante, también manifestó públicos respaldos al régimen racista sudafricano. En 1977, Hayek visitó Argentina y Chile. En una entrevista realizada en Buenos por el capitán ingeniero Alvaro Alsogaray –notoria figura del liberalismo argentino e inveterado golpista– Hayek se expedía respecto de los peligros de las democracias ilimitadas, entendiendo con ello el escenario en donde un gobierno elegido por las mayorías populares pudiera poner en riesgo la libertad económica de los individuos y el derecho de propiedad. Recordemos que estas lucubraciones fueron expresadas en un contexto dominado por el terrorismo de Estado, lo que no evitó que Hayek se reuniera con el dictador Jorge Rafael Videla y con el integrante de la Junta de Gobierno, Gral. Leopoldo F. Galtieri.
En 1981, Hayek volvió al Chile de Pinochet, concediendo dos reportajes al diario El Mercurio, en donde profundizó su análisis sobre democracias y dictaduras. En la primera entrevista Hayek manifestó que “mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente”. Agregó, además, que “una dictadura puede ser un sistema necesario para un período de transición. A veces es necesario que un país tenga, por un tiempo, una u otra forma de poder dictatorial. Como usted comprenderá, es posible que un dictador pueda gobernar de manera liberal”. Y en la segunda entrevista, Hayek sostenía que “la democracia tiene una tarea que yo llamo de higiene y que es el asegurar que los procesos políticos sean conducidos de manera saludable. La democracia no es un fin en sí mismo, es una regla procedimental para asegurar la libertad... Pero (en determinadas circunstancias) preferiría sacrificar temporariamente a la democracia cuando no pudiera garantizar la libertad”.
Vemos que para Hayek lo fundamental es asegurar ante todo la libertad económica, a su juicio la única y fundamental libertad.
Hay, entonces, nexos íntimos entre la ideología neoliberal y las prácticas autoritarias, aunque ahora vengan travestidos de economistas mediáticos y carreras de maestrías y doctorados. Como dijo en su momento el filósofo Karl Popper, admirador confeso de la Escuela austríaca, “hay que ser intolerante con los intolerantes”. Ya sabemos a qué se refería.
* Ingeniero en Petróleo, Facultad de Ingeniería, Universidad Nacional del Comahue.
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