Domingo, 30 de octubre de 2016 | Hoy
CRISIS DE LA ECONOMíA MUNDIAL
El mediocre crecimiento de la economía mundial, con una tendencia débil del comercio internacional, plantea interrogantes acerca del desenlace de la actual fase de la globalización.
Por Eduardo Lucita *
La globalización –fase actual de la tendencia histórica del capital a su mundialización– parece haber encontrando sus límites. Numerosos indicadores dan cuenta de ello y la duda es si solo será un impasse para retomar con nuevas fuerzas o si fortalecerá la tendencia al estancamiento de larga duración de la economía mundial.
El largo período de la fase globalizadora iniciada en 1989-1991 con la caída del Muro de Berlín e implosión de la URSS –que pusieron fin al enfrentamiento Este-Oeste y dieron un nuevo impulso a la mundialización capitalista– pareciera completar la mundialización de las relaciones capitalistas con los acuerdos del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania e Irán; la apertura de relaciones EE.UU.-Cuba y el impulso dado por Estados Unidos a los macro tratados de libre comercio. Sin embargo nada alcanzaría a contrarrestar los síntomas de retroceso.
Hasta el 2008 se verificó una rápida integración del comercio y las finanzas mundiales, las nuevas tecnologías permitieron reducir rápidamente los costos del transporte y de las comunicaciones, el intercambio comercial se expandió a altas tasas y las multinacionales multiplicaron sus inversiones. En ese tiempo la fuerza de trabajo mundial más que se duplicó (llegando a 3500 millones de trabajadores), la precarización pasó a ser un nuevo precio de la economía y la productividad se expandió fuertemente fijando un nuevo piso a la competitividad internacional.
El resultado más general ha sido que mientras la tasa de rentabilidad del capital alcanzó niveles desconocidos el promedio mundial de los salarios reales de los trabajadores cayó –en Europa y Estados Unidos se mantienen estancados desde los años ‘90– y la desocupación global creció. La riqueza se concentró, en todos los países se consolidaron niveles de pobreza elevados y la desigualdad se entronizó. Contradictoriamente mientras que con los acuerdos con Cuba e Irán se suponía se ampliarían las bases para la acumulación capitalista y el comercio, todos los indicadores del 2016 muestran una realidad muy diferente. La desaceleración de la integración iniciada en 2008 se ha profundizado y el mundo ha ingresado en una fase de bajo crecimiento, de fuerte reducción del comercio internacional, de caída de la productividad y alto endeudamiento.
En el reciente informe Perspectivas de la Economía Mundial, el FMI ha revisado a la baja sus previsiones para el crecimiento mundial, ahora proyecta 3,1 y 3,4 por ciento para 2016 y 2017, respectivamente. El crecimiento de las economías de los llamados emergentes alcanzaría al 4,2 por ciento, completando así seis años seguidos de declive.
El Fondo caracteriza que ha sido la caída sin precedentes de los intercambios internacionales la causa principal del bajo crecimiento del PIB global. Efectivamente el comercio mundial está creciendo a la mitad de lo que lo hizo en las últimas tres décadas. Las perspectivas para este año indican que la tasa de crecimiento será la más baja desde el 2007 (1,6 por ciento para la OMC; 2,8 según otras fuentes), sería el quinto año consecutivo de una expansión menor al 3 por ciento, cuando hasta la crisis del 2008 la tasa de crecimiento era el doble de la del PIB mundial.
La formación de capitales ha seguido este mismo curso bajista, aún cuando las tasas de interés son extraordinariamente bajas, incluso cuando tanto en Japón como en varios países europeos las bancas centrales cobran tasas de redescuento negativas. En los 15 años anteriores al 2008 la inversión extranjera directa (IED) de las multinacionales aumentaba el triple que el PIB global, en 2015 resultó un 40 por ciento inferior al monto más alto registrado antes de la crisis. La desaceleración de la economía China es la principal responsable de esta tendencia a la baja, pero no es menor el comportamiento de la economía de Estados Unidos. Su fase de recuperación iniciada en 2009 es la más débil desde los años ‘30, este año se estima crecerá entre 1,6 y 1,8 por ciento y ese crecimiento débil se proyecta al menos 5 años para adelante, se habla así de una “nueva normalidad” en la economía estadounidense. Es que el impacto positivo de la expansión monetaria para enfrentar la crisis ha terminado conformando un escenario de muy bajo consumo, debilidad del crecimiento y casi nula inflación.
Para el FMI “el crecimiento ha perdido fuerza y advierte que el estancamiento económico podría alentar los llamados al proteccionismo”, mientras que la OCDE ve “…un decepcionante bajo crecimiento que afectará las expectativas y tendrá como consecuencia un debilitamiento del comercio, la inversión, la productividad y los salarios”.
Los Estados Unidos impulsan macro acuerdos globales: el Tratado Transpacífico (TTP), el Tratado Transatlántico (TTIP) y el Tratado de Servicios (TISA) con los cuales busca recuperar el ritmo de la globalización y también aislar o condicionar a China. Pero este curso no está exento de inconvenientes. El TPP ha sido suscripto por 12 países integrantes pero ahora debe ser probado por los respectivos Congresos lo que no es un mero trámite. El presidente de Francia acaba de pedir y conseguir la suspensión temporaria de las negociaciones por el TTIP, en tanto que el canciller alemán ha declarado que estas negociaciones “son un fracaso”. Mientras en distintos países europeos se suceden las manifestaciones en contra de estos acuerdos y la presión de los sindicatos y otros sectores de la sociedad estadounidense hizo que la discusión por el TPP se colara en los debates preelectorales y los principales candidatos terminaron por pronunciarse contra el tratado.
Los pilares en los que se apoyó la globalización en las tres décadas pasadas: fuerte crecimiento del comercio internacional y de la acumulación capitalista, libertad de comercio y del movimiento de capitales junto con la idea futurista de alcanzar una “sociedad mundial uniforme, armónica y cooperativa”, pareciera se están desdibujando. Todo se potencia ante la incertidumbre de las perspectivas políticas y económicas a futuro, que a su vez impactan y desalientan el presente.
Para algunos analistas la fase de la globalización ha concluido sin que esté claro como se sigue, para otros la economía mundial ha ingresado en un tiempo de estancamiento estructural. Quienes vivimos en esta Argentina aperturista, estamos obligados a pensar qué nos deparará el virtuoso “regreso al mundo” que ha prometido el gobierno .
* Integrante del colectivo EDI - Economistas de Izquierda.
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