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La Argentina es una tragedia económica, financiera, política y social, que no debería repetirse”, dice en un reciente artículo Edwin Truman, miembro pleno del Instituto de Economía Internacional, al que también pertenece John Williamson, quien redactó a fines de los 80 el recetario de políticas que pasaría a conocerse como Consenso de Washington. Truman culpa al tipo de cambio fijo por la catástrofe en que está sumido el país, y convendrá recordar que ése fue el único aspecto en el que Domingo Cavallo, ávido en 1991 por contener bruscamente la inflación, se apartó de la fórmula Williamson. Pero el FMI, cuando vio el éxito inicial del programa argentino, le perdonó la herejía. Ahora parece que todo lo demás estuvo bien, pero se estropeó precisamente por esa fijación cambiaria.
Truman señala, de todas formas, que el problema básico que condenó al país fue la falta de crecimiento. “Si la economía argentina –escribe– hubiese alcanzado un crecimiento nominal del 5 por ciento anual entre 1998 y 2001, en vez de contraerse a un promedio del 2 por ciento, la deuda pública habría representado al finalizar 2001 menos del 30 por ciento del Producto Bruto, y no más del 50 por ciento”, como efectivamente pasó.
Williamson defendía la adopción de una banda cambiaria, de minidevaluaciones o de una canasta de monedas. Y Truman calcula que, si el peso hubiese estado ligado a una cesta desde 1996, habría evitado una apreciación nominal de más del 30 por ciento en los cinco años siguientes. Y si, adicionalmente, se hubiese aplicado una banda de más/menos 15 por ciento, el peso habría podido devaluarse algo así como un 10 por ciento en términos reales. En tal caso, “la Argentina –imagina Truman– no habría tenido que recurrir a la deflación como medio de ajuste... El resultado hubiese consistido en más crecimiento, menores déficit de cuenta corriente y una mejor performance fiscal.” El afirma ahora que la Argentina podría y debería haber elegido un mejor camino en 1991. Y que el elegido, además de malo, no incluía una estrategia de salida, como cualquiera puede comprobar.