Capitalismo en crisis
Por Julio Nudler
El corresponsal de la agencia turca Anadolu en Washington quiso obtener, días pasados, las reacciones del Fondo Monetario y del Banco Mundial acerca de la convulsión política que vive Turquía. Pero funcionarios de los dos organismos respondieron que esos sucesos “son asuntos internos”, en los que esas instituciones multilaterales no se inmiscuyen. Este no es, obviamente, el standard que aplican a un país mucho menos estratégico para los intereses estadounidenses como es la Argentina. Al extremo de que Otto Reich, el encargado regional norteamericano, enumeró las condiciones que debería reunir el futuro presidente argentino (condiciones que, por cierto, no satisface casi en nada George W. Bush).
Curiosamente, David Ignatius, columnista de The Washington Post, señalaba en su última nota que, a pesar de los buenos fundamentals que muestra la economía estadounidense, “diariamente se propaga el pánico financiero, como si estuviésemos ante una crisis general del capitalismo. Quizá los norteamericanos tengan ahora una mejor percepción de lo que sienten un argentino, un tailandés o un turco, viendo su vida económica a merced de antojadizos mercados financieros y de capitalistas embusteros”.
Todo esto es ahora provocado por la sucesión de terribles revelaciones sobre la idolatrada “corporate America” (Estados Unidos S.A.) y los fraudes de los altos ejecutivos en perjuicio de los inversores. Bush, quien como su vicepresidente Cheney se ha valido personalmente de tales manipulaciones para amasar una fortuna a costa de otros, realizó el martes algunos anuncios aparentemente drásticos para desterrar esas maniobras. Pero para el comentarista Richard Cohen el mensaje de Bush fue a lo sumo un buen remedio para los 70 millones de estadounidenses que, según la revista Newsweek, sufren de insomnio. Tanto que aconseja conseguirse el video del mensaje para quedarse dormido en el acto.
Cohen da un dato: en 1985, un CEO top ganaba 70 veces lo que un empleado promedio. Hoy embolsa 410 veces esa suma. Todo está montado para el engorde de unos pocos.