¿Cuándo salimos?
Abel Viglione es economista de FIEL, una de las consultoras de perfil ideológico más neoliberal del país. Jorge Schvarzer es profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y uno de los autores del Plan Fénix. Sus ideas sobre el modelo de país que quieren son absolutamente antagónicas. Cash los juntó para debatir el futuro económico argentino. Viglione piensa que es inevitable pasar por varios años de modelo exportador, con dólar alto y bajos salarios; Schvarzer asegura que ese escenario depende de las políticas que se ejecuten: propone que el Estado se involucre, subsidiando desarrollos industriales y construyendo obra pública. El hombre de FIEL no quiere ni oír hablar de subsidios. “No se puede usar el dinero de los contribuyentes para dárselo a las empresas”, opinó. Y agregó: “Debemos tener equilibrio fiscal para asegurar estabilidad y así atraer inversiones”. También disintieron en la estrategia de apertura económica. Para Schvarzer, hay que aprovechar el Mercosur y cuidarnos del resto del mundo, para no perder fuentes de trabajo. Viglione no cree en el pacto regional.
¿En qué sectores debería basarse un plan de desarrollo productivo?
Jorge Schvarzer: –Sacando la agroindustria, los únicos sectores competitivos son los que fueron producto de la promoción industrial de la década del 70. Ahora exportan y tienen una dinámica de desarrollo internacional. Habría que impulsar sectores de tecnología mediana, como el sector naval, el metalmecánico y el plástico, por citar algunos.
Abel Viglione: –Si vamos a gastar fondos públicos, que es dinero que proviene del contribuyente, los subsidios tienen que ser generalizados y con la condición de que haya demanda efectiva de mano de obra. Porque el problema nuestro es de empleo. Hay que buscar los sectores de mano de obra intensiva. De todas maneras, lo mejor es no gastar dinero de los contribuyentes en subsidios a las empresas.
J.S.: –No tienen por qué ser subsidios. Podemos tener un banco nacional de desarrollo, que preste a tasas bajas para financiar al sector industrial, como hizo Corea.
A.V.: –Si se toman fondos al 6 por ciento y se prestan al 2, es un subsidio. Estamos usando el dinero de la gente para dárselo a las empresas.
J.S.: –¿Y por qué no? También se puede promover obra pública; reactivar la construcción para generar empleo.
A.V.: –Si queremos generar empleo, promovamos el crecimiento del turismo, pero sin plata pública.
Brasil desarrolló su industria con subsidios nacionales y estaduales. ¿Por qué la Argentina no debería hacerlo?
A.V.: –Hay que ver si los contribuyentes quieren subsidiar a una multinacional para que se instale, como hicieron los brasileños. Yo creo que no.
¿Qué hay que hacer para reactivar la economía?
A.V.: –Primero hay que definir hacia dónde queremos ir, luego reorganizar las instituciones; recién después vienen las políticas y por último los instrumentos. Aquí hemos destruido instituciones y hay que reconstruirlas antes que nada.
J.S.: –Lo primero que hay que cambiar son los objetivos. Durante los ‘90 la meta eran los equilibrios macroeconómicos: déficit fiscal y estabilidad monetaria. El objetivo debe ser producir riqueza y distribuirla. Hay que empezar definiendo qué queremos. Por ejemplo, primero hay que decir qué sistema financiero pretendemos y a partir de ahí diseñar cómo salimos del corralito.
A.V.: –No estoy de acuerdo. Es imprescindible contar con equilibrios fiscales. Desde la estabilidad se desarrollan los negocios y se genera riqueza. Después está el problema de la distribución, que debe hacerse en base al sistema impositivo y el gasto público. Por ejemplo, si lasprivatizadas ganaron de más, cobrémosle un impuesto. Pero que los números cierren es imprescindible.
J.S.: –En toda Europa hay déficit fiscal y también estabilidad monetaria. La Unión Europea tiene un promedio del 3 por ciento de déficit y crece. Estados Unidos tiene déficit y no para de crecer. Y el otro problema de los ‘90 es que se abrió la economía para importar y no para exportar. Hay que organizarse para exportar.
A.V.: –Cuando un país abre su economía, hay industrias que desaparecen. Es natural. Antes de la apertura, las mujeres, cuando llegaba el verano, se compraban una sola malla, porque eran muy caras; luego vinieron las importadas regaladas y se compraban cuatro. Los dos casos son extremos: tenemos que ir hacia una economía abierta, pero que se cuide de ser arrasada, con medidas para arancelarias, como hace Chile, por ejemplo. Ojo con cerrar la economía y perjudicar al consumidor.
J.S.: –Esa es la teoría del rentista, porque si la gente no tiene trabajo, no consume. La apertura destruye el aparato productivo. No es cierto que abriendo la economía se ayuda al consumidor: sólo se benefician unos pocos privilegiados.
A.V.: –Toda apertura que baje precios aumenta el excedente del consumidor.
J.S.: –Lo que hace es destruir empleo.
¿La Argentina va a ser un país exportador con bajos salarios?
J.S.: –Será lo que se defina mediante políticas económicas.
A.V.: –Es inevitable ir hacia ese modelo durante unos cuantos años. Al destruir instituciones económicas, no va a haber inversión. El tipo de cambio va a ser alto, con un saldo comercial positivo de 15 por ciento del PBI. El problema es que las decisiones de inversión van a ser como las de 1980. La gente va a poner plata en los sectores en los que pueda evadir impuestos. El Gobierno va a tener que bajar el Impuesto a las Ganancias y el de Bienes Personales, para que se hagan inversiones. El problema es que cuando el interior se dé cuanta de que la base imponible es el consumo en el IVA, el impuesto a los combustibles y la renta de la tierra, a través de las retenciones, las provincias van a querer regionalizarse.
J.S.: –Necesitamos inversiones reales para no caer en el modelo de bajos salarios y para eso hace falta una reforma fiscal que grave la renta financiera. Y diferenciar a las empresas que reinvierten utilidades de las que sólo reparten efectivo.
A.V.: –Si yo tuviera una empresa en Africa también me llevaría el capital a mí país.
¿Es perjudicial para la economía el alto grado de extranjerización?
A.V.: –Sí, porque provocó un alto grado de concentración.
¿Se puede desandar ese camino?
J.S.: –Sí que se puede desandar. Hay que alentar el crecimiento de otras empresas y utilizar las potestades que da la Ley de Defensa de la Competencia.
A.V.: –Es muy difícil. Hubiera sido mejor no llegar a la actual situación.