BUENA MONEDA
Buitres de todo plumaje
Por Alfredo Zaiat
En las historias siempre tiene que haber un villano para poder descargar sobre él todo el odio de la trama. Resulta imprescindible identificar al malo más malo de la película que se come a los chicos crudos. Ese papel estelar en la obra de terror del default, luego de una intensa competencia sobre a quién le debería corresponder ese lugar de privilegio en la marquesina, les fue adjudicado a los denominados fondos buitre. Han participado en la puja por encabezar esa cartelera actores de antecedentes relevantes, como el Fondo Monetario, bancos internacionales, también locales, grandes inversores y las AFJP. ¿Qué los hace diferente unos de otros? ¿Por qué uno de esos operadores financieros es peor que el resto? Una aproximación desde la moral, cuestión que, en realidad, no desvela a los habitantes de ese mundo, indicaría que algunos se conforman con menos y no se desesperan por cobrar mucho ahora siempre y cuando se aseguren tasas de interés crecientes. Y que son más educados al tener vocación de negociar condiciones que implicarían, supuestamente, un desahogo temporario para el deudor. Sin embargo, cada uno de esos jugadores forman parte de la lógica del negocio financiero, con colmillos más o menos afilados, pero todos los tienen entre el último incisivo y la primera muela de cada lado.
Los fondos buitre, como el que ha saltado a escena la última semana, Greylock, que buscó frenar el proceso de canje de deuda de la provincia de Mendoza por ahora sin éxito, o los del excéntrico millonario Kenneth Dart, que quiere cobrarse el ciento por ciento de unos 730 millones de bonos en default de Argentina, tienen la particularidad de mostrar sin maquillaje su rostro de ambición. Se refugian inscribiéndose en paraísos fiscales para eludir controles y pago de impuestos, mostrando así la esencia más pura de los deseos de los integrantes de la cofradía de operadores del mercado. Ellos son la expresión más potente de la especulación, que es el motor del funcionamiento del mundo financiero. Tienen el mismo espíritu del negocio que el resto de los protagonistas más o menos respetados por el consenso social, con la especificidad de que ellos son más arriesgados, buscan ganancias más abultadas y tienen el objetivo de exprimir lo máximo posible al deudor. Compran cuando la desesperación atrapa al mercado, lo que les permite adquirir activos a precios ganga para luego, cuando la situación comienza a normalizarse, obtener por esa apuesta una diferencia sustancial. ¿Esto es suficiente para ser considerado el peor de todos? En el caso de los bonos argentinos, esos buitres los compraron cuando cotizaban de 8 a 10 dólares cada 100. Ahora recibirían cerca de 30 teniendo en cuenta lo que se conoce de la oferta de canje. Pero ellos quieren más.
Ese reclamo tiene su razón de ser cuando el deudor ingresa en el camino del regateo con los inversores institucionales, cuando se dispone un trato preferencial con uno de los actores de esta película, como fue el acuerdo con las AFJP y el que vendrá con bancos locales, compañías de seguros y fondos comunes, y cuando se privilegia en los pagos que se realizan del bolsillo único a uno de los acreedores, gracia divina que les correspondió al FMI y a sus dos cortejos inocentes de toda maldad (Banco Mundial y BID). El pedido de cobrar más se habilita, de ese modo, tanto para aquellos que quieren recibir el ciento por ciento de sus bonos, pero no tienen recursos para iniciar juicios, como para los pequeños y medianos inversores italianos, alemanes y japoneses, como así también para aquellos que sí tienen respaldo patrimonial para entablar demandas en los Tribunales de Nueva York, Roma o Frankfurt. Estos últimos son buitres insaciables, van por todo o por nada. Pero, en su esencia, no son muy diferente del resto.
Por caso, el cubano Jorge Bermúdez, ex presidente del Citibank Argentina y actual responsable del banco para América latina, que participó del encuentro del presidente Néstor Kirchner y el ministro Roberto Lavagna con los representantes de los bancos internacionales que manejan las principales AFJP para cerrar el acuerdo de canje, tuvo que comparecer ante el Senado de Estados Unidos por la investigación sobre “Lavado de dinero a través de los Estados Unidos” en febrero de 2001. Fueron audiencias, conducidas por los senadores Susan Collins (republicana) y Carl Levin (demócrata), para develar, en el caso argentino, si el Citibank realizó maniobras ilícitas con bancos offshore adjudicados a los banqueros locales Raúl Moneta y Aldo Ducler a través del Citibank de Nueva York. Según el informe final de esa investigación, se comprobó que hubo decenas de operaciones de triangulación concretadas por esas entidades para encubrir el origen y destino de sumas millonarias. Pero el objetivo de ese Subcomité de Investigación del Senado de Estados Unidos no era sancionar al Citibank, con lo que quedaron a salvo Bermúdez & cía. Su misión era mostrar deficiencias de las regulaciones para producir cambios en la legislación para prohibir esas operatorias de triangulación de fondos vía offshore, tal como finalmente sucedió después.
Bermúdez había declarado: “La historia de la deuda externa argentina para nosotros terminó muy bien”, en un reportaje publicado en Página/12, el 27 de marzo de 1994, por el Plan Brady de reestructuración de deuda. Ahora, con el acuerdo con las AFJP (el Citi interviene en ese negocio a través de su compañía Siembra), ese banquero puede también estar satisfecho.
El convenio con las empresas que manejan el dinero previsional de los trabajadores levantó cinco murallas defensivas para que los jubilados de los próximos cinco años no contabilicen quitas en sus haberes, a saber:
1. Los nuevos bonos, el Cuasi Par con una quita del 30 por ciento en el valor nominal del capital en dólares, cotizará a su valor técnico, equivalente hoy a 2,15 pesos.
2. Esos títulos no se podrán negociar en el mercado durante un año para que, de ese modo, no quede explícita la quita real.
3. Como las AFJP tienen flujo positivo en los próximos diez años, esto significa que le ingresarán más dinero por aportes que lo que deberán pagar por jubilaciones, no tendrán necesidad de vender esos bonos en el mercado.
4. La apuesta es que en ese período el valor técnico (teórico) se vaya acercando a su valor de mercado (contable).
5. Para evitar que no se deteriore el poder adquisitivo del bono, éste se indexará por la evolución de los precios (con el índice CER) más un cupón por tasa de interés en pesos del 4,5 por ciento anual, que es un poco más del doble de otros títulos posdefault ajustados por CER, como el Boden y Bogar.
No es fácil jugar en el mundo de las finanzas habitado por buitres de todo plumaje. Y más aún cuando se trata de negociar el default más grande de los denominados mercados emergentes de los ‘90. Quedar atrapado de la lógica financiera, para un país pequeño de insignificante importancia en el comercio mundial, con escaso apoyo de las naciones consideradas aliadas y casi nula consideración en el concierto internacional, resulta una batalla desigual. Una opción, como propusieran los economistas del Plan Fénix de llevar el caso de la deuda argentina al Tribunal Internacional de La Haya, hubiera sido plantear la cuestión en el terreno político. Pero si esa vía no fue posible, por las razones que hayan sido, no es conveniente generar una expectativa desmedida sobre el resultado de la actual negociación de quita de la deuda en default. Los buitres siguen revoloteando, y comiendo.