“La única oferta aceptable es el 100 por 100 de lo adeudado”, expresó el abogado Mauro Sandri, representante de un grupo de acreedores italianos. Sin embargo, ciertas paradojas subyacen en tal afirmación. En primer lugar, debe tenerse en cuenta que la tasa de interés que otorgaban tales bonos era muy superior a la llamada tasa “libre de riesgo”, que es la que rinde un bono emitido por el Tesoro de Estados Unidos. Lo que indica esto es que la probabilidad de que los mismos no fueran pagados distaba mucho de ser nula, por lo que ante este riesgo los inversores reclamaban un rendimiento superior, cubriéndose así de un eventual cese de pagos. Pero entonces, ¿qué justifica entonces que ahora reclamen el pago total de la deuda? Pero si se pagara el total, esto significaría que... ¡no había riesgo! Resulta curiosa entonces (y equivocada, por cierto) la afirmación de Sandri. En segundo lugar, de la afirmación enunciada se desprende que lo que se reclama es un porcentaje fijo de lo adeudado. Es decir, se establece que el pago que se efectúe debe ser independiente de cuánto crezca el PBI de nuestro país. A su vez, el FMI reclama una mejora de la oferta a los acreedores como una de las mejoras clave para un “crecimiento sostenible”. Nuevamente resultan ser paradójicas tales recomendaciones. Imagínese el caso de una isla habitada por un conjunto de pobladores en la que sólo se producen tomates y que adeuda a un conjunto de acreedores una cantidad de 30 tomates, que necesariamente debe pagarse el próximo año. Imagínese también que los habitantes de la isla requieren un mínimo de 50 tomates por año para sobrevivir. Finalmente, suponga que la estimación para la producción de tomates del próximo año puede tomar tres valores posibles: 60, 70 u 80 tomates. Como se estima que la deuda no podrá ser pagada en su totalidad, se acuerda pagar una suma de 20 tomates. Ahora bien, si la producción efectivamente realizada el próximo año resulta ser 60, no podrán pagarse los 20 tomates, ya que de esta manera los habitantes no sobrevivirían, siendo el acuerdo inconsistente. El único acuerdo que siempre se cumpliría es el que contempla el peor de los estados posibles, consistente en fijar un pago de 10 tomates. Sin embargo, en este caso pierden los acreedores si es que se realiza una producción mayor. Esto significa que el único acuerdo que sería aceptado por ambas partes y siempre sería consistente es uno en el cual se tengan en cuenta las posibles contingencias de la economía, es decir, un bono atado al crecimiento del producto. Toda insistencia sobre un acuerdo de suma fija revela una clara miopía de los mercados.
Martín Guzmán
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