BUENA MONEDA
Rebelde sin causa
Por Alfredo Zaiat
Roberto Lavagna es el ministro que algunos ven como “progresista” por enfrentar a los burócratas del FMI? ¿Es “sensible” a los problemas de la economía real, característica de la que carecían sus antecesores en la poltrona principal del Palacio de Hacienda, como varios publicitan? Un análisis superficial puede llevar a respuestas equivocadas. ¿No había sido Domingo Cavallo quien llamó miopes a los analistas de bancos de inversión de Nueva York? ¿Y no fue el Mingo quien también se peleó con la misión del FMI que cuestionaba sus medidas? En ese caso, el mediterráneo no despertaba entusiasmo por esa batalla y, más bien, se destacaba su personalidad intolerante por sus “exabruptos”. Lo que pasaba es que pocos podían creer que Cavallo quisiera hacer algo diferente a su conocida receta económica. ¿Lavagna tiene una política distinta? Más allá de la simpatía que puedan generar sus certeros dardos sobre la ineficiencia, equivocaciones y soberbia de los técnicos del Fondo, Lavagna transita un sendero que, hasta ahora, no se diferencia en mucho del que ha hundido a la economía en la peor crisis de su historia.
Salvo que la terquedad se mezcle con la estupidez, el sentido común indicaría que se llegará a un acuerdo para evitar la cesación de pagos con los organismos financieros internacionales. Lo más probable es que se diseñen mecanismos para esquivar el default, instancia que, a esta altura, afecta más a esas instituciones que a la Argentina. Y de esos organismos, el BID es el que está más comprometido. En el supuesto escenario de incumplimiento argentino en el pago de la deuda, el BID perdería la calificación triple A, con la cual consigue financiamiento barato en el mercado de capitales. Además, y un dato que no es menor, según estimaciones propias de esa institución, los intereses que está pagando la Argentina cubren el 35 por ciento de los salarios del BID.
El caso del Banco Mundial no es tan urgente para sus finanzas pero igualmente dañino para su “prestigio”. La presión exagerada para cobrar revela la incoherencia de la política crediticia del organismo que se considera “comprometido en la lucha contra la pobreza del mundo”. Esa exigencia agresiva de obtener reembolsos de préstamos viola el espíritu de los acuerdos de Bretton Woods, que dieron nacimiento al FMI y BM, hace 60 años. El objetivo que deben cumplir por ese acta constitutiva es el de asistir financieramente a países que tienen problemas de acceso al crédito privado. Pero con la Argentina han actuado a la inversa. Prestaron cuando todos entregaban dólares alegremente al país, y ahora exigen cobrar a toda costa aunque ese “cliente” se haya quedado sin crédito y la pobreza alcance a más de la mitad de la población. Actúan como si fueran un banco comercial más con la pretensión de ser un acreedor privilegiado, categoría que hasta ahora han tenido. En lo que va del año, la Argentina ha realizado pagos a los organismos por unos 4100 millones de dólares. Como bien precisó el economista Alfonso Prat-Gay, “el país que más necesita de los prestamistas de última instancia es precisamente el que más dinero les paga”. Nunca antes la Argentina había realizado pagos netos a los multilaterales tan importantes como en este año. Prat-Gay detalló que, así, el FMI, BM y BID han logrado reducir su exposición a la Argentina cobrándose ya un 8 por ciento de lo adeudado “a pesar del default del país con el resto de sus acreedores”.
La batalla de Lavagna contra el Fondo, entonces, resulta tentadora. Pero puede confundir. En los últimos cinco meses, el ministro creyó que estaba al borde de un acuerdo, olvidándose de instrumentar medidas de política económica que vayan más allá del FMI. En ese tiempo perdido también se dilapidaron reservas, que ahora se quieren cuidar. Si se logra un acuerdo de refinanciación de vencimientos con los organismos, como la lógica apuntaría, ¿Lavagna se presentará también en “rebeldía” a la receta fondomonetarista? Su corta gestión en Economía no permite adelantar sorpresas.