Domingo, 12 de junio de 2005 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
En 1975, hace hoy treinta años, el ex presidente General Juan D. Perón, en un discurso radial que alcancé a escuchar y recuerdo vívidamente, expresó que este país, la Argentina, “con alimentos y energía es el país del futuro”. El general, como se sabe, era un tanto ambiguo en sus conceptos, que podían ser tomados tanto por unos como por otros, o como dijo Manuel Belgrano, “cada uno aplicaba el ascua a su sardina”. El futuro es todo el tiempo que está más allá del hoy, y puede ser cercano, lejano o lejanísimo. Asimismo, la energía incluye a muy distintas fuentes posibles, entre ellas el petróleo, el gas, la energía solar, mareomotriz y eólica. De todas, la que tiene menos futuro es el petróleo, precisamente la utilizada con más intensidad. Si se refería al petróleo, pues, debemos pensar que hablaba del futuro inmediato. En todo caso, no tuvo en cuenta que el acceso a los alimentos y a la energía tiene lugar dentro de una economía de mercado, y en ella sólo se accede a cualquier bien si se dispone del ingreso necesario. En el caso de los bienes de consumo, como son los alimentos, el mayor condicionante es la distribución del ingreso, que determina quiénes son pobres, ricos, o clase media. A su vez, la distribución del ingreso está íntimamente relacionada con el modelo económico que impera en cada país, y ello a su vez depende de qué modelo de gobierno económico siguen las autoridades de turno. Aquí, hoy por hoy, desde los últimos quince años rige un esquema distributivo que apunta a la existencia de una reducida (en número de personas) clase rica, que se enriquece cada vez más, y una amplísima clase pobre que se empobrece cada vez más. Aunque no se lo diga así, ése es el resultado de aplaudir y no gravar la generación de utilidades extraordinarias, en particular de capitales internacionales, por una parte, y por otra impedir que se mantenga la capacidad de adquisición de bienes indispensables por las capas populares, no haciendo nada significativo para que todos tengan algún empleo y congelando o restringiendo la elevación del salario nominal al mismo ritmo que se eleva el costo de la vida. En cuanto al petróleo y el gas, están en manos extranjeras, lo que da ocasión de verdaderas extorsiones cuando de ampliar redes de servicio se trata, y además ven sus ganancias protegidas a través de un recargo del 200 por ciento sobre el consumo de energía generada a través de dichas fuentes.
El 7 de junio se celebra el Día del Periodista. Recuerda la publicación de la Gaceta, por la primera junta de gobierno patrio. Del lado del periodismo económico, también merecen recordarse sus tres periódicos antecesores: el fundado por Cabello y Mesa, cuyo título mismo marcaba el interés por la política económica, a saber, Telégrafo Mercantil, Rural, Político-Económico e Historiógrafo del Río de la Plata. Allí apareció, por ejemplo, el Manifiesto de la Metalurgia, Caza, Pesca, Agricultura y Ganadería del Río de la Plata (1802), de autor anónimo (posiblemente Pedro A. Cerviño), con extensas citas de Antonio Genovesi, a quien se ha recordado en el 2004-’05 con motivo de la creación de la primera cátedra de economía, un documento que continuó la célebre Representación de los Labradores (1793) y el Memorial de los Hacendados (1794). Le siguió otro periódico con nombre sugestivo: Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, título que coincide con la teoría de Adam Smith en cuanto al orden en que espontáneamente se invierten los capitales. Su fundador, en efecto, fue Juan Hipólito Vieytes, que además de ser una suerte de coleccionista de ediciones de la Riqueza de las Naciones, escribió él mismo sobre la escasez de capitales en la agricultura y pronosticó que este país sería agrícola, por lo menos durante los próximos cinco o seissiglos. Asimismo publicó un resumen de toda la Riqueza de las Naciones, que abarcó varios números. Contó inicialmente con la colaboración de Pedro Antonio Cerviño y de Manuel José de Lavardén, quienes publicaban bajo los anagramas de Cipriano Orden Betoño y Fray Juan Anselmo de Velarde, respectivamente. No podemos olvidar la publicación del Correo de Comercio en 1810-’11, cuya creación encargó Cisneros a Belgrano, y cuyos artículos todavía hoy son objeto de discusión en cuanto a su paternidad. Lo es notable es que a partir de cierto número apareció en sus páginas, bajo el título general de Comercio, un verdadero tratado de Economía Política. El nombre de “comercio” fue aplicado por Genovesi para designar a la “economía civil”, y además constituyó la parte primera de sus Lecciones de Comercio, estudiadas por Manuel Belgrano. Entre los periodistas económicos del siglo XX, descollaron Alejandro E. Bunge, con su Revista de Economía Argentina y Carlos Moyano Llerena, con Panorama de la Economía Argentina.
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